El pacto entre el gobierno argentino y los acreedores internacionales, que deberá ratificarse en los próximos días, supondrá para el estado argentino un ahorro de 30.000 millones de dólares en una década. Tras seis meses de negociaciones, el acuerdo final es muy parecido a lo que los inversores y bonistas reclamaban en febrero. La cifra final de quita en el monto total de deuda es del 54,8%. El principal se mantiene casi idéntico, pero los intereses medios bajan del 7% inicial al 3%.

Para el estado argentino es un importante ahorro ante las bajas reservas que mantiene, y para los bonistas supone no perder su dinero y renegociar unos intereses que, hoy, son atractivos. Un 3% de tipo de interés es algo aceptable en un mundo donde Estados Unidos, Japón, Reino Unido y los países de la eurozona se financian a tipos reales negativos y en algunos casos hasta con tipos nominales negativos.

Para los bonistas internacionales, por lo tanto, reducir el tipo del 7 al 3% simplemente les supone ajustar el riesgo a la media de lo que se pagaría hoy por riesgo emergente solvente. Si analizamos la deuda High yield, o de alto riesgo, los tipos se mueven entre los 400 y los 480 puntos de diferencial con el bono soberano a 10 años del país. Por lo tanto, ante el riesgo de perder todo el dinero invertido en deuda argentina, la solución es buena para inversores y para el país.

¿Cuál es el problema? Este será el noveno “default” de Argentina y los problemas estructurales se mantienen. El gobierno debe trabajar para evitar el décimo.

Argentina no puede continuar con una política monetaria y fiscal extractiva que penaliza la atracción de inversión, la entrada de divisas y capital y que destruye la inversión a largo plazo. Argentina no puede ser un país rico sin reservas de moneda extranjera porque ataca los elementos esenciales que atraen divisas, empleo y riqueza.

El país debe acabar con el cepo que lo único que consigue es que la entrada a largo plazo de divisas se debilite, y debe acabar con una política de impresión de pesos descontrolada para financiar un gasto público desorbitado, que solo ha conseguido que empeore la pobreza, se destruya el poder adquisitivo de la moneda y la nación se mueva entre la estanflación y la depresión económica.

Este acuerdo no supone una llamada a invertir en el país, sino una nueva alarma que hace que los inversores del mundo eviten el riesgo de Argentina. Se ha pospuesto el default, pero se mantienen las condiciones económicas y financieras que llevaron al riesgo de impago.

Por lo tanto, el país no puede celebrar el acuerdo como una solución, sino como un parche. Ninguna de las políticas confiscatorias y extractivas que ponen freno a la inversión y el empleo se han eliminado y la deuda externa sigue siendo superior a la entrada de divisas media en un ciclo recesivo.

El problema económico de Argentina es el mismo, un sector público que extrae vía monetaria y fiscal la poca riqueza que se crea en el país, que por cada 100 empleados del sector privado tiene 55 del sector público, que confisca la mayoría de los pocos beneficios que genera el sector privado vía la fiscalidad más extractiva de Latinoamérica y destruye la poca riqueza que se crea con una política monetaria que hunde al peso contra el dólar año tras año, imprimiendo pesos muy por encima de la demanda real de los mismos. Adicionalmente, continuar con un cepo que es una enorme señal de “peligro, no invierta” para el capital extranjero, es simplemente suicida.

El banco central debe parar la emisión descontrolada de pesos, debe dejar de financiar el gasto público desbocado, el gobierno debe abrir su mercado de capitales y atraer inversión extranjera para que el país crezca y reduzca la pobreza, y sobre todo para que deje de hundir una economía rica inundándola en pesos sin valor.

Argentina ha retrasado su problema, pero no ha solucionado su debilidad estructural.

*Doctor en economía, profesor de Economía Global y autor de bestsellers entre los que se cuentan La Gran Trampa, La Madre de Todas las Batallas y Viaje a la Libertad Económica, traducidos al inglés, chino y portugués. Twitter: @dlacalle