Que la única preocupación del Gobierno de Javier Milei es la economía es tan sabido como que ni siquiera en ese aspecto logra aún resultados meritorios. A la disparada inflacionaria provocada por la devaluación y la liberalización irracional de la economía, a la brutal recesión que ya se siente en la actividad económica y en los despidos, a la trágica pérdida de poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones, se suman graves problemas de otra índole frente a los cuales el Gobierno vuelve a exhibir su improvisación, su ineficacia, una endeblez teórica y un dogmatismo ideológico críticos para ser portados por quienes deben conducir el destino de 46 millones de argentinos. El caso del dengue expone estas cuestiones con una claridad y una profundidad dramáticas.

El peor brote de la enfermedad en la historia argentina ya se contabiliza en más de 180.000 casos y 129 muertes en todo el país, calificando como una epidemia. Por definición, un problema de orden público de semejante magnitud, y creciendo, exige una respuesta acorde de carácter público, es decir, estatal. Para estas cosas, entre otras también muy importantes, es que existe esta forma de organización social llamada Estado a la que el presidente considera “una organización criminal”. Fiel a esa mirada, el oficialismo se lava escandalosamente las manos frente al padecimiento de la población, preso de su rigidez ideológica que lo encorseta en la inacción y la falta de conducción de una sociedad librada a su suerte.

Algunas de las manifestaciones más explícitas de la deficiencia en la gestión de la nueva crisis sanitaria por parte del Gobierno se ven en su falta de acciones para mitigar el brote y prevenir su expansión, la inexistente comunicación pública para orientar los comportamientos adecuados de la sociedad, el tono de campaña electoral que el oficialismo sostiene al referirse a la crisis, y la incapacidad para ordenar un mercado donde la respuesta más eficiente ante la ya consumada propagación del mosquito sufrió aumentos de precios impagables para los bolsillos castigados por el ajuste.

UN GOBIERNO QUE NO HACE NADA

El crecimiento de casos de dengue es una consecuencia directa de la proliferación del mosquito portador de la enfermedad. Los conocimientos acumulados en torno al ciclo de vida del Aedes aegypti indican que el mosquito se reproduce y pica con mayor intensidad en rangos de temperaturas que van desde los 26º a los 35º. Con esa información, era previsible que las altas temperaturas del verano, sumadas a la multiplicación de las lluvias a partir del cambio de ciclo de la niña (seca) y la llegada del niño (lluvias), derivaran en una temporada de proliferación de mosquitos.

Ante esta situación, el Gobierno nacional no realizó ni realiza fumigaciones, no dota de recursos a las provincias más afectadas para afrontar el problema, ni despliega campañas de información para orientar a la sociedad en los comportamientos preventivos necesarios. Con la motosierra como anteojeras que impiden ver cualquier otra actitud que no sea el ajuste irracional, la reducción del Estado a su mínima expresión posible implica estas consecuencias.

Un Ministerio de Salud devaluado, con un ministro al que no se le conocía la voz y totalmente condicionado por la falta de presupuesto, difícilmente podría encabezar un combate efectivo a la epidemia. La tan festejada eliminación de la totalidad de la pauta oficial, lejos de terminar con negocios de “ensobrados”, en lo que realmente resulta es en la falta de campañas de información para alertar y conducir a la sociedad en una lógica de prevención. La pelea infértil con las provincias y el recorte cuasi ilegal de recursos a las mismas deja a los gobiernos locales con menos herramientas para enfrentar el problema. El déficit cero como dogma bíblico no es gratis, y lo pagan con su padecimiento los argentinos a quienes el Estado deja de cuidar.

UN GOBIERNO IMPROVISADO Y QUE SIGUE EN CAMPAÑA EN LUGAR DE GESTIONAR

A ese cuadro de inacción estatal se suma el modo campaña permanente de Milei y los suyos, una respuesta muy efectiva para su falta de resultados en tanto sostiene el clima de polarización y continúa alimentando la bronca para con el sistema que los depositó en la Rosada. La máxima expresión de esto se vio en el comunicado publicado ayer por el Ministerio de Salud, pero viene de arrastre desde el inicio del Gobierno.

Ya en febrero el vocero Manuel Adorni expresó que “gran parte de este problema se da por la responsabilidad que se tuvo en el fracaso en las políticas de prevención que se han hecho durante el año pasado. Esta tarea de prevención y de difusión de lo que es el dengue y cómo prevenirse no estuvieron bien implementadas”. Adorni se refería a la ola de mosquitos que llegó tras las lluvias de febrero, y sus palabras desconocen que el promedio de vida del Aedes aegypti es de entre 3 y 4 semanas. Para cuando Adorni declaró eso, La Libertad Avanza ya llevaba casi dos meses y medio en el Gobierno, sin haber hecho nada en pos de enfrentar el problema.

Este martes, el Ministerio de Salud publicó un comunicado en el que vuelve a culpar a la gestión anterior, a la vez que no brinda información alguna sobre acciones concretas para enfrentar la emergencia. “Hoy estamos sufriendo la falta de prevención que hubo el año pasado, donde no se hizo el trabajo correspondiente”, afirmó la cartera, más en tono de campaña electoral que de gestión. La acusación, que no aparece respaldada con ningún dato concreto, es que el Ejecutivo nacional “no compró los larvicidas para las provincias desde el año 2022”.

El experto en comunicación política y de gestión, Mario Riorda, calificó el comunicado en su cuenta de X: “En términos de comunicación de riesgo, todo lo malo que puede ser una comunicación está aquí. Certeza cero. Dudas y más dudas. Cuestionamiento a la vacuna. Cero operatividad. Acusaciones al aire. Y NULO MENSAJE PREVENTIVO”.

El cuestionamiento a la vacuna es otra de las aristas del problema. Proviniendo de una fuerza política que cuestionó toda la intervención del Estado en la pandemia, resulta lógico que, hoy en el Gobierno, pretendan deslegitimar un recurso que, de ser reconocido como una respuesta válida al problema, lo tornaría en una obligación estatal. El científico Ernesto Resnik también opinó por X que “el comunicado del Ministerio de Salud sobre la situación del Dengue y la vacuna es un mini panfleto político con consideraciones sorprendentemente poco profesionales”, y se concentró principalmente en sus críticas a la vacuna.

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X de Ernesto Resnik

Por un lado, desestimó la crítica de que los estudios sobre la misma continúen, ya que siempre sucede así, a la vez que aclaró que la misma “está probada y aprobada”, y que su efectividad “ya fue establecida”, algo que el comunicado pone en duda. El Ministerio de Salud se amparó en que la FDA estadounidense no aprobó la vacuna, frente a la cual Resnik respondió que no se avanzó en ese país con la aprobación pero sí en la EMA europea, “una agencia igual de exigente”. “Es confuso e inútil, poco profesional lo que escriben, pero además mienten porque la OMS SÍ RECOMENDÓ LA VACUNA”, escribió contestando otro fragmento del comunicado.

Luego de exponer cómo el Ministerio de Salud mezcla en su comunicado la vacuna contra el dengue con otra que no está aprobada en Argentina ni recomendada por la OMS, el científico sentenció “es un documento oficial pedorro, falaz, mal intencionado, inútil que, como dijeron muchos, no ayuda a nadie, no explica nada y no marca un rumbo de gestión, un mamarracho escrito por un grupo que, a cargo de la salud pública, muestra total desinterés por la salud pública”.

El oficialismo muestra con sus intervenciones sobre esta problemática no solo no estar preparado para enfrentarla, sino también que su única postura comunicacional es la de generar ruido, confusión y alimentar la discusión en el seno de la sociedad a partir de la profundización de una polarización propia de un contexto de campaña y no de una emergencia sanitaria. Sin conocimiento para transmitir, sin respuestas concretas para ofrecer, sin una línea de acción clara para proponer a la sociedad, el Gobierno juega a la grieta en lugar de hacerse cargo de su responsabilidad de gestión.

UN GOBIERNO QUE NO PUEDE CONTROLAR NADA

Una de las máximas libertarias tiene que ver con la no intervención del Estado en la economía, que se autorregularía por sí misma bajo las leyes del mercado. Con esa premisa como bandera es que el Gobierno permitió que los precios de bienes y servicios se dispararan desde el 10 de diciembre, sin ningún tipo de regulación que pudiera establecer alguna otra lógica que no fuera la de la oferta y la demanda. Los casos paradigmáticos son los de los alimentos y los medicamentos. Mientras los primeros alcanzaron en muchos casos niveles superiores a los europeos o estadounidenses en dólares, los segundos aumentaron en el primer bimestre un 110% en promedio, 40 puntos por encima de la inflación general.

La misma consecuencia de la liberalización irracional de la economía se evidenció en las últimas semanas en el aumento desmesurado del repelente contra mosquitos y su faltante en muchos puntos del país. El aerosol de la marca más conocida de repelente se vende hoy a valores entre los $18.000 y los $23.000, en las zonas del AMBA donde aún se consigue. La falta de previsibilidad llevó, a su vez, a que se registren faltantes en muchísimos lugares y que conseguir una unidad se vuelva una odisea. La falta de stock por parte de los productores y los tiempos necesarios para abrir la importación del producto hacen que esta situación probablemente continúe así hasta que termine la temporada actual de mosquitos con la llegada del frío.

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X de Hernán Letcher

Uno de los que señaló esta crítica fue el senador radical Martín Lousteau, quien calificó la situación como una “falla de mercado”. “La inacción del gobierno hizo que cada empresario obtenga la información tarde. Ahora ya no se llega: aumentar la producción o importar lleva tiempo y ya viene el frío. Así, la solución llegaría recién cuando el dengue se haya ido”, expresó a través de su cuenta de X el senador.

“Este es justo un caso en donde un buen Estado tiene disponible más información más rápido que el mercado. Y puede ayudar a coordinar respuestas si toma decisiones o comparte la información a tiempo. Se llama política pública de salud”, agregó Louestau en su crítica al dogmatismo de mercado de Milei, y luego sentenció: “Pero este gobierno no piensa así. Que cada uno se tenga que “arreglar” para combatir al dengue es un fracaso más del presidente y de un ministro de salud al que no le conocemos la cara”.

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X de Martín Lousteau

EL CONTRASTE CON LA PANDEMIA

Ayer se conoció un estudio de la prestigiosa revista científica The Lancet, enaltecida durante la pandemia por los medios opositores al gobierno del Frente de Todos, que expuso que la Argentina fue uno de los países de la región que mejor manejó la crisis sanitaria. Se tomaron para ello parámetros como el exceso de mortalidad y la caída en la expectativa de vida de los diferentes países.

Argentina fue el cuarto país detrás de Uruguay, Costa Rica y Panamá para el primer indicador, con un exceso de muestres de 0,85 cada 1000 habitantes, y el país de la región donde menos cayó la expectativa de vida, que pasó de 76,9 años en 2019 a 76,1 en 2021 (-0,8). Así, se constituyó en un país con mejores indicadores que el promedio mundial, regional y que los de muchos países europeos y EEUU. La preponderancia del Estado en el diseño de respuestas comunes, y una comunicación gubernamental que, independientemente de errores cometidos, logró conducir a la sociedad en las prácticas de cuidado, son sin dudas explicaciones de esos resultados.

La emergencia del dengue revela los límites del relato y el dogmatismo libertario que hoy gobiernan el país. La supuesta eficiencia del mercado como ordenador social no se verifica en nada dentro de la Argentina del caos actual, mucho menos cuando se enfrentan problemáticas de esta naturaleza. La achura del Estado con la motosierra irracional sólo deja más desprotegida a la sociedad frente situaciones críticas como esta. La comunicación en modo campaña, poco seria e impropia para un Gobierno que debe gestionar una crisis sanitaria, sólo suma confusión y propende a agravar el problema. Resulta imperioso que el Gobierno abandone la pose en la que se encuentra desde su asunción y se dedique, de una vez por todas, a gobernar y gestionar para los 46 millones de argentinos. Los relatos vacíos y las posiciones dogmáticas e inamovibles tarde o temprano encuentras sus límites, y en una problemática como la actual los caprichos y los errores no forzados se cuentan en vidas perdidas.