Lo primero que debemos entender es que un país que demuestra ser fiable ante el mundo y que cumple con sus compromisos no debería considerar un 58% del PBI como un nivel de endeudamiento externo alto ni mucho menos peligroso. Es cierto que ha aumentado en 15 puntos del PBI desde junio de 2018 a junio de 2019, fundamentalmente por la decisión errónea de la administración de Macri de llevar a cabo un ajuste gradual que se quedó en casi nada. Es decir, el gobierno prefirió tomar deuda antes que reducir el enorme gasto público y excesos de gasto político del país. Por lo tanto, caer en el error de hacer impago como el pasado sería contraproducente e innecesario (lean nuestra columna “FMI, impago o negociación”).

Argentina con un 58% de deuda externa sobre PBI no es, ni de lejos, uno de los países más endeudados con el exterior ni de una manera sofocante, ya que una parte importante es deuda con el FMI en condiciones muy ventajosas. Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Holanda, Luxemburgo, España o Canadá tienen niveles de endeudamiento externo muy superiores a la Argentina. En realidad, tener endeudamiento con el exterior no debe ser un problema para un país serio y confiable. De hecho, en casos como los antes mencionados, un alto nivel de deuda externa es precisamente el reflejo de que los ahorradores del mundo confían y valoran los bonos del país emisor.

Por lo tanto, lo último que debería plantearse en el debate político es la deuda externa como amenaza y todavía menos la posibilidad de hacer impago ante la evidencia del desastre que se genera en toda la economía. Pero nos deberíamos preguntar por qué los políticos se preocupan por la deuda externa y no la interna. Primero, porque entre los candidatos se mantiene la idea mágica de mantener los errados controles de capitales. Si se sigue poniendo escollos a la inversión internacional y se mantienen medidas intervencionistas, entonces no nos debe sorprender que un país con un nivel relativamente bajo de deuda externa termine en proceso de impago. Segundo, porque a la deuda interna la están despedazando, destruyendo el poder adquisitivo del peso vía inflación descontrolada y destrucción del ahorro de los argentinos. Lo que ocurre es que, como no podía ser de otra manera, los ciudadanos se defienden de la política monetaria depredadora acumulando dólares u oro.

¿Puede Argentina pagar su deuda externa?

Para que Argentina resuelva sus problemas tiene que hacer lo contrario a lo que nos están contando algunos candidatos. Debe eliminar los controles de capitales, reducir impuestos para atraer inversión extranjera y con ello, más reservas de moneda extranjera, debe parar la locura de aumento de base monetaria de doble dígito anual y dejar de financiar vía deuda o monetización el déficit público descontrolado. Tiene que dolarizar de verdad. No inventarse un cambio ficticio e irreal del peso y acumular desequilibrios hasta que explote. Adoptar el dólar como hizo Ecuador y otros. No son recetas sorpresa. Argentina no puede tener más riesgo de impago que países en guerra por una política irresponsable y extractiva que viene de hace muchos años, no de esta administración. Un país con una deuda externa del 58% del PBI solo tiene que mostrar al mundo que es confiable, serio y que está comprometido con la atracción de inversión y de empleo. Si Argentina vuelve a los errores de la política monetaria salvaje y el gasto descontrolado, perderá reservas a velocidad récord y el impago de la deuda externa llevará a una depresión económica mucho más agresiva.

*Doctor en economía, profesor de Economía Global y autor de bestsellers entre los que se cuentan La Gran Trampa, La Madre de Todas las Batallas y Viaje a la Libertad Económica, traducidos al inglés, chino y portugués. Twitter: @dlacalle