Sin estridencias ni abuso de chicanas, se desarrolló anoche el primer debate entre candidatos a Jefe de Gobierno porteño estatuido por ley en la Ciudad de Buenos Aires. Transmitido por el canal público del distrito y conducido por Guillermo Andino y Débora Plager, la tenida reunió al actual titular del Ejecutivo porteño y postulante por la revalidación de su cargo, Horacio Rodríguez Larreta, su principal retador en la lista del Frente de Todos, Matías Lammens, el economista Matías Tombolini, representante en la boleta encabezada a nivel nacional por Roberto Lavagna, y el aspirante al palacio de Parque Patricios por el Frente de Izquierda, Gabriel Solano.

Diseñado con cuidado, sorteado con transparencia y supervisado por el Tribunal Superior de Justicia, el esquema impedía al principio que los contrincantes se arrancaran el corset. La maqueta, de alguna manera, constreñía el mensaje.

Como en una batalla de freestyle cincelado por cientistas políticos, la primera ronda de intervención se dedicó a la presentación de los cuatro candidatos. Lammens cifró su historia en la biografía personal de sus padres y la esperanza de una Ciudad para su hija en la que “sean más importantes las personas que las cosas”; Tombolini, por su parte, se definió como un profesor en la UBA que, creyendo que hay que intervenir para que las cosas cambien, fundó el partido Avancemos por el Progreso Social y comenzó a dictar cursos de economía casera y talleres de oficio; Rodríguez Larreta, a su turno, apeló a su nivel de conocimiento público de su figura y enumeró las reuniones en los barrios y las visitas a casas particulares como herramienta de cercanía; y finalmente, Solano chapeó como impulsor del frente que integra, calificó al Pro como un régimen y señaló al PJ y el kirchnerismo como cómplices de la administración macrista en Capital Federal.

El debate se dividió en cuatro bloques y el primero se dedicó al tópico de la seguridad y la justicia. Moderado ese segmento por los periodistas Damián Glanz y María Areces, el candidato trotskista picanteó el debate de movida: “en 26 meses la Policía de la Ciudad asesinó a 46 personas”, descerrajó. Habilitado para responder, el alcalde porteño ponderó la disposición de las cámaras de seguridad para apresar a más de mil “delincuentes”, y adelantó que se aumentaría la cantidad de aparatos de reconocimiento facial. “Si se ponen en marcha las 10 mil cámaras, sumadas a la que ya están, la Ciudad va a ser un Gran Hermano”, retrucó Solano.

Lammens concedió, en ese tramo, que “la inseguridad sigue siendo una de las grandes preocupaciones” y celebró el “traspaso de la Policía como avance”. Además, sacó de la galera una propuesta porque, a su criterio, “la gente no denuncia porque no cree en las instituciones”, y anunció que implementaría bajo una eventual gestión suya “un sistema para que la gente pueda seguir la denuncia a través de su celular” y propiciaría la creación de un sistema judicial propio, cercano, transparente y de cara a los vecinos.

En ese momento, tuvo la oportunidad de lanzarle una pregunta Solano, y eligió centrarse en la supuesta defensa de Lammens por el uso de pistolas Taser, consideradas un instrumento de tortura por los organismos de derechos humanos, y le atribuyó proximidad ideológica con la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, luego de enrostrarle que el presidente de San Lorenzo pretende que las fuerzas de seguridad sean dirigidas por una persona surgida entre los uniformados. Lammens acusó recibo y reclamó que no se incurriese en chicanas. Aclaró que no está a favor de las Taser argumentando que el problema es cómo se usan y cómo se forma a los agentes, por un lado, y recordó que un civil ya condujo a la Policía porteña, en referencia a Eugenio Burzaco, y los resultados no fueron satisfactorios. “El problema no es si ponemos a un civil o un policía sino a quién, y es un tema de conducción política”, contestó.

Minutos después, Rodriguez Larreta expondría en menos de un minuto su visión sobre el asunto, alegando que “bajaron todos los delitos en la Ciudad” aunque reconoció que se puede mejorar. “Vamos a poner un departamento de policía en cada comuna”, soltó como novedad para el electorado local.

Pimienta y sal

El segundo bloque se dedicó a los temas de educación y salud. Conducidos por los periodistas María Laura Santillán y Marcelo Bonelli, los contendientes no se salieron de la vaina pero se lanzaron alguno que otro dardo verbal.

El primero de los oradores fue, casualmente, Rodriguez Larreta, e hizo una defensa de sus políticas, a pesar de la falta de vacantes en las escuelas infantiles y la falta de insumos en hospitales. Ante la pregunta de Lammens por la desinversión, el alcalde sostuvo: “son los rubros del presupuesto en los que más dinero invertimos”.

Como si se la hubieran dejado picando, le cedieron la palabra a Solano y, fiel a su estilo, tiró del mantel. “No alcanza un minuto y medio para hablar de tantos números que no son ciertos”, lanzó, y la noche se puso más interesante. Luego de enumerar casos como techos de aulas que se caen, expresó que “la escuela del futuro la resisten todos los pibes” y no dudó en tildarla como “la otra cara de la moneda de la reforma laboral”.

En el medio, como un barrilete traído por el viento, Tombolini usó el minuto de su pregunta para preguntarle a Solano por la Cultura, mentando a “bandas chicas, under, teatro y herramientas de crowfunding”. Su interlocutor apuntó a la situación del Teatro Colón y reivindicó la ligazón de la izquierda con “los movimientos de la cultura”.

Retomando el hilo central, Lammens advirtió que “hay un franco descenso de Educación y Salud”, y puso sobre el tapete el pasaje de 25 a 17 puntos del porcentaje en el presupuesto educativo respecto del total de los recursos porteños y de 19 a 14 en el caso de la salud. Sintiéndose atacado, Rodríguez Larreta ensayó el abrazo del oso y recordó que durante años trabajaron juntos en acción social por su propio rol en la función pública y el de su retador al frente del club de sus amores. “¿Apoyarías la experiencia del Bajo Flores?”, inquirió el actual intendente como quien mete un facazo. Lammens no se achicó: “Muchas veces me dijiste que me querías en tu lista”, profirió en el arranque de su respuesta, y cerró diciendo que nunca accedió por las diferencias que los separan. “La política social de la Ciudad tiene muchísimos problemas”, concluyó antes que sonara el timbre del minuto cumplido en el estudio televisivo.

El tercer bloque se destinó a cuestiones ambientales, pero los ánimos ya no estaban crispados. Y el cuarto fue el que cosechó las intensidades del sprint final pero, como en un partido en el que casi todos se perfilaban con cierta conformidad, los cuatro se replegaron sobre la defensa de sus programas, plataformas o, dicho en criollo, su propia quintita.

Hubo espacio para un minuto final en boca de cada candidato. Solano trató de persuadir a los que dudan en votar al FIT bajo el planteo del voto útil o, en este caso, la opción más competitiva contra Rodríguez Larreta. Lammens optó por evocar a la Buenos Aires admirada de antaño y consideró una inmoralidad que todos sean cada vez más pobres en una ciudad tan rica como la Capital Federal. Tombolini, quizá el más coacheado de los candidatos, se colgó del presunto prestigio de Lavagna para apelar al voto de los porteños. Y el Jefe de Gobierno se remitió a pedir que lo acompañen en las urnas, bajo el pretexto de haber demostrado –según sus palabras- que cumple.

Quedarán las preguntas sobre ganadores y perdedores en discusiones comprendidas bajo este formato. A priori, da la sensación que el set televisivo contribuye para que el televidente conozca un poco mejor a los postulantes opositores, en tanto y en cuanto ya sabe quién es el gobernante de turno. Así, Rodríguez Larreta arriesgaba mucho más que sus competidores. Campañólogos, militantes y dirigentes de todas las épocas dudan que un debate de estas características dé vuelta una elección pero todos se afanan en aprovechar el escenario al máximo. Sobre todo, en una elección en la que el oficialismo quedó a pocos puntos de alzarse con la victoria en primera vuelta y, sin embargo, podría caer en ballotage si no traspasara el umbral del 50 por ciento de los sufragios el próximo 27 de octubre.