El nuevo gobierno asumió la conducción de una economía con graves problemas por resolver: angustiantes niveles de pobreza y desempleo, recesión económica, inflación creciente, por nombrar algunos. También lo esperaban fuertes restricciones para abordar estos desafíos, con la enorme carga de deuda como limitante principal (a lo que ahora se suma la pandemia). Otro elemento que acorta el margen de maniobra es la concentración económica de nuestro país, que es de larga data y fue agravada (como tantas otras cosas) durante el gobierno de Cambiemos. Un puñado de empresas tienen tal centralidad estructural para la economía argentina que les confiere un enorme poder de veto sobre la política pública. En esta columna presentamos muy concisamente algunos rasgos de esta cúpula empresaria.

Definimos como cúpula empresaria a las mayores 200 empresas no financieras del país, que concentran más del 25% de las ventas de toda la economía (Valor Bruto de Producción). Estos actores son fundamentales en tanto tienen una influencia decisiva sobre variables económicas como los precios, la inversión, el empleo y las exportaciones. Además, dado que 109 de estas 200 empresas son de propiedad extranjera, también representan una parte importante de la salida de dólares de nuestro país vía remisión de utilidades. La tabla siguiente muestra la composición sectorial, la cúpula:

El poder empresario en Argentina

Las empresas industriales conforman el mayor grupo dentro de la cúpula. El grueso de la élite fabril lo integran grandes corporaciones agro-alimenticias (Vicentín, Cargill, Bunge, Arcor, Louis Dreyfus, Oleaginosa Moreno, Asociación de Cooperativas Argentinas, Cervecería Quilmes, Aceitera General Deheza, Molinos Cañuelas, Mastellone Hermanos y Molinos Agro entre las más gravitantes), las terminales automotrices (Toyota, Volkswagen, Fiat, General Motors, Ford, Peugeot-Citroën, Renault, etc.), diversos capitales abocados a la fabricación de sustancias y productos químicos (PBB Polisur, Monsanto, Unilever, Kimberly Clark, Indupa, Profertil, Bayer, Syngenta Agro, etc.), el núcleo de la industria de metales comunes (Siderar, Siderca, Acindar, Aluar, Acerbrag y Sipar) y tres refinadoras (Shell, Axion Energy y Refinor).

El sector comercial es otro de los más importantes y aglutina empresas de rubros diversos, entre las que se destacan los principales supermercados minoristas y mayoristas (Carrefour, Jumbo, Coto, Walmart, Día, Libertad, Makro, Maycar, Diarco), Mercado Libre (comercio por internet y otras actividades), ADM (venta al por mayor de cereales, oleaginosas y forrajeras), varias droguerías (del Sud, Suizo Argentina, Monroe Americana) y comercializadoras de electrodomésticos (Garbarino, Frávega) y de autos importados (Nissan).

Los dos sectores mencionados perdieron algo de peso durante el macrismo, a la luz del deterioro de los salarios y jubilaciones que afectaron el consumo interno. En contraposición, se expandieron notablemente empresas prestadoras de servicios públicos favorecidas por los tarifazos.

Desde los comienzos de la conformación de la alianza electoral del Frente de Todos, la búsqueda por alcanzar amplios niveles de consenso fue un sello notorio, con la elección de Alberto Fernández como candidato a Presidente de la Nación como la principal muestra de esta intención. La misma pretensión conciliatoria predominó durante los primeros meses de gestión. Sin embargo, la posibilidad de aliviar el difícil pasar de los sectores populares puede chocar con la imposición de los intereses de la elite empresarial. Los obstáculos encontrados durante la pandemia para controlar los precios, frenar despidos y gravar las grandes riquezas sean quizás una muestra de esto.

*Mg. en Desarrollo Económico (UNSAM), Licenciado en Economía (UNR), Becario doctoral (CONICET). Twitter: @lcassini