Con los reflectores puestos en el precio del dólar, el rescate de LEBACs y el acuerdo con el FMI, pocas líneas se vienen escribiendo sobre el panorama que las empresas PyMEs enfrentan en esta coyuntura. Y en un marco donde los costos se muestran crecientes y se espera una merma en las ventas y la actividad para la segunda mitad del año, la pregunta es inevitable ¿Quién se anima a invertir? ¿Quién tiene margen para hacerlo? Entre los panes de costos y actividad, el sándwich de la actividad PyME muestra un exiguo o nulo relleno de rentabilidad.

En materia de costos, tres elementos muestran una constante presión. En primer lugar, los ajustes de tarifas que recomenzaron en el primer bimestre del año. Aumentos registrados que superan en algunos casos el 300% en dos años condicionan la propia decisión de producción. En adición, una alta tasa de interés de referencia (47% al momento de escribir esta nota y 40% durante el último mes) endurece las condiciones de financiamiento PyME, no solo para la inversión, sino para el capital de trabajo. En este sentido, las recientes medidas tomadas por el Ministerio de Producción antes del alejamiento de Cabrera con financiamiento de bajo costo para empresas y línea de descuento de cheques al 29% pueden contribuir en este aspecto, pero limitado al margen de acción que tengan el Banco Nación y el BICE. Por último, el aumento de costos asociado a la depreciación del dólar (un 50% de diciembre a la fecha), en una estructura productiva donde los insumos y bienes intermedios importados tienen una alta penetración.

Este último aspecto mencionado, el cambiario, es también una clave para entender el otro lado de la ecuación. La fuerte corrección cambiaria que viene mostrando 2018 enterró la dinámica des-inflacionaria que avanzaba a paso firme en 2017 y jubiló la credibilidad de las metas de inflación impuestas. Con estimaciones de inflación del 30% para este año y pautas paritarias que rondan la mitad, la segunda mitad del año mostrará una caída de los ingresos reales de los consumidores, que afectará en mayor medida las ventas de sectores mercado-internistas, eminentemente PyMEs.

En este marco, con el piso de los costos subiendo y el techo del mercado cayendo, el margen para trasladar costos a precios es cada vez menor y la rentabilidad mengua sin pausa, condicionando futuras decisiones de inversión productiva. Ante menores expectativas de rentabilidad y alto costo de financiamiento, se resienten las inversiones.

Cabe señalar que, no obstante este escenario, son numerosas las medidas que buscan sostener la inversión y facilitar el clima de negocios. Las herramientas que presentan instrumentos como la Ley PyME o la más reciente Ley de financiamiento productivo apuntan a mejorar las condiciones micro en las cuales las empresas desarrollan su actividad. Pero si la macro no funciona, la micro no se luce. Una PyME puede alivianar su frente financiero en materia impositiva pagando el IVA a 90 días, puede colocar cheques en el mercado financiero o aprovechar los beneficios que la factura conformada le da a su financiamiento corriente. Pero si las ventas caen, no hay IVA que pagar. Y si la tasa supera el 40%, no hay instrumento atractivo que pueda aprovecharse. Esta escisión entre la micro y la macro es el principal condicionante que enfrentan hoy las pequeñas y medianas empresas.

La estrategia económica oficial debe poner ojos atentos a la densidad del mercado interno. De lo contrario, los apoyos internacionales de capital y recursos se esfumaran en el éter de las finanzas sin ningún impacto en la economía real y el aparato productivo.

*Economista (UBA). Docente UBA. UCES y UNGS. Twitter: @lmoraalfonsin