El 24de febrero, tropas y tanques rusos invadieron Ucrania. El 25 del mes pasado, llegaron a Kiev. Y el mundo empezó a escuchar  historia tras historia sobre las trágicas consecuencias humanas; habrá muchos más por venir en los próximos días y semanas.

Las explicaciones que dio el presidente Vladimir Putin, en su discurso televisado del 24 de febrero, para justificar su decisión de invadir -que había un “genocidio” contra la población ruso parlante ucraniana, y que las autoridades ucranianas eran nazis- son absurdas. Para empezar, Zelensky, el presidente democrático de Ucrania, es judío. El motivo más transparente es que es una invasión para anexar territorio, e instalar un gobierno títere que responda a Moscú.

Esta acción consolida el lugar de Rusia en el mundo como un poder rebelde que atenta abiertamente contra el orden y el derecho mundial. No fue algo inevitable. Fue una elección deliberada del presidente Putin.

En un mundo libre todas las voces merecen ser escuchadas. Hay individuos, organizaciones y países que apoyan la invasión de Ucrania. Algunos de estos argumentos tienen retazos de verdad que deberíamos reconocer en la búsqueda de soluciones para seguir adelante. Pero ninguno justifica esta invasión.

El primer argumento es que Rusia tuvo que invadir Ucrania para protegerse de una dominación militar por parte de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN). Se dice que cuando terminó la Guerra Fría, el Secretario de Estado estadounidense James Baker le prometió a Mikhail Gorbachev que los países del este de Europa no formarían parte de la OTAN. Rusia había sufrido traición tras traición con la admisión de países ex comunistas a la alianza atlántica.

Este argumento tiene un respaldo en la teoría realista de las relaciones internacionales, que nos recuerda que hay estados especialmente propensos a utilizar la guerra, como el caso de una ex súper potencia que sigue teniendo armas nucleares. El realismo nos recuerda también que hay ciertos estados que son desafortunados en su ubicación. Ser un Estado tapón entre dos rivales más grandes, como Ucrania que se encuentra entre la OTAN democrático y la Rusia autoritario, puede ser muy peligroso.

Los líderes norteamericanos y europeos podrían haber sido más prudentes en algunos aspectos de la relación con Rusia. Pero en los últimos años, nadie dentro de la OTAN ha hablado seriamente de la posibilidad de admitir a Ucrania, justamente porque no quieren antagonizar a Rusia. Los que más desean que forme parte de la OTAN son los mismos ucranianos. Lo mismo vale en todos los países ex comunistas que eligieron, de forma independiente y democrática, ser miembros de la OTAN.

Creo que la mejor forma de ganar prestigio y respeto internacional es ser un país próspero con una democracia estable que mantiene relaciones cooperativas con los países vecinos. Pero, en un segundo argumento para justificar la decisión de Putin, algunos defensores de la tesis de que es inevitable la invasión de Ucrania, dicen que los rusos son autoritarios de alma, desean y se merecen un tirano invasor como Putin. No es cierto. La democracia y las libertades individuales son plantas delicadas, pero pueden florecer en cualquier terreno. Después de la Guerra Fría, Rusia tuvo -como sigue teniendo ahora- la posibilidad de formar parte de un mundo interconectado y democrático. Se hablaba seriamente de la posibilidad de que Rusia misma formara parte de la OTAN. En este país, hoy hay líderes y ciudadanos con valores democráticos. Hemos visto su valentía en salir a las calles en diversas ciudades rusas para protestar contra esta invasión.

Un tercer argumento que se utiliza para defender esta decisión, es señalar las intervenciones militares cuestionables llevadas a cabo por miembros de la OTAN. No hay espacio acá para repasar los errores trágicos que han dañado la cooperación y el derecho internacional, pero sí hay lugar para decir que no han sido para conquistar territorio.

Para repetir, el líder ruso ha invadido un país soberano y democrático para poder controlarlo él mismo. Ha destruido las vidas de personas inocentes, y es probable que haya creado un pantano que va a provocar un inmenso daño humano durante mucho tiempo.

Como consecuencia, tenemos un mundo menos predecible y más violento. Algunos otros, que quisieran ser como Putin quizás se sentirán tentados a utilizar la fuerza, dejándose llevar por resentimientos históricos. Hay incluso admiradores de Putin dentro de las democracias más establecidas.

Otra consecuencia más, es que es probable que estimule la revitalización de la OTAN, que en los últimos años había perdido su rumbo. Y esta vez, si países como Ucrania desean unirse, nadie va a poder negarles que tienen razón.

*Directora, Departamento de Ciencias Políticas y Jurídicas. Universidad del Cema