Las discusiones populares sobre si los penales deben ser reemplazados por penales americanos son la vedette de las charlas de café sobre las nuevas reglas que la FIFA propone cambiar en un futuro no muy lejano, pero la más importante de todas tiene que ver con la desaparición o no del orsai, ya que, sin orsai, el fútbol dejaría de ser fútbol.

El mentor de tales ideas, algunas criteriosas y otras descabelladas, pero todas debatibles, es una gloria del fútbol como Marco Van Basten, hoy director de desarrollo de FIFA.

La propuesta más polémica del ex-goleador tiene que ver con la abolición de la Ley de Fuera de Juego, una de las principales y más importantes de las que rigen desde 1863, cuando un grupo de ingleses determinó en la taberna Freemason de Londres la reglamentación del fútbol como lo conocemos y la separación definitiva del rugby. El origen tiene que ver con el Fair Play, para que los delanteros no sacaran ventajas sobre los defensores rivales y, además, para que colaboraran con el armado de juego de su propio equipo evitando el llamado pesquero , atacante que aguardaba cerca del arco para sólo empujar la pelota a la red, llevándose los laureles cuando los demás se encargaban de la elaboración de juego, que vendría a ser el trabajo sucio de la jugada en cuestión.

La ley del orsai -como aceptamos el término derivado de offside- también brindó al fútbol un aprovechamiento total del espacio del campo de juego, reivindicó las posiciones de la mitad de la cancha y dio origen a infinidades de tácticas y estrategias.

Sin orsai el fútbol será otro deporte, que se asemejará a partidos de plazas y colegios, de pelotazos de área a área, de poca estética y que pondrá en riesgo la figura del director técnico, o al menos limitará su trabajo a la elección de nombres y a definir la cantidad de defensores/lanzadores -de pelotazos- y atacantes pesqueros que pondrá en la cancha.

La eliminación de los penales generaría melancolía, pero favorecería al trabajo de la técnica y habilidad de los futbolistas, así como daría a los arqueros mayores posibilidades de contrarrestar las definiciones sin las limitaciones absurdas de las reglas del penal, como el no poder adelantarse en una ejecución y aguardar un remate casi como en un paredón de fusilamiento.

Otro punto clave tiene que ver con aplicar el tiempo de juego neto en los últimos diez minutos de cada partido. En este caso me muestro favorable a su implementación en la totalidad del partido. Estudio mediante habría que determinar cuánto tiempo de juego debería durar cada mitad -serían de entre 20 y 25 minutos-. Utilizarlo en los últimos diez carece de lógica, ya que cada minuto de partido es igual de importante.

Sobre si los capitanes debieran ser los únicos que puedan hablar con los árbitros parece no tener mucho sentido, siendo que en algunas jugadas los protagonistas no son justamente los capitanes. Sin embargo, se trata de una buena intención de terminar con las exasperantes protestas constantes de jugadores que buscan sacar ventajas y condicionar a los colegiados.

Hay más ideas de Van Basten que serán estudiadas y aplicadas o vetadas con miras al Mundial revolucionario de 2026 y todas las opiniones son válidas. Sin embargo, me permitiré expresar, para finalizar, que el fútbol sin orsai marcará la muerte del fútbol y el inicio de un juego diferente al que habría que rebautizar.