En medio de tiempos agitados en la coyuntura brasilera, sucede algo que hasta hace poco parecía inimaginable: Lula preso. Él, quien se presentaba como la única opción convincente a un Temer debilitado, con una imagen positiva del tan solo 7%, está preso y debe cumplir 12 años de condena.

Desde el jueves y hasta la tarde de ayer -cuando Lula se entregó a la policía federal- el ex presidente dio una estratégica secuencia de hechos políticos en las horas previas a su entrega. Así, se despidió de la gente en medio de saludos y momentos emotivos. ¿Fue la despedida de Lula o el inicio de su campaña presidencial de cara a las elecciones de este año?

Si se analiza al día de hoy, la respuesta probablemente se aproxime más a la despedida de Lula y su transformación en una imagen, un ideario a seguir por el Partido de los Trabajadores (PT) y sus seguidores. En esta línea, es vital tener en cuenta que Lula tiene 72 años. Si cumple 12 años de condena, esto significará probablemente su claudicación política.

Además, se suma como gran impedimento la conocida ley “Ficha Limpa", la cual impide que un condenado en dos instancias se presente como candidato, como es el caso del ex mandatario. Aún así, su partido político sigue firme en la idea de presentar a Lula da Silva como candidato a las elecciones presidenciales de este año.

En lo que refiere a la causa que lo condena, la misma hace agua en varias partes. Así lo confirma el especialista en derecho procesal penal, Afranio Jardim, quien asegura que “se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que el ex-presidente Lula no tuvo un proceso penal justo y fue condenado de forma absolutamente injusta”. En este sentido, pareciera que la foto de Lula preso cumple con lo que querían dos sectores clave de la política brasileña: los medios y el sector militar.

Por el lado de los medios, no queda duda del show mediático que se ha montado en torno a la puesta del líder político en prisión, donde poco se ha discutido sobre la validez o no de su condena. En cambio, el mayor objetivo parece ser lograr la foto de la derrota de Lula da Silva y, en efecto, el PT.

En relación al sector militar, cuando parecía que la democracia había pasado a una fase de consolidación, aparece la presión ejercida por estos, algo peligroso para Brasil y para la región en general, principalmente si se considera los daños que los golpes militares han causado a Latinoamérica. Presión que quedó en evidencia cuando líderes militares amenazaron públicamente con llevar a cabo un golpe militar en caso de que no se procediera con la detención del ex presidente.

En lo que refiere a la región, fue quizás el momento más conveniente para llevar a cabo la puesta en prisión de Lula, teniendo en cuenta que hoy por hoy la temática de la corrupción atraviesa a todos los países latinoamericanos. En este sentido, observar el caso de la ex presidenta Cristina Kirchner en Argentina y el ex presidente Rafael Correa en Ecuador -ambos enfrentando distintas causas judiciales- son muestra clara de que lo que ocurrió en Brasil no fue un caso aislado, es parte de una lógica regional, que ellos denominan “lawfare” (guerra jurídica).

En lo que es un clima de inestabilidad social y política del país, dos preguntas atraviesan a la situación política de Brasil: ¿qué hará el Partido de los Trabajadores con Lula preso? ¿Cómo se configurará la política brasileña? Interrogantes que dejan en evidencia que, por lo menos hasta las elecciones de octubre, Lula será un instrumento clave a observar en el andar de la política nacional.