Alberto Fernández dio el jueves pasado su primera cadena nacional desde que asumió como Presidente, sin realizar anuncios, simplemente para explicar la problemática de la escasez mundial de vacunas, la gravedad de la situación regional y el riesgo inminente de una segunda ola en el país. Una lectura política de su discurso, sin medidas concretas anunciadas, no puede menos que revelar la preocupación que sobrevuela la Casa Rosada, y la necesidad de volver a instalar una actitud de alerta en una población distendida por el verano. Y, más allá del aumento interno de casos, si se mira al Norte, al Este o al Oeste, esa preocupación parece tener mucho sentido.

Es que los países vecinos atraviesan horas muy difíciles. Con Brasil a la cabeza, las situaciones de Chile, Paraguay y Uruguay también oscilan entre toques de queda, confinamientos estrictos, cierre de escuelas y desbordes sanitarios. Por otro lado, la introducción al país de nuevas cepas del virus amenaza el frágil control de la situación epidemiológica interna. Con el riesgo que esto implica, cobra sentido la discusión que se dio en los últimos días sobre la posibilidad de suspender los viajes turísticos al exterior, ya que esta situación de desborde no exclusiva de la región. Potencias como Francia o Italia, por citar ejemplos, también han implementado durísimas medidas de restricción a la circulación. Cómo está la situación en cada país, y por qué resulta imperioso extremar cuidados en Argentina.

BRASIL: DESBORDE SANITARIO, RÉCORD DE MUERTES Y BOLSONARO

Mucho se habló de Brasil desde que empezó la pandemia, especialmente por el desastroso tratamiento con el que el gobierno de Jair Bolsonaro enfrentó la situación. A más de un año de comenzada la pandemia, el país está en el peor momento de una crisis que sólo parece agravarse. Los números hablan por sí solos.

El viernes pasado, el país vecino registró 2.815 muertes por COVID en 24 horas, apenas por debajo del récord de 2.841 decesos informados el martes. En esta verdadera semana trágica, el promedio de muertes por día fue de 2.173, y el saldo es que una de cada cuatro muertes en el mundo durante los últimos siete días ocurrió en Brasil. Para tomar dimensión de la situación, cabe decir que el país tiene el 2,7% de la población mundial y el 25% de los decesos en el mundo en una semana, y que es la segunda nación del mundo en cantidad de fallecimientos, detrás de EEUU, con un total de 290.000  muertos desde el inicio de la pandemia. Y lo peor es que el problema no tiene ninguna perspectiva de solución, porque los contagios aumentan y los sistemas de salud están colapsados en la mayoría de los Estados.

Con la nueva variante P1 del virus, detectada en Manaos y ya esparcida por todo el país, los contagios diarios siguen rompiendo récords. Este viernes tocaron el pico de 90.570, y el promedio semanal fue de 72.573. La cepa del Amazonas sería la explicación de esta explosión de casos, ya que podría ser hasta dos veces más contagiosa y con una probabilidad de reinfección a quienes ya hayan tenido el virus de entre el 25% y el 60% según estudios preliminares. Esta situación está llevando al rojo más oscuro al sistema de salud de la mayoría de los estados brasileños. De los 27 estados, 25 ya tienen más del 80% de sus camas de terapia intensiva ocupadas y en 15 de las principales ciudades del país ese porcentaje está por encima del 90%. Los estados más afectados son Santa Catarina, Paraná y Rio Grande do Sul. Los tres limitan con la Argentina, con fronteras con las Provincias de Corrientes y Misiones. “El análisis de nuestros investigadores sugiere que es el mayor colapso del servicio de sanitario en la historia de Brasil” afirmó Marcelo Queiroga, el cuarto ministro de salud que tiene el país desde que comenzó la pandemia.

Pero a esta situación no se llegó de la nada. Desde la famosa calificación del virus como una “gripeciña” a inicios de todo este proceso, el Presidente Jair Bolsonaro no se cansó ni se cansa de emitir mensajes públicos contrarios a pedirle y exigirle cuidados a la población. La última expresión de esto se dio hace unos días, cuando el Presidente felicitó movilizaciones en contra de las medidas de restricción a la circulación que algunos estados intentan implementar para morigerar la circulación del virus: "Lógicamente me hizo feliz, a todo Brasil le gustó, se demostró que el pueblo está vivo” expresó el primer mandatario en relación a las aglomeraciones públicas.

Pero Bolsonaro no se queda solo en palabras. Este viernes presentó una Acción Directa de Inconstitucionalidad (ADI) en el Supremo Tribunal Federal de Brasil contra los decretos de gobernadores y alcaldes que establecieron medidas de restricción. No pareció inmutarlo en su cruzada anti cuarentena ni siquiera la muerte del Diputado Silvio Antonio Favero, del Partido Social Liberal que lo llevó a la presidencia, ocurrida el fin de semana pasado. Favero había presentado un proyecto de ley en Mato Grosso do Sul para impedir la vacunación obligatoria contra el COVID-19, y terminó muriendo de la enfermedad. Otro caso similar es el del Senador Major Olimpio, ex policía paulista que participó en marchas anteriores contra las medidas de confinamiento dispuestas por el estado de Sao Paulo, y que murió luego de estar entubado una semana mientras Bolsonaro felicitaba las movilizaciones.

No pareciera ser casualidad que los dos países con más muertes por COVID sean justamente EEUU y Brasil, ambos conducidos durante todo o gran parte de este proceso por presidentes negacionistas y sin empatía por el sufrimiento de sus poblaciones, como Donald Trump y Jair Bolsonaro. Trump pagó en las urnas los desastres sanitarios y sociales que ocasionó. Con la vuelta de Lula al escenario político brasileño, quizás a Bolsonaro le espere el mismo destino en las elecciones del 2022. Pero para eso falta mucho tiempo, que puede significar mucho más sufrimiento para el país hermano. Con los números de muertes en un ascenso imparable, ya hay quienes califican la situación de Brasil como un genocidio.

CHILE: VACUNAS Y CUARENTENA ESCTRICTA

El país trasandino, que es recurrentemente presentado como un modelo a seguir por ciertos sectores de la política y los medios de comunicación, también atraviesa quizás el peor momento desde el inicio de la pandemia. A pesar de tener más del 25% de la población vacunada, el alza de los contagios no se detiene y obligó a gran parte del país a un confinamiento estricto.

Este sábado el ministerio de salud chileno informó la cifra de 7.084 nuevos casos registrados en 24 horas, lo cual significó la marca más alta desde el 14 de junio del año pasado, cuando se informaron 6.938 contagios en un día. Pero lo preocupante no es solo este pico alcanzado, sino el aumento registrado en los últimos siete días, donde se vio un incremento del 14% en los casos según informó el ministro Enrique Paris. En la última jornada fallecieron 93 personas, llevando la cifra total de muertes en lo que va de la pandemia a 22.180.

El ministerio de salud informó además que el 90% de las comunas del país se están acercando a los niveles de contagio del 2020, y que la curva va en ascenso. Este nivel de avance en los contagio preocupa seriamente a las autoridades, que determinaron que a partir del jueves pasado 28 comunas de todo el país regresaran a la Fase 1 del confinamiento, es decir, cuarentena estricta. Esto afectará a 6,5 millones de personas, un tercio de la población del país. Y es que, tal como sucedió el pasado invierno, el sistema de salud chileno se encuentra nuevamente al borde del colapso. Se estima que un 95% de las camas de terapia intensivas están ocupadas, y la vicepresidenta de la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva (Sochimi), Cecilia Luengo, advirtió que sólo quedan 178 camas disponibles, cifra que supera lo que vivió el país en el peor momento de la primera ola el año pasado.

Tal es la preocupación en Chile que hoy en día se está discutiendo si se postergan o no las elecciones programadas para los próximos 10 y 11 de abril. En esos comicios se votarán alcaldes y concejales municipales, gobernadores, y los 155 convencionales que tendrán la tarea de redactar la nueva constitución del país. Después de muchísima movilización, represiones y muertes para conseguir una reforma a la constitución pinochetista, habrá que ver cómo se toma la sociedad chilena esa posible extensión de plazos.

URUGUAY: EL MAYOR NIVEL DE CONTAGIO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Otro de los “modelos” recurrentemente presentado por los medios y ofrecido como un rumbo a seguir por muchas personas adineradas e influyentes del país es Uruguay. Su tránsito de la primera ola sin confinamientos estrictos durante gran parte del año pasado, era mostrado en espejo a la gestión argentina de la pandemia como “lo que se podía ser” frente al desastre que se era. Lo cierto es que hoy Uruguay está entrando en una cantidad peligrosa de casos diarios, y algunos de sus números son incluso los peores de la región.

Concretamente, según un promedio móvil de siete días que elaboró Our World in Data, Uruguay es el país de América del Sur con mayor número de casos nuevos por cada 100 mil habitantes. La cifra es de 33.9 casos cada 100 mil en la última semana, y se ubica incluso por encima de Brasil, que tiene 32.3 cada 100 mil, y de Chile, que reporta 27.4 cada 100 mil. El jueves pasado, el país registró su pico más alto de contagios desde que empezó la pandemia con 1678 casos, y el promedio de los últimos siete días asciende a 1300 casos diarios.

Si bien el nivel de camas de terapia intensiva ocupadas con pacientes de COVID no es alto, su incremento preocupa a las autoridades. El 5 de marzo esa ocupación era del 10%, y en unas dos semanas se duplicó, alcanzando el 20,7%. Actualmente 12.126 personas cursan la enfermedad y 164 están internadas en cuidados intensivos, ambas cifras récord desde que arrancó la pandemia. Esta situación llevó a las autoridades a decretar la emergencia sanitaria el 13 de marzo, y adoptar medidas como la suspensión de la obligatoriedad de las clases presenciales, incluso su suspensión en algunos distritos.

PARAGUAY: ELEGIR QUIÉN VIVE Y QUIÉN MUERE

Junto a Brasil, el caso más preocupante del cono sur es Paraguay. Según confirmó la directora de Redes y Servicios de Salud del Ministerio de Salud Pública paraguayo, Leticia Pintos, "Todas las camas UTI están ocupadas. De las 655 camas que tenemos en el sector público y los hospitales integrados y el Instituto de Previsión Social, tenemos actualmente 655 camas ocupadas". El último dato del viernes arrojaba 2.006 nuevos contagios, cifra récord desde el inicio de la pandemia. El número total de contagios asciende a 190.499, y las muertes ya se cuentan en 3.662.

El fin de semana pasado el director de la XI Región Sanitaria, el Dr. Roque Silva, había manifestado que se estaba “a pasitos” de la situación que se vio en países del hemisferio norte el año pasado, en la que personas morían en las salas de espera de los hospitales sin poder recibir atención debido al colapso del sistema. Silva confirmó que en Paraguay ya se está eligiendo qué pacientes entran a las Unidades de Terapia Intensiva (UTI) y quiénes deben seguir esperando. “Desde hace dos o tres días estas decisiones se asumen en los hospitales” confirmó Silva en declaraciones a medios paraguayos.

A raíz de esta situación, el Gobierno anunció una restricción a la circulación entre las 20:00 y las 05:00 hs, y la suspensión de clases presenciales a partir del jueves pasado en 23 ciudades del país. En este escenario trágico, Paraguay recibió recién este viernes el primer lote de vacunas, aunque la cantidad no es muy alentadora. Solamente llegaron 36.000 dosis al país.

ARGENTINA EN ALERTA

Con este panorama desolador y preocupante golpeando la puerta de las fronteras argentinas, el Gobierno nacional parece haber iniciado una nueva etapa en la comunicación con la sociedad. El puntapié inicial fue la cadena nacional de Alberto Fernández del jueves pasado, y puede esperarse un cambio en el tono y el sentido de los mensajes. De la positividad por el avance de la campaña de vacunación o la incipiente recuperación económica, de las discusiones por los precios y la inflación o la reforma judicial, el debate nacional parece comenzar a re direccionarse con fuerza hacia la segunda ola de la pandemia. Con una población en extremo relajada por un verano que termina hoy, la decisión de anticiparse a un escenario de aumento de casos podría ser acertada. Lo que restará por verse es cómo aguanta el Gobierno este cambio de estación del verano al otoño, justo en un momento en que su solidez política no es la mejor, con los coletazos del vacunagate aún resonando, la promesa electoral del asado que no termina de volverse una realidad accesible, y la oposición disparando munición gruesa a matar, con las elecciones que ya se acercan a la vuelta de la esquina.