Las palabras más peligrosas en política monetaria y economía son “esta vez va a ser diferente”. El gran error de los políticos en Argentina es creerse que la inflación es multicausal y que todo se soluciona con crecientes dosis de intervencionismo.

El índice de precios al consumidor en Argentina experimentó en abril una subida interanual del 58%, lo que significa 2,9 puntos porcentuales por encima de la variación registrada el pasado marzo. Una auténtica catástrofe. La inflación en Argentina es más de seis veces superior a la de Uruguay, cinco veces superior a la de Chile, cuatro veces superior a la de Brasil o Paraguay, países vecinos expuestos a los mismos problemas globales.

No, la inflación en Argentina no es multicausal, es “unicausal”, solo tiene una causa: la política monetaria extractiva y confiscatoria. Imprimir pesos sin control y sin demanda. Argentina dispara su base monetaria para financiar un gasto público excesivo, inflado y destructivo. 

En lo que va de año, la base monetaria ha aumentado un  43,83%, una locura. La inflación es del 58,2%. En los últimos tres años la base monetaria ha aumentado un 179,73% y en 10 años más del 1.543,8%. Eso es una aberración económica, no “política monetaria inclusiva” como lo llamaba Kicillof. En los últimos diez años el peso argentino ha perdido un 99% de su valor contra el dólar. Se trata, literalmente, de expropiar la riqueza del país imprimiendo pesos inservibles.

Muchos peronistas dicen que Estados Unidos también aumenta masivamente su masa monetaria y no tiene inflación. El argumento no se sostiene. La base monetaria de Estados Unidos crece a un ritmo del 9,9%, seis veces menos que la de Argentina y, además, Estados Unidos sufre también una inflación del 8,5%. En el máximo del exceso monetario estadounidense, la base monetaria creció un 26,9%. En ese mismo periodo, la de Argentina crecía al triple, y con demanda decreciente de pesos, mientras la demanda global y local de dólares norteamericanos crecía.

En términos agregados, la masa monetaria incluyendo todo el dinero en circulación se ha disparado en Argentina un  2.328,09% en diez años, en Estados Unidos se ha duplicado. Es decir, la masa monetaria agregada en Argentina en la última década aumenta a más de once veces el ritmo de la norteamericana. Solo Venezuela ha llevado a cabo una locura semejante. Venezuela es un ejemplo importante, porque el gobierno y Banco Central de Argentina están llevando al país al riesgo de hiperinflación, aumentando agresivamente la cantidad de pesos en circulación mientras la demanda de dichos pesos de los ciudadanos del mundo se desvanece.

No solo es que los extranjeros no demanden pesos ni los acepten en transacciones internacionales, que es una realidad. Es que los ciudadanos de Argentina no aceptan su propia moneda como reserva de valor, unidad de medida y método de pago en innumerables ocasiones.

La irresponsable actitud del gobierno aumentando el gasto sin control y la del Banco Central monetizándolo han llevado a Argentina a tener una moneda fallida, en un país en el que coexisten al menos siete tipos diferentes de cambio del dólar, otra aberración económica.

Argentina se está “Madurizando” a velocidad de vértigo. Los políticos extractivos proponen cada vez mayor intervención; los “controles de precios” solo empeoran la economía y aumentan la escasez, la inseguridad jurídica y el cepo cambiario devastan la atracción de inversión y la actividad productiva. Y con ello avanza lentamente hacia la hiperinflación, cuando el peso valga menos que el papel con que se imprime.

Lo más triste es que en Argentina se repita que ya se dolarizó y no funcionó. En Argentina no hubo dolarización, se hizo un engaño que fue decir que un peso es igual a un dólar. Como las stablecoins que hoy se desploman en el mercado, simplemente era una falacia gubernamental y, cuando estalló, solo se les ocurrió a los gobernantes destruir todavía más el poder adquisitivo de la moneda.

Sí, Argentina se parece cada día más a Venezuela, cuando podría ser el país más rico y próspero de su región. Argentina tiene capital humano, potencial y oportunidades para ser líder. Si los políticos continúan ignorando la evidencia del efecto depresor, extractivo y confiscatorio de la política monetaria y fiscal, convertirán a un estado en crisis permanente en un estado fallido con hiperinflación. La solución es sencilla y a la vez complicada. Abandonar esa política monetaria, dolarizar de verdad (no con engaño), reducir el excesivo gasto político y eliminar las trabas fiscales y burocráticas a la inversión.