El día de la lealtad peronista encuentra al Gobierno atravesando horas complejas. Después de acariciar techos históricos al principio de la pandemia, la imagen de AF viene en retroceso sostenido hace meses, y sin atisbo de mejorías. Y no es un fenómeno únicamente de su persona: la percepción de la opinión pública sobre las políticas del Gobierno que encabeza también decrecen. Lejos quedaron las tapas conjuntas de todos los diarios y la unidad nacional para enfrentar la pandemia, y el escenario de polarización parece más cercano a un momento de fin de mandato que un inicio de gobierno.

En ese contexto Fernández será nombrado hoy presidente del Partido Justicialista en un acto que se desarrollará en la CGT, con la incógnita sobre la presencia de CFK, y el moyanismo de caravana en las calles cuando el propio partido se expresó por no movilizarse y seguir el acontecimiento en forma virtual desde una aplicación. Diagonales conversón con Marina Acosta, Directora de Comunicación de Analogías, y con Raúl Timerman, Fundador del Grupo de Opinión Pública y Director de Comunicaciones Sudamericanas sobre el momento del Presidente, su gobierno y su estilo de liderazgo, los números de las encuestas y las perspectivas del peronismo en el momento más caliente de la crisis.

QUÉ DICEN LAS ENCUESTAS

Con la calle vedada como territorio de expresión para un campo popular que sigue eligiendo la responsabilidad social y sanitaria, los medios hegemónicos y el establishment económico apretando el acelerador a fondo contra cualquier iniciativa del gobierno, y la oposición convocando marchas cada feriado, los sondeos emergen como uno de los únicos termómetros posibles para medir la temperatura de la opinión pública. En siete encuestas diferentes llevadas adelante entre septiembre y lo que va de octubre, la imagen positiva de Alberto Fernández tiene un pico del 58% y un piso del 41%. En cuatro de las siete oscila entre el 41% y el 45%, y en las tres restantes se mueve entre un 52% y el 58% mencionado. La contracara es su imagen negativa, que en esos mismos sondeos va desde un 39% a un 54% en los que le son menos favorables.

“Alberto empezó su gobierno con el nivel de imagen positiva que da un triunfo electoral, donde estaban todos lo que lo votaron y algunos que no. Estaba en el orden de 50-52 puntos al comienzo de su gobierno. Llegó a un punto máximo en la segunda semana de abril de 82 puntos, o sea subió 30 puntos. Y desde abril hasta el viernes pasado bajó a unos 48 puntos, es decir que su imagen está un poco por debajo del día en que asumió. ¿A qué se debe esto? Básicamente al desgate que ha producido todo el proceso” explica Timerman sobre el tema. Marina Acosta, por su parte, contextualiza el valor de la imagen positiva presidencial en medio de la crisis: “El Presidente mantiene un apoyo social importante. Seis de cada diez argentinos y argentinas tienen una imagen positiva de él. En un contexto tan crítico como el que estamos atravesando ese nivel de acompañamiento resulta óptimo. Sin embargo, conforme el deterioro socioeconómico se fue acumulando y la crisis sanitaria se hizo más cruda aparecieron, naturalmente, mayores demandas que impactaron en la imagen presidencial. Si la crisis continúa extendiéndose en el tiempo es altamente improbable que se revierta esa tendencia”.

Un “ranking de gobernadores” mensual, que sondea la imagen de todos los titulares de ejecutivos provinciales y de la Nación, indicó que solamente en tres de las veinticuatro provincias la imagen positiva de  AF creció de agosto a septiembre, mientras que en las veintiún restantes el saldo entre esos meses fue de caída. Otro relevamiento, enfocado en las menciones en redes sociales relacionadas a Fernández, marcó que de las 82.368 menciones en Facebook y Twitter entre el 20 de agosto y el 19 de septiembre, el 69% eran negativas.

Si se observan los números referidos ya no a la imagen del Presidente sino a la aprobación de la gestión de su gobierno frente a la pandemia, la tendencia es similar. Las opiniones positivas sobre la respuesta a la pandemia y la crisis tienen un piso del 40% y un techo del 57%, considerando las mediciones en cuestión. A su vez, la desaprobación de la gestión se mueve más o menos en los mismos rangos, con picos del 55% y pisos cercanos al 40%. Y aunque la tendencia es a la baja, los cortes por edad o nivel socioeconómico revelan mayor apoyo de los sectores más vulnerables y las personas de mayor edad. Así lo explica la Directora de Analogías, cuya última medición en octubre dio por primera vez más opiniones negativas que positivas en lo que va de la pandemia: “El gobierno nacional se ha mostrado sólido en dos cuestiones. Por un lado, en haberle devuelto al Estado su centralidad en momentos de crisis y, por otro, en su objetivo de defender a los sectores populares que fueron los más castigados por el desastre macreconómico que provocó la administración anterior y que agravó la pandemia. Las políticas de protección social implementadas desde el inicio del ASPO mantienen un reconocimiento social muy importante. Los sectores más humildes valoran el acompañamiento que tienen del Gobierno. Aunque también plantean demandas, entre los sectores populares la imagen positiva del Presidente toca los setenta puntos”.      

¿Cómo llega Alberto Fernández a la presidencia del PJ?

PERONISMO Y 17 DE OCTUBRE

Así llega Alberto Fernández al momento de ser erigido como presidente del PJ, y surgen las preguntas sobre si esa jugada política podrá funcionar o no como un aliciente a su situación, que lo dote de mayor poder para ejercer con mano más firme su gobierno en medio de la crisis que se agudiza. “Su nombramiento como presidente del PJ no tiene incidencia directa en su imagen. Al interior del propio partido, sin embargo, es un reconocimiento a su gestión de gobierno”, opina Acosta. Para Timerman, el nuevo cargo de Fernández tampoco decantará en un alza de su aprobación: “la gente no se guía por esa simbología sino por cómo le va en el día a día, no creo que vaya a tener influencia sobre su imagen”. Y va un poco más allá en su opinión: “creo que lo va a sectorizar un poco. La idea del Presidente electo por  el FDT era que iba gobernar para todos, y si ahora se pone al frente de un partido político se sectoriza, yo creo que se achica en lugar de agrandarse”.

El análisis entonces lleva a pensar por dónde pasa la explicación de su nombramiento, y cómo se relaciona con la actualidad del peronismo y el FDT. Acostumbrado a grandes liderazgos, el justicialismo opta por designar al frente del partido a alguien que no parecería ser dueño de ninguna de las dos características fundamentales que suelen definir esas decisiones: ni los votos, que mayoritariamente se le atribuyen a CFK, ni un estilo de conducción fuerte son activos por los que Fernández pueda sacar pecho. “Alberto tiene características de liderazgo que no son a las que el peronismo está acostumbrado, desde su primer líder, Perón, que era un militar de un carácter muy autoritario formado con esos conceptos de conducción. Alberto es la antítesis de eso, es un armador, dialoguista, trata de llegar a acuerdos, de conciliar posiciones, no es el líder que el peronismo tradicional está acostumbrado a tener” explica Timerman al respecto. 

Por su parte, Acosta opina en esa línea que “el peronismo optó en esta etapa por un liderazgo de tipo consensual. Es una decisión táctica adecuada por el grado de conflictividad tan álgido que presenta el debate político en la última década en la Argentina y en el mundo. En el modo de administrar esa virulencia que propone la derecha globalmente se juega la posibilidad del Gobierno de formar mayorías para gestionar una pandemia y la debacle económica. La táctica se dirige a mantener el diálogo con los sectores de la sociedad que tienen menor intensidad en sus opiniones. Pero el Gobierno se encontró con que la principal fuerza opositora y los poderes reales no se avienen a entablar la relación con este tipo de liderazgo consensual”. En la última medición de Analogías, el 58% de los consultados opinó que la oposición no está colaborando para enfrentar la crisis, y el 69% manifestó que los empresarios no están colaborando para que se recupere la Argentina. “Es un desafío de la coalición gobernante superar esta interpretación de los grupos de poder y dialogar con la sociedad y el sistema político en la clave de liderazgo que expresa el Presidente” agrega Acosta en ese sentido.

La encrucijada para el peronismo se plantea en una sociedad polarizada, que a la vez que reclama mayor diálogo y la superación de la grieta termina inclinándose hacia los extremos. Y habiéndose sentido siempre cómodo en uno de esos extremos, el justicialismo intenta hoy, infructuosamente hasta ahora, dialogar con el establishment y quienes no lo acompaña desde posiciones que tensen lo menos posible un escenario ya de por sí muy frágil a causa de la pandemia.

¿Qué debe ser el peronismo  de aquí en adelante entonces? ¿Cómo puede pararse frente a esa encrucijada? ¿Qué tipo de conducción le imprimirá Alberto Fernández? Interrogantes que se suman al ya muy incierto panorama que la alianza gobernante deberá despejar antes que se acerquen demasiado las legislativas del año que viene.

IDENTIDAD PERONISTA Y CONSTRUCCIÓN DE MAYORÍAS

La gran mayoría de los argentinos habrá pasado alguna vez por la difícil situación de explicar a alguien de otras latitudes qué es el peronismo.  En un momento de redefiniciones profundas a causa de la crisis histórica por la pandemia, y de un partido que se mantiene unido pero conteniendo distintos sectores políticos, económicos y sociales, la pregunta sigue vigente con especial énfasis hacia el futuro y el rumbo que el FDT le imprimirá al país.

“Diría que el peronismo como nombre es una especie de franquicia electoral. El PJ y el Radicalismo como partidos, formación de líderes y escuela de dirigentes ya no existen. Los partidos políticos han desaparecido en la Argentina, y eso ha debilitado terriblemente a la democracia. Entonces se tendrán que dar nuevas formas de liderazgo y organización” dice Timerman, que aprendió a leer con “La razón de mi vida” en primero inferior cuando Evita aún vivía. “A los fines de un peronista histórico, el peronismo hoy en día es la memoria de un tiempo feliz” sentencia. Y pensando en el escenario político diferente de la actualidad, pide un peronismo más pragmático y acorde a las necesidades urgentes: “Al gobierno le está faltando la intención y la voluntad política para terminar de construir el pacto social. Aceptar que los otros son diferentes y que hay que ceder en esa negociación. Hay que integrar al campo al proceso, sin el campo no hay país, y yo creo que este grupo agroindustrial es una gran oportunidad que no dejaría pasar, en la que se deja afuera al peor sector que es la Sociedad Rural”.

Marina Acosta esgrime su análisis en clave sociológica: “podríamos decir que la base peronista presenta una adhesión muy regular del 35%, y una franja de 20% que lo acompaña con distintos grados de adhesión. Esto medido por la expresión de apoyo a sus dirigentes y fuerzas de base. Cuando preguntamos en forma independiente por asuntos, proyectos y temas que hacen al programa peronista los apoyos son mayores, de modo que el peronismo como programa político desborda los límites de su base de apoyo. La adhesión “como identidad” seguramente es menor en terreno de la liturgia”. Y agrega una perspectiva interesante de cara al 2021 que asoma: “Cuando coyunturalmente la derecha logra reducir esa franja de apoyo moderado se pone en cuestión la mayoría electoral del peronismo, como en el 2015. Por eso, el leit motiv de la fuerza de derecha es dividir esos dos subconglomerados. Como expresión política extensa que requiere de la expresión de apoyo popular para construir su poder, el peronismo está en un serio problema durante la pandemia y tiene que urgentemente buscar medios de expresión para sus bases de apoyo”.

De las patas en la fuente a los dedos en el celular, el peronismo festeja hoy sus setenta y cinco octubres con una nueva marca de época. Cuánto potenciará su caudal político un nuevo liderazgo como el de AF es la pregunta que tendrá que empezar a despejarse desde mañana. Tamaño desafío frente a una crisis histórica, una alianza electoral que necesita más goles como alianza de gobierno, y una oposición que fomenta el caos y sueña con helicópteros.