Uno pensaba que el 26 de junio era una fecha inmortalizada en la memoria de los hinchas millonarios. Pero jamás de esta forma. En 1996 River conquistó su segunda Copa Libertadores frente América de Cali con los dos goles de Hernán Crespo tras una década de sequía.

Lo cierto es que desde hace 9 años esa efeméride tan importante quedó tapada por la página más oscura de la historia de la institución. 

Aquella fría tarde del 26 de junio de 2011 sentenció la inesperada pérdida de categoría de un grande del país frente a Belgrano tras la derrota por 2 a 0 en Córdoba y el empate 1 a 1 en Núñez. La Banda no logró imponerse frente a el Pirata en ningún encuentro y pagó caro las pocas ocasiones desperdiciadas, entre ellas el recordado penal atajado por Juan Carlos Olave a Mariano Pavone.

El descenso fue un hecho y de la peor manera, con los repudiables incidentes durante el partido que siguieron en las calles aledañas al estadio Monumental. El dolor en los hinchas y en los jugadores fue lapidario, la peor pesadilla era una realidad.

Todos saben el desenlace de esta historia, pero hoy en la actualidad muchos hinchas dejaron de ver al descenso como la tragedia más grande, sino como un golpe de aprendizaje. Porque en el fútbol como en la vida, es necesario tocar fondo. Si El Millo se hubiera salvado, se convertía en una rueda emparchada. Todo se maquillaba y se seguía, pero esa institución estaba destruida. El estadio en pésimas condiciones, se buscaba hacer negocios con juveniles que apenas tenían un puñado de minutos en la Primera y le acortaban los procesos de aprendizaje que requiere un futbolista, sueldos atrasados y los referentes se tenían que pelear con los dirigentes para que se encargaran de pagar. Esas cosas no eran solo de la gestión Passarella sino que las arrastraba desde la presidencia de José María Aguilar.

Por lo tanto, si nada hubiera pasado, hoy River no sería ni la mitad de lo que es actualmente. Las consecuencias post descenso fueron sumamente positivas: se aumentó la cantidad de socios que acompañaron durante toda la campaña en el viejo Nacional B, los retornos de Fernando Cavenaghi (27) y Alejandro Domínguez (29) para llevar al club de sus amores a lo más alto cuando el panorama era desolador. Matías Almeyda colgó los botines y se calzó el buzo de director técnico. Y para la segunda ronda, la categoría se dio el lujo de tener a un campeón del mundo como David Trezeguet, que fue determinante para la vuelta a la élite del fútbol argentino.

Sin dudas que esta fecha es el Yin y Yang en el equipo de La Banda. De lo más alto que puede ser una levantar Copa Libertadores al cielo de América, a lo más doloroso y angustioso que puede ser un descenso que será recordado por siempre.

Por Enzo Azzolina