Las cancillerías de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú notificaron la semana pasada que dejarán de asistir a las reuniones de la Unasur mientras no sean solucionados los problemas de fondo que atraviesa, los cuales tienen a la organización sin secretario general desde enero de 2017. ¿Qué significa este hecho para América del Sur?

En términos fácticos significa un gran problema para la Unasur debido a que los países que forman parte de la declaración son justamente los de mayor peso económico, es decir, quienes más aportan a la organización (entre Argentina y Brasil aportan el 55% del presupuesto aprobado en 2017).

Además, la noticia muestra la división existente entre lo que queda de la conocida “Revolución Bolivariana”, expresada principalmente en Bolivia y Venezuela, y, por otro lado, el grupo de presidencias conservadoras, entre las cuales se encuentran, por ejemplo, Argentina y Brasil. En este sentido, la convivencia de estos dos grupos hacia dentro de una organización resulta más un anhelo que una posibilidad. Así lo demuestra por ejemplo el rechazo de Bolivia y Venezuela a la proposición argentina de José Octavio Bordón como secretario de la Unasur.

La suspensión de 6 países de su participación en la organización –en consonancia con otros hechos recientes tales como la reciente Cumbre de Lima sin la participación de Venezuela- es fiel reflejo de la actual coyuntura que atraviesa a la región, en la cual cada vez es más apropiado adoptar el concepto de “giro a la derecha”.

No obstante, aún quedan vestigios de lo que fue el “giro a la izquierda”, iniciado simbólicamente con la asunción de Hugo Chávez en Venezuela en 1998. Dos ejemplos claros de esto son el gobierno de Maduro en el país venezolano y el gobierno de Evo Morales en Bolivia: el primero, bajo la mira de la comunidad internacional; el segundo, administrando actualmente la presidencia pro tempore de la Unasur.

Si bien pensar en términos cuantitativos la cantidad de presidencias conservadoras existentes hoy por hoy en la región resulta útil, lo más importante en este punto –y especialmente en relación a la reciente noticia que compromete el futuro de la organización- es tener en cuenta que quienes fueron grandes pilares de la oleada progresista en la región, Brasil y Argentina, son justamente los dos principales ejes sobre los cuales se proyecta en la actualidad el giro a la derecha.

Cabe mencionar que la Unasur -conformada por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela- se creó en 2008 con el objetivo de "fortalecer la integración de América del Sur y la participación de Unasur en el escenario internacional", según afirma su carta fundadora.

No obstante, lo que se ha logrado en estos años en el marco de la organización no corresponde con el concepto de integración, sino que es más bien una cooperación que abarca distintas áreas; esto teniendo en cuenta que hablar de integración supone pensar, en primer lugar, en la cesión de soberanía por parte de los Estados en alguna dimensión en pos de generar instancias supranacionales, cosa que no ha ocurrido en este caso.

De todos modos, no se debe menoscabar el rol que la Unasur pretendió tomar en sus inicios, transformándose en el elemento simbólico de lo que se denominó como el “giro a la izquierda”. No obstante, su creación fue también reflejo del intento de proyección brasilera en la región durante la presidencia de Lula Da Silva, enmarcado en su estrategia internacional de posicionarse como “global player”.

En lo que refiere a la reciente declaración, ésta generó rechazo principalmente en Venezuela, donde Maduro advirtió que "Si algún gobierno de derecha trata de meterle una puñalada (a Unasur) para desangrarla, los movimientos sociales y los revolucionarios de América del Sur la defenderemos".

Simultáneamente, desde Ecuador –país donde se encuentra la secretaria general de la organización- aclararon que “Es indispensable la existencia de Unasur porque constituye un esquema de integración que atiende las necesidades de la gente (...) Puede, de común acuerdo con sus miembros, ser renovada y actualizada a las necesidades de la actual coyuntura”.

Lo cierto es que hoy la organización no parece estar en los planes de los gobiernos que conforman el “giro a la derecha” en el cono sur. Todo indica que –si todavía se decide apostar por la integración regional- el instrumento elegido es el ya conocido Mercado Común del Sur (Mercosur), el cual ha sido calificado por Mauricio Macri como “proyecto estratégico”.

En definitiva, si alguien hubiera asegurado en aquel efervescente mayo de 2008 –año en el que se acuerda la creación de la Unasur- que una década después la mitad de sus países miembros abandonarían el bloque, que en Cuba ningún Castro gobernaría la isla y que el impredecible Donald Trump sería presidente de los Estados Unidos, muy pocos le hubiéramos creído.