El miércoles 13 de abril, el Partido de los Trabajadores (PT) aprobó la candidatura presidencial de Lula para las elecciones del domingo 2 de octubre del corriente año. A su vez, avaló la alianza con el exgobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, miembro del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Geraldo Alckmin fue rival de Lula en las elecciones del año 2006 (en las cuales obtuvo menos votos en el ballotage que en la primera vuelta), y también se presentó en las elecciones del año 2018 que ganó el actual presidente Jair Bolsonaro, obteniendo un magro 4,7% de los votos y ocupando el cuarto lugar.

Este acuerdo electoral ha generado crecientes dudas e incertidumbres en la base electoral del PT y en muchos aliados nacionales y regionales del exmandatario, que se habían entusiasmado con la creciente popularidad que venía mostrando Lula en sus recorridas una vez que había sido absuelto de sus condenas en la causa conocida como Lava Jato. El acuerdo había comenzado a tejerse hace un año ya, cuando Lula se reencontró con el también dos veces presidente Henrique Cardoso (1995 – 2002), uno de los líderes del PSDB. Dicha imagen ya había comenzado a plasmar la idea de Lula de presentarse a la elección presidencial con una alianza con sectores conservadores que le permita por un lado borrar los viejos fantasmas sobre la gobernabilidad del PT y el extremismo de sus ideas, como también captar los votos del centro en su contienda contra la extrema derecha encarnada en el actual presidente Jair Bolsonaro, quien también ya anunció que buscara su reelección.

El sistema político y electoral de Brasil presenta ciertas particularidades. El pensador Abranches lo bautizó como un “presidencialismo de coalición”, haciendo hincapié en la imposibilidad de todos los partidos de acceder al poder y gobernar sin la necesidad de tejer alianzas con otros partidos políticos. Para sintetizar esta característica, Andres Malamud lo ha descripto como un sistema con “multipartidismo en el Congreso, bipartidismo en la presidencia y coaliciones en el Gabinete”. Esto explica por qué para alcanzar las cuatro victorias consecutivas el PT tuvo que tejer alianzas con otros partidos políticos: Lula fue acompañado por el empresario y miembro del Partido Liberal José Alencar en las elecciones del año 2002 y 2006; Dilma Rousseff fue secundada por Michel Temer del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) en los años 2010 y 2014.

La estrategia del PT de buscar un compañero de fórmula que atraiga los votos del centro y modere ideológicamente a su plataforma parecía exitosa hasta que en el año 2016 un impeachment motorizado por su propio vicepresidente culminó con anterioridad el segundo mandato de Rousseff. Dicho juicio político contó con el aval explícito de su compañero de fórmula, y también con el acompañamiento en la votación del partido político que ahora se presenta como aliado. La elección del Vicepresidente no es una decisión más: si se posicionan los objetivos electorales por encima de las afinidades ideológicas y de gobierno, las experiencias pueden salir contrarias al objetivo buscado. Las fórmulas presidenciales mixtas y polarizadas, como fueron bautizadas por Serrafero, contienen en su interior amenazas a la gobernabilidad por la tentación que puede presentarse a aquel que tiene un papel secundario, pero que puede pasar a ser presidente de la nación.

Por otro lado, en el año 2018 el PT eligió como compañera de fórmula de Fernando Haddad a Manuela d´Avila, del Partido Comunista de Brasil. Cambiando la estrategia electoral, esta vez el PT buscaba como compañero de fórmula a un partido cercano ideológicamente, tal vez asustado por la experiencia cercana sobre los riesgos de las alianzas electorales con partidos con ideas distantes. Pero esta estrategia se mostró insuficiente para alcanzar la presidencia, perdiendo por más de diez puntos de diferencia la segunda vuelta. La historia reciente le deja al PT una clara disyuntiva: presentar una formula cercana en lo ideológico con menos chances de ganar, o construir una alianza amplia que permita captar votos del centro pero con el riesgo de romperse una vez en el gobierno.

Las últimas encuestas de PoderData y Datafolha muestran un Lula favorito para la elección, tanto en primera como en segunda vuelta. Pero también están mostrando una recuperación de Bolsonaro, que acorta la distancia en cada relevamiento mientras la economía se recupera y la pandemia queda cada vez más lejana. Brasil, que abarca a prácticamente la mitad de la población y la mitad del territorio del sub continente, define su futuro próximo y el de la región en elecciones que prometen ser apasionantes para quienes nos sentimos atraídos por la política brasileña.