Abordar una reflexión sobre los modos laborales en la post-pandemia del capitalismo contemporáneo en el sur del globo, implica dar cuenta de las nuevas maneras de gestionar el trabajo que se expande en Argentina y en la región. El trabajo en la historia de la humanidad ha adquirido las formas predominantes que le han impuesto las clases poderosas en sus búsquedas de beneficios. El futuro ya llegó.

En las últimas tres décadas, los Estados centrales (encabezados por USA) y grandes corporaciones capitalistas, en el marco de la guerra fría y para superar las crisis del capital, ha socavado el modelo de trabajo tradicional de producción yendo más allá de la gestión toyotista en el desligamiento de la relación laboral. En este nuevo modo de gestionar el trabajo, la tecnología y la información juegan un papel central, dado que las matemáticas y los algoritmos son subordinados por el capital financiero, la industria del software y las empresas digitales para maximizar tiempo y ganancias; estas estrategias conllevan un avance progresivo sobre los empleos, lugares y horarios fijos, tareas asignadas por un salario, prestaciones sociales y cierta seguridad laboral y económica.

La avanzada capitalista a nivel planetaria viene experimentando, desde hace varios lustros, nuevos y diversos mecanismos para tornar más productivo el trabajo que redunde en elevar la tasa de ganancia. Esto significa profundizar en la modificación de la subjetividad obrera en relación a la flexibilización y la participación en las decisiones (cuándo y dónde), recompensar por objetivos, trabajos circunstanciales (pluriempleo) y combinar según el caso, trabajo presencial con home work para que puedan lograr una mayor productividad. En suma, una subjetividad capaz de adaptarse velozmente a los cambios tecnológicos que promueve el propio capitalismo. Y trabajadores agiles e innovadores que tengan metas precisas que estén preparados para trabajos inteligentes y flexibles para un mayor rendimiento laboral que vendrá dado por sentirse a gusto con la idea de tener autonomía personal y el gobierno de sus vidas. Una vida laboral sin jefes.  Un trabajador independiente.

Estas prácticas y discursos que operan en algunas empresas poderosas del mundo como Amazon, Unilever, Zoom, Twitter, Google, Facebook, Uber, BBVA, etc. intentan abrirse paso en América Latina donde se combinan con diversas estrategias de otros modelos de producción. En este sentido, los trabajos que más se expandieron en los últimos años en el sur global han sido los plataformizados abocados al servicios de transporte de personas, reparto, mensajería y entrega de productos a domicilio, comercio digital (Rappi, Glovo, Uber, Uber-eats, Cabify, DiDi, Pedidos YA, AirbBnB, etc), traducciones, doblajes de películas y series, educación a distancia, etc. Siendo Uber el modelo de este nuevo régimen laboral que exige de sus trabajadores solventar sus propias herramientas (autos, motos, celulares, celulares, computadoras, internet, etc.), seguros de vida y de rodados, cobertura médica, licencias pagas, es decir, que asuman todos los costos que implica la actividad laboral sin derechos ni cobertura legal.

En nuestro país estas nuevas formas de gestionar el trabajo fueron facilitadas por al menos dos factores: a) el terror generado por la pandemia (ciento de miles de personas muertas junto con miles de despidos, suspensiones, alta inflación y bajos salarios) y b) la política de ajuste económico macrista y continuada por el gobierno del Frente de Todos, tuvo un efecto disciplinador feroz (análogo a hiperinflaciones de 1989-90) en la psicología de las/los trabajadores, llevándolos a aceptar condiciones de trabajo y de vida cada vez más precarias.

Así, la nueva gestión laboral ha configurado dos grandes paralelas que pareciese en el mediano plazo tiendan a acercarse: por un lado, el significativo aumento de trabajos precarizados, denominados informales, monotributos (Según Indec 2.246.000 en 03/2022), las trabajadoras de casas particulares estimadas en 1.100.000, a lo que se le podría agregar más de un millón de trabajadoras/es desocupados, es decir, sin ningún derecho laboral. Por otro lado, la precarización ascendente de los trabajos formales o con convenios colectivos de trabajo que empiezan a perder derechos adquiridos, por ejemplo, citas médicas, psicológicas y psiquiátricas, docencia virtualizada, bancarios, ferrocarriles, áreas administrativas de industrias y empresas. Esta situación de quita de derechos a través de reformas por rama o empresa se da a través de modificaciones a los convenios laborales como en los casos de Petroleros y Automotrices (Toyota).

Para comprender todo el cuadro de situación tenemos que observar las acciones de los gobiernos de turno y las direcciones sindicales que en la última década permitieron el avance de estas estrategias capitalistas que profundizan la explotación, la pobreza y la marginación social. En este escenario oscuro y dramático para el conjunto de trabajadores y trabajadoras ocupados y desocupados, generan esperanzas las protestas enarboladas por el Frente de Lucha Piquetero encabezado por el Polo Obrero, y la movilización y las luchas (con conquistas) que lleva adelante el sindicato del neumático con paritarias records, contra el intento de despidos (preventivo de crisis), suspensiones con menor salario y otros mecanismos de precarización. También mejora la perspectiva a nivel mundial la organización sindical en los almacenes de Amazon-New York- y las tiendas de Starbucks (varias ciudades de USA), empresas claramente anti-derechos y anti-sindicales.