El Frente de Todos asumió el gobierno con dos grandes desafíos: el descalabro social generado por cuatro años de gestión macrista –un modo simplificado de referirnos a la apropiación del Estado y sus principales políticas por una conjunción de actores e intereses del mundo de la globalización financiera- y el muy abultado endeudamiento externo fruto de la gestión macrista.  Ambos son facetas de una misma cuestión: el endeudamiento externo fue el mecanismo que financió la gigantesca formación de activos externos (salida de capitales del sistema financiero nacional), que alcanzó su punto álgido con los 57 mil millones de dólares aportados por el FMI.

La deuda así generada no se tradujo en inversiones productivas, el financiamiento al desarrollo o la promoción del bienestar social de los más necesitados. El mayor empobrecimiento de las clases populares y los sectores medios tributó al gigantesco enriquecimiento de las empresas y sectores mejor articulados a la globalización financiera o que contaban con ventajas competitivas en los escenarios de la pandemia.

El discurso presidencial de inicio de mandato enunció objetivos relacionados con lo anterior en cuanto apuntaban a desmontar aspectos importantes del bloque de poder fáctico e institucional que dio sustento al gran negocio de la dupla endeudamiento/fuga de capitales, como el combate a los “sótanos de la democracia” o la reforma del poder judicial.

El desembarco de la pandemia en marzo 2020 sorprendió al nuevo gobierno a solo tres meses de su inauguración y se convirtió en el escenario en que habrían de procesarse la tensión social y los conflictos de poder entre gobierno y oposición.  Todos los actores tomaron partido en los muchos frentes que así se abrieron: la cuarentena inicial, el distanciamiento, el impacto de una y otro en las libertades individuales, las vacunas, la existencia misma o el carácter de la enfermedad, la política de asistencia social, etcétera. Independientemente de los temas específicos, se hizo evidente el incremento de la conflictividad social y, para algunos analistas, las limitaciones del Frente de Todos para generar una respuesta política y no meramente administrativa a los reclamos de la sociedad e incluso a muchos de sus partidarios en una variedad amplia de asuntos “no pandémicos”: política económica, inversiones, tarifas de servicios públicos, política tributaria, situación carcelaria de dirigentes sociales.

Producto de una táctica electoral que previno con éxito la reelección presidencial de Mauricio Macri, la heterogeneidad constitutiva del Frente de Todos demuestra que muchas veces los acuerdos que permiten llegar al gobierno tienen luego su costo en lo que toca al modo de ejercer ese gobierno. Las elecciones de medio término (noviembre 2021) complicaron adicionalmente la cuestión, al privar al FdT de mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso Nacional.

En estas condiciones, la negociación por la deuda con el FMI resulta de vital relevancia. En su diseño actual, esa deuda impone un cepo a las posibilidades de desarrollo y bienestar de los próximo veinte o treinta años. La gravedad del asunto se explica, más allá de su dimensión financiera, porque en el fondo la cuestión no es tanto el Fondo sino el gobierno de Estados Unidos, que dio su aval para que la burocracia del FMI violentara los estatutos del propio organismo para entregar al gobierno de Macri una suma de magnitud sin precedentes en la historia de la institución. Estados Unidos tiene poder de veto en las decisiones graves del organismo; sin su consentimiento difícilmente los burócratas se habrían atrevido a tanto; de todos modos es interesante señalar que quienes tuvieron alguna responsabilidad formal en ese préstamo posteriormente salieron del FMI o pasaron a otras funciones.

Es por lo tanto una negociación con los dueños del mono, más que con el mono mismo. Una negociación desigual, en la que la Casa Blanca intentará incluir todos los temas de política internacional en los que hasta ahora el gobierno argentino ha demostrado cierta autonomía de criterio. En esto no hay gran diferencia entre demócratas y republicanos.  No es la primera vez que  la dupla FMI-Banco Mundial hacen de celestinos de la globalización financiera y sus grandes actores y operan como instrumentos de la política exterior de Washington, haciéndole un bypass al Congreso de Estados Unidos y su facultad constitucional de monitorear la política exterior del poder ejecutivo. A fines de la década de 1990 contribuyeron a la quiebra de la economía argentina.

Quienes imaginaban que la no reelección de Macri auguraba un regreso a los buenos años del kirchnerismo se sienten frustrados: temen, no sin razón, que lo que se pensaba que había quedado atrás, esté adelante. Pero esta es una historia que aún no está escrita.

*Politólogo. Profesor Honorario de la Universidad Nacional de Lanús Director de la Revista Perspectivas de Políticas Públicas y de la Maestría en Políticas Públicas y Gobierno.