En Argentina parece haber reflotado una peligrosa tendencia, la justicia por mano propia. No debería caber duda respecto a si está bien o mal matar a aquel que asesina, roba o hiere. El caso del carnicero de Zárate, que atropelló con su auto y mató a un delincuente que le había robado, sonó fuerte en la agenda mediática, y varios vecinos pidieron la liberación del comerciante argumentando que "buscaba lo que era suyo y le habían quitado". Ahora el mismísimo presidente Mauricio Macri se metió en la discusión y opinó que "debería estar con su familia, tranquilo, mientras la Justicia decide".

¿Por qué en este caso el que mató a una persona debería estar en su casa y en otro no? Desde la perspectiva del Presidente, ¿es menor el delito al tratarse de un ladrón quien resultó muerto? Estas preguntas se abren como un abanico luego de sus declaraciones radiales.

Las palabras completas de Macri fueron las siguientes "quiero decir que más allá de toda la reflexión que tenga que hacer la Justicia, la investigación, si no hay riesgo de fuga, porque es un ciudadano sano, querido, reconocido por la comunidad, él debería estar con su familia, tranquilo, tratando de reflexionar sobre todo lo que pasó, mientras la Justicia decide por qué sucedió la muerte que hemos tenido".

Entonces, se desprende la inevitable hipótesis de que aquellos ciudadanos sanos y reconocidos por la comunidad tienen más derechos que el resto. ¿Ser sano, reconocido y no fugarse es una virtud que merece beneficios ante el código penal?

En una sociedad cada vez más violenta, responder con más violencia no parece ser una solución que nos lleve a buen puerto. La pena de muerte a la ejecución de un delito, sea robo, asesinato o estafa debe desaparecer de la agenda mediática y no debería dudarse a la hora de encarcelar a aquellos que matan, distinto es el caso de defensa propia, que no entra en este debate.