El principal efecto de los impuestos es de tipo fiscal e implica que los recursos que paga una parte de la sociedad  por un determinado tributo, son recaudados por el Estado para financiar cierto subconjunto de sus actividades (si es un impuesto con asignación específica) o para sostener su estructura y el conjunto de sus acciones. En este caso, importa analizar tanto el nivel de la recaudación (por ejemplo, como porcentaje del Producto Bruto Interno) como su impacto distributivo (es decir, si después del cobro del impuesto y de la provisión de bienes y servicios públicos que el mismo financia, la distribución del ingreso es más igualitaria o más desigual que antes).

Acorde a ello, tiene sentido, a la hora de evaluar alternativas al cobro de las retenciones a las exportaciones (en especial de productos primarios), preguntarse: ¿Tienen el mismo potencial en términos de monto a recaudar? ¿Cuáles son sus impactos distributivos?

En materia de reemplazar el valor potencialmente recaudado por las retenciones es donde las alternativas posibles resultan más amplias, si se prescinde de las preguntas distributivas. Así, los puntos del PBI que se obtendrían por un sostenimiento o incremento de las retenciones podrían reemplazarse por otras fuentes fiscales, desde mayores contribuciones patronales y aportes personales, hasta un incremento de la alícuota del IVA, además de cambios en el impuesto a las ganancias, una mayor tributación sobre los combustibles u otras posibilidades, de variopinto efecto distributivo o posibilidad política.

En cuanto a su impacto distributivo, dado que junto con el incremento de retenciones también se establecieron aumentos en el impuesto a los bienes personales, la creación de un tributo sobre la tenencia de activos en el exterior, un impuesto a la compra de moneda extranjera y gastos fuera del país y la incorporación -de cara al cálculo de la base del impuesto a las ganancias- de la renta de determinados activos financieros, no parece que subsistan muchas alternativas en relación a los impuestos nacionales que permitan reemplazar la importante recaudación esperada por el aumento de las retenciones con un efecto distributivo igual o más progresivo que el de dicho incremento.

Adicionalmente, sostener las retenciones de alimentos y combustibles, permite atenuar internamente el impacto del aumento de los precios internacionales de los bienes transables (es decir que los aumentos de los precios internacionales no promuevan la suba de los precios internos) y gravar a los sectores exportadores que obtienen fuertes beneficios como consecuencia del incremento de dichos precios internacionales en pesos (por ejemplo, por efecto de una devaluación o depreciación del tipo de cambio local), volcando parte de esa sobre-renta a sostener las actividades del sector público.

Por último, las retenciones a las exportaciones que impactan sobre los ingresos de los sectores agropecuarios concentrados, aún de considerarse un elemento fiscal no óptimo, resultan con un potencial de elución y evasión menor al de otros tributos, tales como el impuesto a las ganancias o el inmobiliario rural, tal como la feroz resistencia, con correlato mediático y político, de estos grupos en el marco del debate sobre la Ley Impositiva de la Provincia de Buenos Aires para 2020.

*Investigador – docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Twitter: @unsamoficial