Otra historia de lujo en el fútbol argentino. El nombre de Maximiliano Comba se había escuchado y pronunciado muy poco hasta el día de hoy en la Primera División  de Argentina. Es que el cordobés nacido en enero de 1994 en La Cautiva, un pueblo que queda a más de 600 kilómetros del estadio Juan Carmelo Zerillo, el lugar donde el delantero plantó su chapa en la Superliga, con el gol que convirtió para que Gimnasia le gane 2-1 a Boca.

Desde muy chiquito ya evidenciaba condiciones pero a él poco le importaba. A Maxi le gustaban los trabajos del campo que hacían su papá y sus hermanos más grandes. "En mi familia son todos gauchos. Se dedicaban a los caballos, las domadas... y a mí me gustó siempre eso", le contó a Perfil hace un tiempo. Y había más: "A veces me escondía abajo de la cama cuando me buscaban para ir a jugar a la pelota". Las vueltas de la vida.

Estuvo en Estudiantes de General del Valle hasta los 12 años y luego pasó a San Martín de Vicuña Mackena, pero a los 15 decidió largar el fútbol para trabajar con su padre en el campo. Sin embargo, su talento era demasiado como para desperdiciarlo y por la insistencia de Leonardo Rufinengo, volvió a las canchas. Primero otra vez a Estudiantes, pasó por Recreativo de Jovita y finalmente nuevamente a San Martín de Vicuña Mackena, para empezar la carrera en AFA.

Allí jugó el Federal C y ganó la Liga de  Río Cuarto  para que llegaran las ofertas de las categorías superiores: Estudiantes de Río Cuarto lo buscó y a partir de ahí todo cambió. Se convirtió en un jugador clave del equipo y fue figura en el último Federal A. De allí directamente pegó el salto a la Superliga, Troglio confió en él y lo sumó a su plantel en Gimnasia, para que luego de un par de meses de adaptación termine siendo una de las figuras del triunfo ante Boca, con gol incluido.