En los próximos días probablemente se firme con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un acuerdo que postergue por algunos años (se habla de tres) los pagos con el organismo. En principio, esto es una buena noticia: se posterga el pago de casi 20 mil millones de dólares de 2022 y no se entra en default. Pero veamos el asunto un poco más de cerca.

En 2020 y 2021 Argentina ha tenido desempeños récord en materia de comercio exterior (hay que remontarse al menos diez años para encontrar mejores desempeños en la materia), no ha debido afrontar pagos significativos en términos de deuda externa pública y, sin embargo, no sólo no ha acumulado reservas sino que ha devaluado el tipo de cambio oficial en un 70%, y pese a eso, ha estado al borde de una crisis cambiaria profunda en más de una oportunidad. Repitámoslo de manera más sencilla: entran más dólares que nunca por el canal comercial, no tenemos pagos de deuda y, sin embargo, no sólo no “sobra” absolutamente nada, sino que estamos al borde de una crisis cambiaria. ¿Cómo es posible entonces pagar algo? ¿De dónde saldrían esos dólares? Nadie sabe o nadie lo dice.

Pero además hay otro “pequeño” problema. En 2024 y 2025 aparecen vencimientos importantes de la deuda que se renegoció durante 2020 con los acreedores privados; en 2024, entre intereses y amortizaciones, habría que desembolsar un poco más de 4 mil millones de dólares, y ya en 2025 alrededor de 10 mil millones. Ni hablar en el distópico 2028 y 2029, cuando la cifra supere en cada año los 12 mil millones. Nadie sabe cómo podría pagarse semejante cifra.

En este escenario, hay una pregunta necesaria que hay que formularse, ¿qué pasa si no pagamos? No porque quienes escribimos la nota no queramos pagar la deuda, o porque seamos militantes de la ultra izquierda. Sencillamente porque, así planteada, es una deuda que no se puede pagar. Es una cuestión matemática elemental: cualquier cronograma de pagos del 2025 en adelante sería equivalente (o superior) a todo el saldo comercial argentino… De un año récord. Todos y cada uno de los dólares que ingresan (de seguir con niveles de exportación récord) deberían usarse para pagar deuda. ¿Eso es posible? Hoy en día no estamos pagando (no al menos significativamente), tenemos saldo comercial récord, y estamos al borde de una crisis cambiaria histórica. Es más, ya la reestructuración con los tenedores privados acordada en 2020 es impagable.

Cada vez que alguien formula una pregunta como ésta, aparecen respuestas que no responden a la cuestión fundamental. “Es imposible no pagar porque el FMI no es sólo Estados Unidos, son también las principales potencias del mundo”, se puede leer. Coincidimos, pero ¿de dónde van a salir los recursos para pagar? Hay que conseguir los dólares “como sea”, dicen otros. ¿Cómo es “cómo sea”?, habría que re preguntar. “Hay que exportar más”, ¿Cuánto más? Porque ya estamos en niveles récord y no parece alcanzar.

Sobre esta última cuestión es interesante lo poco que están en agenda dos temas, a nuestro juicio fundamentales. El primero es que una parte importante de los dólares que generan las exportaciones no se termina liquidando en el Banco Central: sólo durante el gobierno del Frente de Todos no se han liquidado 5,5 mil millones de dólares de exportaciones declaradas (es decir, “en blanco”, sin contar lo que nunca se va a liquidar porque nunca se declaró). El segundo, es la magnitud de la deuda externa privada. Según los informes del BCRA, en Julio de 2021 había un stock de 80 mil millones de dólares de deuda externa privada, 42% de la cual es deuda cuyo acreedor es otra empresa del mismo grupo empresario. ¿Cuánto de esa deuda fue tomada para inversión o para financiar importaciones y cuánta es deuda tomada para acceder al dólar oficial “barato”? El impacto de estas deudas sobre el mercado de cambios es mayúsculo. Entre enero de 2020 y octubre de 2021 la cuenta Egresos por Deudas Financieras, Títulos de Deuda y Líneas de Crédito arrojó un total de 17,420 millones de dólares, mientras los ingresos por el mismo concepto fueron de 6 mil millones. El Estado Argentino está hoy en día subsidiando con un dólar a 100 pesos la formación de activos externos de los grandes grupos empresarios.

Volviendo a la cuestión de lo peligroso de no llegar a un acuerdo con el FMI, a nadie se le escapa lo problemático del asunto. La pregunta es, habida cuenta de que el préstamo ha violado explícitamente la normativa del organismo, de que sus funcionarios han reconocido que usaron plata de todos los países miembro para financiar la campaña de Mauricio Macri por orden del gobierno de Estados Unidos; que el préstamo otorgado fue por un total de aproximadamente 1100% de la cuota Argentina en el organismo, casi el triple de lo permitido por la normativa. Por si esto fuera poco, el ex presidente argentino reconoció que el cronograma de vencimientos fue acordado a sabiendas impagable para condicionar a un futuro gobierno si éste terminaba siendo, como lo fue, de otro signo político.

Con este cúmulo de irregularidades de público conocimiento, el gobierno argentino ¿exploró la posibilidad de usar esta información para generar alianzas y/o apoyos con el resto de las potencias que forman parte del directorio? No es poco conocido que Estados Unidos y China no están pasando por su mejor momento en términos de relaciones bilaterales, ¿se está aprovechando esta coyuntura para mejorar las posibilidades de una negociación favorable a la Argentina? ¿Se han iniciado conversaciones con el resto de las potencias con peso en el FMI para usar eso favor de la Argentina? No lo sabemos, pero las declaraciones públicas de funcionarios involucrados en las negociaciones hacen pensar que no se están explorando esas alternativas.

Independientemente de cuáles sean los cursos de acción a seguir, y de lo peligroso de cada uno, lo cierto es que hoy en día la deuda externa argentina es literalmente impagable. Un acuerdo que “patee” para adelante el problema a cambio de iniciar las famosas reformas estructurales sólo generará más empobrecimiento y ningún alivio en el frente cambiario, como lo ha demostrado sistemáticamente la experiencia argentina—y mundial—con el FMI. Si lo que se quiere es poder pagar algo de esa deuda, hay dos cuestiones fundamentales que deben hacerse. Primero, revisar el “agujero” de las deudas externas privadas, y segundo, mejorar la fiscalización en lo relativo al comercio exterior, tanto en el control efectivo de lo que realmente se está exportando como en la obligación de liquidar las divisas en el país. Si estas cuestiones de fondo no se solucionan, es difícil imaginar de dónde van a salir los recursos para cumplir con un cronograma de vencimientos como el que se acordó en 2020. Ni hablar si se le suman pagos al FMI.

*En co-autoría con Alan Cibils. Investigadores y docentes de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Mesa Económica Compromiso Federal, Provincia de Buenos Aires.  Twitter: @germanpinazo | @EconomiaPolUngs