En diálogos informales algunos conocidos suelen preguntarme “cuándo se pudre”. Se trata de una pregunta curiosa teniendo en cuenta que Argentina está cumplimentando una nueva década perdida (la otra fue en los años 80s), y que este solo hecho implica una catástrofe económica de proporciones. De todos modos, y aunque parezca extraño decirlo, esto no es lo peor. Durante el último decenio Argentina sentó las bases para que la recuperación del crecimiento en los próximos años sea muy difícil de lograr.

Una de las justificaciones para este diagnóstico es que en la Argentina de hoy las políticas económicas están drásticamente disminuidas tanto en capacidad como en efecto. Por un lado, debemos considerar la acumulación de un déficit fiscal importante durante varios años. Si bien es cierto que en otros países los déficits públicos han sido y continúan siendo elevados, los límites máximos en una economía como la nuestra surgen mucho antes. La razón principal es que en nuestro país la demanda de dólares está permanente ávida, mientras que la oferta es muy escasa y volátil. Cuando la economía produce un déficit fiscal que no logra expandir la actividad económica, el resultado es una pérdida dramática en su posición neta de dólares. Si el déficit se financia con emisión monetaria, las reservas internacionales sufren casi de inmediato por la vía de que los agentes cambian pesos por dólares en poder del Banco Central. Si el déficit en cambio se financia con deuda, la economía entra en un sendero sumamente arriesgado, porque queda expuesta a los vaivenes del humor de los inversores internacionales y locales. El resultado es que, aun cuando fuera un hecho cierto que una expansión del gasto o una reducción impositiva contribuiría a salir de la recesión, la capacidad y efectividad de la política fiscal para lograr este objetivo es cada vez más restringida.

No cambia mucho el panorama para la política monetaria y cambiaria. En un entorno de inestabilidad y baja credibilidad, no hay régimen nominal que convenza a los actores económicos locales e internacionales. Los cambios de estrategia han sido permanentes y, desde luego, poco contribuyen a la calma de los mercados. Ante cada salto en el tipo de cambio se responde con nuevas alzas en las tasas de interés para detener la devaluación y evitar que se monten sobre ella nuevas expectativas de suba del dólar. Esta maniobra es entendible cuando se trata de suavizar una corrida específica en un momento específico. Pero como respuesta sistemática, las tasas de interés permanentemente más altas producen enormes daños sobre el funcionamiento del sistema de crédito presente y futuro. Ante la alternativa de obtener rendimientos en dólares muy elevados con alta probabilidad, es lógico que los inversores financieros dediquen recursos a especular con el carry trade. Pero lo verdaderamente preocupante es que con tasas sostenidamente elevadas esta actitud especulativa se extienda también a las firmas, lo que terminaría de lesionar el tejido productivo local, en especial el de las PyMes.

Mientras las políticas macroeconómicas se encuentran inhabilitadas, la capacidad automática de los emprendedores privados para contribuir a salir de esta coyuntura también es limitada. La fantasía de un sector privado que simplemente desea ser liberado de sus cadenas impositivas es solo eso, una fantasía. En un plazo inmediato, las empresas necesitan recuperar la demanda de sus productos, no una reducción de costos.

Algunos analistas han sugerido que la experiencia de 2002 demuestra que es posible, luego de un shock violento que aumente brutalmente el tipo de cambio real y reduzca costos reales de manera permanente, promover una recuperación duradera como la que ocurrió entre 2003 y 2008. Pero hay que recordar que esto fue posible, además, gracias a la extinción de las obligaciones provocadas por la reestructuración de la deuda pública. En la actualidad, sin embargo, la deuda está de vuelta y seguirá siendo la daga que pende sobre la cabeza de la recuperación económica durante varios años.

*Economista, docente de Macroeconomía de la UBA, ex Director del Ministerio de Economía. Twitter: @Iron_Hic_Man