La aplicación de medidas arancelarias por parte de EEUU es moneda común en el último tiempo. La última noticia en este sentido había sido la aplicación de aranceles sobre la importación de acero y aluminio. En medio de críticas desde la comunidad internacional a tal medida, la respuesta china – que incluye medidas arancelarias del 25% sobre productos norteamericanos-  genera una escalada de tensión entre ambos países. ¿Se aproxima una guerra tarifaria?

Por el lado del gigante asiático, la postura es clara: China dice que espera que el Gobierno de Estados Unidos retire los aranceles “tan pronto como sea posible para que los productos comercializados entre China y Estados Unidos regresen a su curso normal”. No obstante, también ha advertido que tomará las contramedidas “firmes y necesarias” para defender sus intereses.

El problema se presenta a la hora de observar la postura norteamericana, la cual se encuentra atravesada por uno de los principales elementos que hoy por hoy definen el perfil de Trump: el hecho de ser impredecible.

Frente a ambos, se posiciona la Organización Mundial del Comercio (OMC), organización internacional creada en 1995 que se ocupa de las normas que rigen el comercio entre los países. En este sentido, su director general, Roberto Azevedo, reconoció recientemente que “las relaciones comerciales entre algunas de las grandes potencias del mundo se encuentran en un momento muy delicado”.

Volviendo al lado estadounidense, es importante observar que las medidas de política exterior que está adoptando la administración Trump –apoyadas en el lema America First- atentan contra el esquema internacional, el cual tiene sus bases en pilares que el propio Estados Unidos propuso bajo la presidencia de Bush padre en la década de los 90, lo cual se conoció como pax americana.

Cooperación internacional basada en las organizaciones internacionales como Naciones Unidas, la promoción de los Derechos Humanos y la expansión de la economía de mercado fueron ejes claros en la proyección del país norteamericano durante todo este tiempo, hasta que llegó Trump.

Su retirada parcial de la región asiática a través del abandono del acuerdo de libre comercio TPP, el desentendimiento de la intermediación pacífica en cuestiones claves como el conflicto palestino-israelí, el ida y vuelta discursivo sobre diversos temas y actores, tales como la OTAN, su relación con Putin y con Corea del Norte, han marcado un quiebre en el tipo de presencia que Estados Unidos pretende en el escenario internacional.

En este contexto, el área del comercio no ha sido una excepción. Desde la imposición del arancel sobre la importación de biodiesel argentino hasta el reciente arancel sobre el acero y el aluminio marcan un perfil claro de la administración Trump, en el cual pareciera que la cooperación no forma parte.

En relación a este último punto se abre el interrogante sobre la posibilidad o no de que se esté dando una guerra tarifaria, ya que es evidente que gigantes comerciales como China no van a dejar que sus intereses nacionales se deterioren fruto de vaivenes norteamericanos. Pero China no es el único foco de posible tensión comercial con EEUU.

Si bien el arancel sobre el aluminio y el acero fueron aplazados para Canadá, México, la Unión Europea, Australia, Argentina, Brasil y la República de Corea hasta el 1 de mayo, queda un número de países de relevancia económica que se encuentran perjudicados por el arancel, como son el caso de Rusia y Japón.

En consonancia, ambos países han manifestado su rechazo a las medidas arancelarias estadounidense. Mientras desde Japón las han tildado de “lamentables”, en Rusia amenazan con preparar una respuesta que podría incluir aranceles a algunas importaciones estadounidenses.

Si se sigue la misma línea, es probable que, en algún momento, las políticas proteccionistas de Donald Trump golpeen duramente a Europa. En este sentido, la Unión Europea debería aplicar una estrategia de desescalada. Que Europa piense en iniciar una guerra tarifaria con Estados Unidos significa un riesgo aun mayor, ya que existe la posibilidad de que se provoque una guerra comercial aún más amplia, la cual sería imposible de ganar, y, al mismo tiempo, generaría efectos negativos en el comercio internacional.

En este sentido, se genera el interrogante en torno al impredecible accionar de Donald Trump y la consecuente posibilidad de pensar en el peligro que representa para el escenario internacional. En este clima de incertidumbre mundial, se señala la inconveniencia de que se inicie un modelo comercial internacional basado en actos unilaterales.