Triste, solitario y final es una síntesis que parece encajar cada vez más en la imagen de Mauricio Macri. Es que el título de la novela homónima de Osvaldo Soriano describe el escenario al que parece dirigirse el Presidente, tras el tendal de “amigos” que lo fueron dejando de lado en el último tiempo y que, en algunos casos, se convirtieron en decididos opositores.

Entre el delicado panorama económico, el aumento de la pobreza, la dificultad para reactivar la producción, más la falta de tacto del Gobierno para lidiar con el malhumor social y las presiones políticas, hicieron que mucho del apoyo inicial que acompañó a Macri, hoy lo mire con desdén. Por allí se ubican figuras pesadas del sindicalismo como Hugo Moyano; gobernadores y referentes del interior del país, o una gran parte del radicalismo, hoy embarcado en “la rebelión interna” contra el ala dura de Pro.

Cabe recordar que buena parte del impulso inicial que colocó a Macri en la Casa Rosada provino no sólo de la amalgama entre el Pro y el radicalismo, sino junto al respaldo de sectores del peronismo distanciados con el kirchnerismo en sus últimos años de gestión. Es el caso de Moyano, quien supo compartir actos de campaña en 2015 junto a Macri, ahora es una de las caras fuertes de la oposición, de la mano de la CGT y el Frente Sindical para el Modelo Nacional, articulado con distintos sectores del peronismo.

La temperatura subió también en el peronismo ahora condensado en Alternativa Federal, ahora establecido en una firme postura de oposición a Cambiemos. Este bloque, ahora crítico, integra a quienes supieron ver con buenos ojos la llegada de Macri al poder, como Juan Manuel Urtubey. El gobernador salteño fue uno de tantos que apostó a “no ponerle palos en la rueda” al Gobierno. Hoy desfila junto a Sergio Massa por  la avenida del medio que busca “cerrar la grieta”.

Incluso el propio dirigente Emilio Pérsico, quien en los inicios de la gestión cambiemita intentó articular una “paz social” con los movimientos populares y organizaciones piqueteras, esta semana advirtió que “Macri va a terminar como De La Rúa”.

En tanto, también hay que destacar la transición de “el campo”, caballo de batalla del macrismo a partir del conflicto por “La 125” en 2008, hoy en tensión con el Gobierno, paradójicamente, por el mismo motivo. La inestabilidad económica de la gestión, el estancamiento del boom de las commodities y la reinstalación de retenciones, generaron un paulatino clima de desconfianza en la famosa Mesa de Enlace, en su momento en diálogo directo con el Presidente. El titular de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Dardo Chiesa, o el referente de la Federación Agraria (FA), Eduardo Buzzi fueron algunos de los que alzaron su voz de manera reciente contra Macri.

La situación se replicó en el sector empresarial, enmarcado en la fuerte pelea del ahora “ex macrista” Paolo Rocca. El CEO de Techint protagoniza un embate judicial contra el Presidente que él mismo apoyo contra viento y marea. De la misma manera, el empresario inmobiliario Eduardo Constantini lanzó serias críticas a la gestión de Macri, así como sectores de la UIA, que nucleó un fuerte respaldo inicial a Cambiemos.

Por otro lado, el revés del radicalismo también pegó duro en Cambiemos. Hastiados por el “ninguneo” del núcleo duro macrista, son cada vez más las figuras boina blanca que se alejan de Macri. El ejemplo cordobés -que derivó en la ruptura de Cambiemos tras la interna entre Ramón MestreOmar Negri- destapó la olla de una situación que ya se venía cocinando en municipios bonaerenses durante la discusión por el desdoblamiento electoral.

A esto se suma la suma de referentes del interior argentino que comenzaron a retirarse de a poco de la esfera macrista, preocupados por no hundirse junto al “salvavidas de plomo” con que muchos ya observan a Macri. Así lo han demostrado gobernadores aliados como Gerardo Morales (Jujuy), Alfredo Cornejo (Mendoza) y Gustavo Valdés (Corrientes) quienes este año anunciaron sus intenciones de despegar las elecciones de sus provincias respecto de las nacionales.

Entre internas propias y pactos secretos, los posicionamientos del oficialismo en las provincias se convirtieron en un auténtico dolor de cabeza para la mesa chica de la Casa Rosada, que observa cómo el armado de Cambiemos se despedaza poco a poco en Córdoba.

A diferencia del entusiasta Macri que llegó al poder en 2015, este año encuentra a un presidente desgastado por tres años de una gestión que no dio resultado. Las elecciones están cada vez más cerca y, por cada día que pasa, el presidente tiene un amigo menos.