La Argentina cuenta con un sector agroindustrial de elevada competitividad internacional, con una producción que es suficiente para alimentar a casi 10 veces la población del país. Este excedente productivo explica más de la mitad de las exportaciones de bienes. Es además, un sector aportante de divisas, como lo refleja el hecho de que en 2019 sus exportaciones netas de importaciones superaron los u$s 25.000 millones.

En contraste con lo anterior, el país padece un problema crónico de pobreza. En el primer semestre de 2019 el 35,4% de las personas se encontraron por debajo de la línea de pobreza. Y en los últimos 30 años este indicador nunca fue menor al 25%.

El propósito de esta nota es plantear algunos elementos que permitan entender esta paradoja y los problemas de política económica que se derivan. Como se explicará, al evaluar una política es importante distinguir los efectos sobre la eficiencia y sobre la equidad, así como considerar cuestiones prácticas que limitan los instrumentos disponibles.

Favorecer el crecimiento

Una idea equivocada es pensar que si un país puede producir en abundancia un bien transable, se deben aplicar políticas que garanticen su disponibilidad a precios bajos. A corto plazo esto puede beneficiar a muchas personas pero no es la mejor manera de lograr objetivos redistributivos. Por un lado, al ser medidas no focalizadas se benefician a sectores de la población que no lo necesitan. Además, el país no obtiene el máximo valor posible por su producción y esto reduce las posibilidades agregadas de consumo (el menor saldo exportable reduce las posibilidades de importar bienes más valiosos no producidos localmente).

Y a largo plazo existirán consecuencias negativas sobre el crecimiento económico. El tratamiento diferencial limitará la inversión y la adopción de nuevas tecnologías en un sector muy competitivo (en el mundo, los sectores exportadores son incluso beneficiados). La situación empeorará si las inversiones se redireccionan hacia sectores que son demandantes netos de divisas.

Reducir la pobreza

La pobreza es un fenómeno multidimensional. Al considerar la pobreza por ingresos se aprecia un problema tendencial y otro cíclico. El primero se refiere a un sector de la población que se caracteriza por bajos ingresos. Esto se debe solucionar mejorando la capacitación y reduciendo la informalidad del mercado laboral. Como conseguir esto llevará tiempo, se debe complementar con políticas focalizadas de ingreso. El problema cíclico surge por las crisis fiscales y macroeconómicas que se corrigen con una fuerte suba del tipo de cambio real. Esto reduce el poder de compra de los salarios y eleva la pobreza. Una mayor disciplina fiscal reducirá estos problemas y una mejor inversión en educación e infraestructura básica mejorará otras dimensiones de la pobreza.

La solución política

La sociedad a través de su sistema político puede considerar inaceptable la situación de pobreza existente. Esto debe solucionarse con un Estado que recaude impuestos progresivos y focalice el gasto en los sectores más necesitados.

Por diferentes razones esto puede no ser suficiente. Por ejemplo, la elevada informalidad limita la progresividad que puede alcanzar el sistema tributario, al necesitar basarse en impuestos indirectos (situación que caracteriza a América Latina en contraste con los países más avanzados). Algo similar sucede en las crisis fiscales que hacen necesario recurrir a impuestos distorsivos pero de fácil recaudación (impuesto al cheque y retenciones). Dadas estas limitaciones, puede justificarse de manera transitoria la aplicación de políticas que son negativas para la actividad productiva.

En conclusión, las medidas que afectan al sector agroindustrial deben jugar un rol secundario y transitorio en la lucha contra la pobreza. La evidencia empírica es contundente en señalar que en el largo plazo el crecimiento económico es fundamental de toda estrategia contra la pobreza. Y para crecer será necesario no castigar a los sectores que presentan ventajas comparativas.

*Economista. Profesor y miembro del Instituto de Economía y Finanzas de la Universidad Nacional de Córdoba. Twitter: @ngrion