Potreros, fútbol y estilo "criollo"
Por Rodrigo Daskal
Probablemente hemos escuchado muchas veces, como explicación respecto de la "manera" en que se juega al fútbol profesional actualmente, que ello es producto de la falta o escasez de potreros para jugar al fútbol en su nivel inicial, a diferencia de un pasado mítico repleto de espacios "libres" para el despliegue de habilidades de niños, jóvenes (y no tanto) en ellos. Como consecuencia, asistiríamos a espectáculos rústicos y carentes de ciertas virtudes o características asociadas al buen juego y la belleza de un "estilo". Quizás para pensar sobre ello, deberíamos vincular dos planos aparentemente distintos. Por un lado, el desarrollo del fútbol como protoespectáculo a comienzos del siglo XX ocurrió en un espacio urbano y suburbano plagado de espacios potreros, baldíos, calles- en los cuáles, de manera predominantemente masculina, se adoptó y resignificó la práctica del fútbol. Hacia finales de la década del ´20 y configurada la ciudad de Buenos Aires y su contorno, el loteo inmobiliario y quizás otras variables relacionadas a la vida urbana, irán cercenando con las posibilidades de dicha práctica y conviviendo o dando lugar a otras, como el "fútbol cinco".
Pero este primer punto debería ponerse en tensión con otro, estudiado por Eduardo Archetti en su análisis de la revista El Gráfico; los potreros como base material y simbólica para fundar un estilo de juego argentino frente al inglés, en un fútbol organizado al margen de la oficialidad estatal como zona libre en los años 20 y 30 del siglo pasado. Un territorio de libertad que dará lugar a un juego más individualista y a la gambeta como rito de pasaje hacia un estilo criollo en las grandes plumas de Borocotó y Chantecler entre otros, y que confrontará con el modelo escolar británico y su estilo de juego rudo y fabril. ¿Y cómo es que esto habría ocurrido? Mediante una transferencia de cualidades y absorción de sustancias fundamentales los inmigrantes latinos "nacionalizan" el fútbol pues "adquieren" un esencialismo argentino basado en determinadas conductas humanas, en el paisaje y el ambiente de la pampa, hasta por medio de la comida y el beber mate. Se "naturaliza" así al jugador criollo, que "nace" y se forma en los potreros y calles, a lo que se le sumará luego la astucia y la viveza criollas -el amague, la bicicleta, el túnel- como marca distintiva frente al matemático y frío estilo inglés.
Cada tanto, escuchamos también los ecos de esta operación cuando se compara, por ejemplo, al Maradona criado en los potreros del suburbio barrial con el Messi rosarino, más urbanamente prototipo del trabajo futbolístico organizado. Sin dudas, las transformaciones de la cultura urbana han ido imposibilitando la práctica en los baldíos y potreros de antaño, así como también podamos discutir la existencia de estilos futbolísticos, ya sin esencialismos, y sobre todo, el posible vínculo entre ellos, quiénes los llevan adelante y la representación de una nación.