Treinta y dos minutos después del horario previsto, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, ingresó al recinto de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires para dejar inaugurado un nuevo período de sesiones ordinarias. La demora, según fuentes opositoras que se permitieron alguna chanza, fue atribuida al desproporcionado despliegue policial, con vallados superpuestos que arrancaban a tres cuadras de distancia del edificio y complicaron el acceso de los propios diputados al parlamento.

Todavía ofuscado por el contratiempo, el legislador por el GEN Sergio Abrevaya manifestó su enojo luego de haber cruzado insultos con efectivos de la Policía Federal. “(Patricia) Bullrich sitió la Ciudad, está loca”, le dijo a Diagonales el ex titular del Consejo Económico y Social antes de sentarse en su banca.

Los miembros del bloque Unidad Ciudadana, por su parte, ocuparon sus escaños con carteles que apelaban a las vacantes faltantes en escuelas de nivel inicial, los tarifazos, la violencia institucional y el aumento de personas en situación de calle, entre otros tópicos. Como si abonara la pregunta por el advenimiento del huevo o la gallina, el discurso de Rodríguez Larreta tramitó cada uno de esos issues bajo el mantra del reconocimiento al “diálogo”, el “consenso” y el “enorme trabajo parlamentario”. “Acá, el diálogo se convierte en transformaciones concretas”, enfatizó.

Rodríguez Larreta, entre vallas y autoelogios

En ese sentido, mentó que el ciclo lectivo que comenzará la semana entrante incluirá la apertura de 30 escuelas nuevas y 9 mil vacantes más. Sin alusión al paro convocado por UTE-Ctera para los próximos 6, 7 y 8 de marzo, celebró también “el éxito de la secundaria del futuro”, tras un verano abrasado por el conflicto ante el intento de cierre de escuelas nocturnas. En primera fila, escuchaba atenta la ministra de Educación, Soledad Acuña, quien accedió a las preguntas de los periodistas antes de la sesión y atribuyó los motivos de la huelga a que “el kirchnerismo y la izquierda no aceptaron la propuesta” salarial ofrecida por el distrito porteño. “Invitamos a las familias a que, con alegría, durante el fin de semana terminen de preparar las mochilas y los guardapolvos”, lanzó.

Al referirse a la salud pública, el alcalde enumeró supuestas mejoras, ancladas en conversaciones con vecinos que él mismo repuso para granjearse legitimidad en su gestión, pero desató comentarios de los ediles opositores. “Habla de mejoras pero en el sur de la Ciudad todavía no inauguraron el Hospital de Lugano a pesar del fallo judicial que los obliga a hacerlo y quieren cerrar otros cinco hospitales más para vender sus edificios”, soltó por lo bajo un asesor del PJ.

Dedicó párrafo aparte a la cuestión de la seguridad. “Cada vez hay más policías en las calles y está bien”, se autoevaluó. Al respecto, remarcó la línea que desde el Gabinete nacional impulsa la ministra Bullrich, al defender la actuación policial y cuestionar la interpretación de los jueces, entre aplausos de la bancada oficialista: “no puede ser que un Policía de la Ciudad detenga un chorro, se juegue la vida y un juez lo libere por una probation por 700 pesos”, expresó.

Luego, su discurso se fue desgranando entre la informatización de la gestión, asignatura que incluye hasta un número telefónico para iniciar trámites por WhatsApp (1150500147), e inconsistentes políticas que, a su criterio, tienden a la igualdad de género. Después de jactarse por una Buenos Aires “abierta, plural y diversa, que avanza hacia la igualdad entre hombres y mujeres”, ponderó el nuevo sistema de denuncias ante abusos contra las mujeres en el transporte público y admitió que “el 50 por ciento de las mujeres recibió algún tipo de violencia o acoso”.

Con la misma ingravidez verbal, indicó que la actual es la última composición parlamentaria sin paridad de género y subrayó que “no hay ningún trabajo que la mujer no pueda hacer”. “Necesitamos que ocupen más lugares de liderazgo”, concluyó antes del cierre de una alocución en la que sólo nombró al presidente Mauricio Macri dos veces. Primero, para contrastar sutilmente las mejoras de los últimos tiempos en comparación con los dos períodos en los que su antecesor en el cargo tuvo que afrontar la “desidia” legada. Seguidamente, para valorar el trabajo coordinado entre la jurisdicción que conduce y la Casa Rosada, desde 2015 en adelante. Por lo demás, tampoco pasó desapercibido que una de las palabras más utilizada para solazarse con su administración fue “transformaciones”, desplazando la apelación al sustantivo “cambio” y cualquiera de sus conjugaciones o derivadas.

Rodríguez Larreta, entre vallas y autoelogios

Al término de la sesión, el diputado Carlos Tomada consideró que el discurso del Jefe de Gobierno era “por lo menos, repetido”. “Siempre diciendo lo mismo: la desocupación en la Ciudad de Buenos Aires crece en todas las mediciones y no toma ninguna medida contracíclica porque va en la misma dirección que la Nación”, sostuvo, y agregó: “no creo que haya hablado de esta ciudad”.

El actual titular del bloque kirchnerista, Mariano Recalde, criticó las obras que prioriza el Estado local, las que consideró “vistosas”. “Uno no puede desconocer que se están haciendo obras pero en la ciudad más rica del país hay cada vez más gente durmiendo en la calle”, graficó, y cargó contra Rodríguez Larreta: “discursea a puertas cerradas y las cosas se están poniendo muy mal”.