El discurso que pronunció en la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso  mostró a Mauricio Macri irascible, levantando la voz, confrontativo.  Algunos analistas apurados, a los que se nota demasiado sus simpatías por el gobierno, plantean que fue un discurso de campaña, justificando el papel que el presidente ocupó el 1 de Marzo. Desmenucemos que implicancias tiene el discurso del presidente para el futuro de su fuerza política.

Los 70 malditos años

La herencia recibida siempre es la muletilla que el gobierno actual, sobre todo en la figura del presidente, se encarga de remarcar. Pero no es una herencia solo del gobierno anterior, sino sería la herencia del peronismo en general. No se hace mucha diferencia entre el gobierno de Perón, Campora, Menem o los Kirchner (pese a la simpatía que el PRO y su periferia tienen por la figura del ex presidente Menem y las políticas aplicadas por ese gobierno). Todo lo que el peronismo hizo en nuestra historia (derechos laborales, desarrollo industrial, empresas públicas, etc.) está mal y debe ser borrado del suelo argentino. Este discurso va de lleno a generar más grieta en nuestra sociedad. Vuelve a repetir la histórica distancia entre las clases medias y los trabajadores. Ese discurso solo fortalece al sector antiperonista, que frente a los fracasos del gobierno en materia económica y social, se reduce,  y genera en la opinión pública la contracara del discurso de los  70 malditos  años, que suele sintetizarse en  “los únicos que pueden gobernar este país son los peronistas”.

Números imposibles

Ni la pobreza, ni la inflación, ni el crecimiento descriptos por el presidente parecen coincidir con la realidad. Raro en una fuerza política que hace de la veracidad de los números uno de sus principales méritos. En el discurso del presidente todo parece estar bien, por eso tantos analistas lo describieron como “un discurso de campaña”, naturalizando como que en campaña se puede describir cualquier realidad solo para convencer a los votantes. La intención sería “pararse” sobre el voto duro del PRO, 25 % nacional, para desde allí acumular para el gran objetivo de la reelección. No evalúa, el presidente y su sequito, que con ese discurso, el 75% que no es PRO, ni es cutáneamente antiperonista, se sentirá ofendido cuando le dicen, que está mejor y su realidad le muestra que no llega al 15 del mes.

Los insultos no hablan de mí sino de ustedes

Mientras el presidente no hacía más que denostar a todas las fuerzas políticas que gobernaron antes que él en la Argentina (habría que avisarle al radicalismo que es parte de los 70 años, mal que le pese) y en una escenificación de un director de escuela que reta a los alumnos, pequeños que hay enderezar por el buen camino, mientras gesticulaba y escuchaba las respuestas de malestar de los diputados de la oposición presentes les retribuía con la frase que titula este apartado. Independientemente de la opinión que nos despierten las manifestaciones de la oposición, el presidente de la Nación, en momentos en que la Argentina atraviesa una crisis tan profunda, tendría que construir puentes, para evitar más divisiones. Mucho más, en un contexto electoral que se avecina, si esta es la impronta que el gobierno quiere darle a la campaña, la misma sería virulenta por no utilizar la palabra violenta, tan triste en la historia de la Argentina. A veces, los insultos son la única manera de expresar el malestar con la realidad y hablan de la falta de capacidad del insultado, para entenderla y quizás cambiar la actitud u acción insultada.

Todo lo sólido se desvanece en el aire

Al PRO de Mauricio Macri, separando las diferencias en la aplicación de políticas respecto al país, sus habitantes, América Latina y el mundo, que son esencialmente opuestas, le está pasando lo mismo que al kirchnerismo en el 2015. Está obnubilado con su mirada del mundo, mientras entre sus filas, caen día a día, los heridos por su tozudez. Como remarcamos en otra nota, lo que el PRO había logrado era mostrar la unidad en la diversidad de la oposición, hoy parece desgranarse…

El radicalismo se ha manifestado en rebelión, quiere unas PASO con candidato propio en oposición al actual presidente. Su operador político más inteligente, Emilio Monzó abandona el barco. Todo gira al ritmo del marketing político, que sirve cuando hay política. No olvidemos que el discurso del PRO fue superar la grieta, pero mantener “lo bueno de lo anterior” en la elección 2015. En la cabeza de los argentinos, no está la guerra santa para acabar con lo heredado por el peronismo, sino más bien llegar a fin de mes habiendo pagado todas las cuentas. Por eso, el PRO, si no logra mejorar los indicadores económicos, por más que intente agrietar y pararse sobre su base electoral, genera el abismo (que se manifestó claramente entre el discurso del presidente y la realidad del argentino de a pié)  en el que su propuesta electoral cae y por lo tanto no es viable como alternativa electoral.

*Licenciado en Sociología, Doctorando en Ciencias Sociales, Docente de la UBA. Twitter:@Pablolopezfiori