La industria entre las cuerdas
En un escenario económico general de creciente complejidad, la industria vuelve a enfrentarse en el mes de julio con datos que evidencian un desempeño preocupante: los números del Estimador Mensual Industrial del INDEC mostraron en junio y julio caídas interanuales del 8,1% y del 5,7% respectivamente, con contracciones en casi todos los sectores industriales
En el mes de junio sólo uno de los doce sectores relevados mostró crecimiento interanual (metales básicos), mientras que en julio dos de ellos lo hicieron (metales básicos y automotriz). Así, se quebró la heterogeneidad que caracterizaba a la evolución del sector también conocida como “industria a tres velocidades”, para pasar a un escenario de caída generalizada.
Pero estos datos no sorprendieron a casi ningún analista. Tanto el contexto macroeconómico como la ausencia de una política industrial vienen afectando a los sectores manufactureros y estos números no hacen más que evidenciarlo.
En primer lugar, la inestabilidad cambiaria ha generado una sensación de incertidumbre incompatible con la viabilidad de las actividades productivas. Esto se debe a que en esta coyuntura cualquier proyecto queda expuesto a volatilidades permanentes que alteran todas las ecuaciones que deben considerar las empresas. Estas se enfrentan, entonces, a un descalce entre el tipo de cambio vigente al momento de las ventas y el tipo de cambio al momento de reponer los stocks, lo que profundiza la retracción del sector.
Pero a esto se le suman dos medidas recientemente anunciadas por el gobierno, vinculadas a la exportación de bienes industriales. Ambas parecen ampararse en las ganancias de competitividad- aunque espuria y probablemente transitoria- que podría otorgar la devaluación originada por la última corrida cambiaria.
La primera de ellas fue la reducción de los reintegros a las exportaciones. Esta herramienta busca evitar la “exportación de impuestos” y está orientada fundamentalmente a morigerar el impacto de la alta presión tributaria local en la competitividad de las manufacturas exportadas. Con su reducción no sólo se limita ese efecto, sino que en algunos casos achica sensiblemente la diferencia entre el reintegro por las exportaciones de bienes con alto valor agregado respecto de eslabones previos en la cadena productiva.
La segunda de las medidas implementadas en este sentido fue el establecimiento de derechos a la exportación del 12% con un tope de $3 (y en algunos casos $4) por dólar para todas las manufacturas. Esta diferenciación a la baja del tipo de cambio para las exportaciones industriales implica una falta de consideración de la diversidad de manufacturas producidas en Argentina, en la medida en la que aplica el mismo derecho para todas, profundizando los incentivos negativos para la agregación de valor a nivel local.
Pero el principal problema que se pone de manifiesto en ambas medidas es la limitación del gobierno nacional para determinar una política de desarrollo por encima de su vocación fiscalista. Desconociendo que es la industria el sector que mayor contribución fiscal realiza con relación al valor agregado que genera, vuelven a presionar sobre su competitividad internacional, profundizando así las dificultades que tienen hoy por hoy algunas ramas industriales para posicionarse en los mercados extranjeros.
Es indudable que el curso de las cosas requiere que el gobierno rearticule el diálogo con los sectores productivos del país y diseñe un programa económico consistente con la agregación de valor y la generación de empleo, que son las principales herramientas con las que puede contar una economía para crecer, mejorar la distribución y combatir la pobreza.
*Licenciada en Economía (UBA). Docente universitaria