El balotaje de este domingo dejó un resultado tan estrepitoso como inédito para la historia Argentina. El país insignia en la región por su tradición de educación y salud públicas, votó masivamente a un candidato que propone privatizarlas. El país tradicionalmente más igualitario de la región, el de la histórica clase media, votó mayoritariamente a un candidato que define a la justicia social como “una aberración”. El país reconocido en el mundo por su construcción en torno a los derechos humanos, votó sin espanto a una fórmula negacionista del genocidio de la última dictadura cívico militar.

Ninguna reflexión en pleno estado de shock podrá abarcar cabalmente las explicaciones de ese veredicto popular, y el nuevo gobierno deberá ser juzgado por sus acciones y sus resultados antes que por exclamaciones de campaña, ese elemento tan volátil en estas latitudes. A riesgo del desbarranco por la premura se ofrecen aquí algunas ideas, más en clave de comenzar a procesar la nueva etapa del país que como un catálogo de las verdades reveladas que hoy nadie puede creer seriamente poseer.

1. ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO

En la corta distancia que separa los comicios del espejo retrovisor con el que hoy se miran, se ve con claridad una realidad a la que buena parte de la sociedad se resistió hasta último momento: era una elección imposible para el oficialismo. La inflación del 140%, la pobreza del 40% y creciendo, el continuo de seis años consecutivos de caída del poder adquisitivo, la inestabilidad permanente, son elementos de un listado más extenso en el que toda la sociedad tiene de qué agarrarse para sentir que este gobierno y este ciclo político le empeoraron la vida.

Una agresión tan profunda sobre el metro cuadrado personal, y tan transversal a toda la sociedad, inevitablemente conducen a un fracaso electoral. Le pasó Macri hace cuatro años y le sucederá a Milei si no da respuestas materiales a las demandas sociales. El sistema político, sea cual sea su nueva configuración, tendrá que asimilar esto como el mandamiento uno, dos, tres, cuatro, cinco y diez. Excusa o explicación, por más certera que sea, no tapa falta de resultados.

2. EL QUIEBRE DE LA PANDEMIA

Como nunca desde la recuperación democrática, con algún pasaje por el corralito y el estado de sitio en el 2001, el Estado argentino asumió durante la pandemia el más ingrato de los roles. Exigió lo máximo a una sociedad entera: encerrarse sin importar los costos económicos y sociales, que trataron infructuosamente de ser paliados por un Estado quebrado económicamente por el macrismo. Pérdidas materiales y humanas, muertos que no se pudieron despedir, las incomodidades de una rutina de encierro sin que hubiera un afuera. Todo eso se cargó sobre sus espaldas el Estado y el Gobierno, y en ese rol represivo hay una raíz de la exitosa prédica por la libertad que llevó a Milei a la presidencia.

Todos los oficialismos pagaron ese costo en el mundo. Pero acá, a las dificultades económicas por la falta de crédito y la necesidad de emisión monetaria para sostener el entramado social, productivo y la vida de los ciudadanos, se sumó un quiebre definitivo. La foto de Olivos significó la ruptura sin retorno del pacto entre el Gobierno y la sociedad a la que le exigía el máximo esfuerzo. Símbolo de los privilegios sobre los que Milei fundó su discurso de “la casta”, esa imagen que pasará a la historia fue el punto de inflexión del que nunca se volvió.

3. LA REALIDAD ALGORÍTMICA Y LA CRISIS DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA DE LOS COLECTIVOS

Los modos de socialización se transformaron en forma radical y definitiva. Por primera vez en la historia de la humanidad, el sistema en su conjunto tiene una terminal directa en cada individuo con su teléfono celular. A partir de eso, la realidad se fragmenta en múltiples realidades a partir de consumos particulares y segmentados, que avanzan en una sociedad dividida en burbujas que cada vez se tocan menos entre sí.

Frente a eso, las estructuras de representación social y política, hijas de la era analógica, entraron en crisis. Como tantas veces sucede, el mercado lo captó antes que nadie, potenció esa situación y construyó una expresión política a medida de ese nuevo escenario. Individuos aislados, interpelados por discursos quirúrgicos, se constituyeron en una nueva mayoría coyuntural cuyo único pegamento real es el rechazo, una bolsa en la que puede entrar cualquier cosa y que el algoritmo sabrá llenar. El planteo colectivista de unidad nacional y de defensa de los pilares sociales chocó de frente con la nueva lógica de la demanda híper instantánea, segmentada e individualista. Vivir en sociedad tiene costos, y triunfó la ilusión de que existe una satisfacción individual que puede evitarlos.

4. LA MANO IMPLACABLE DE MAURICIO MACRI

El ex presidente jugó una carta maestra al nivel de la de CFK con el Frente de Todos en 2019. Quizás incluso aún más rotunda. Si CFK tuvo que ceder y ablandarse para recuperar el poder, Macri hizo lo contrario: se endureció, se sacó de encima todo resabio de tibieza, y se constituyó en el principal garante de que una alianza de ultraderecha arrase en las urnas y llegue a la Rosada ganando en 21 de las 24 provincias del país. Sin Macri, Milei no hubiera tenido estructura electoral ni hubiera podido ofrecer gobernabilidad al sistema económico. Ahora el riesgo es el de un cogobierno fallido y marcado por las tensiones internas, como fue el del FdT. Probablemente Macri haya aprendido de los errores propios y ajenos y se mueva con más astucia en ese terreno.

5. EL RESQUEBRAJO DE LAS IDENTIDADES TRADICIONALES

Peronismo. Kirchnerismo. Radicalismo. Socialismo. Progresismo. Izquierda  y derecha.  Las identidades que organizaron la vida social y política durante gran parte de la historia del país crujen. No significa su defunción, ni mucho menos. Simplemente es preciso reconocer que su capacidad de interpelación y movilización de la sociedad quedó, como mínimo, puesta en cuestión. Será una tarea de esas estructuras volver a sintonizar con una ciudadanía que muta a la velocidad de las nuevas tecnologías, que presenta nuevas demandas y modos de comunicarse y socializar. Tarea titánica si las hay, para la que habrá que construir nuevas categorías.

6. EL VOTO FEDERAL

La tensión entre el interior del país y Buenos Aires, diremos el AMBA, data de la génesis misma del país agroexportador con centro gravitacional en el puerto porteño. La dinámica política que le permitió al peronismo construir una fortaleza hegemónica desde el conurbano bonaerense hacia el resto del país deberá mutar en algo nuevo. Paradójicamente, las opciones políticas conservadoras se hicieron fuertes desde el interior hacia el centro en las dos elecciones que ganaron en el último tiempo. Si bien el peronismo tiene anclajes fuertes, sobre todo en el norte del país, la construcción de nuevas articulaciones, con un clivaje realmente más federal, es imperiosa para una nueva alternativa política que no se pare desde lo anti sino desde una propuesta novedosa.

7. EL GOBIERNO FALLIDO DEL FRENTE DE TODOS

Las siete plagas de Egipto quedan cortas para describir las vicisitudes que le tocó atravesar al FdT en el gobierno. Aún así, la imposibilidad de trazar rumbos comunes fue una marca de estos años que no puede explicarse solamente a partir de las condiciones externas. Las internas estuvieron presentes casi desde el minuto cero y condicionaron fuertemente la gestión. Las responsabilidades son compartidas y alcanzan a todos los actores, pero eso no significa que sean las mismas para todos. Por su talla de arquitecta de la criatura y líder indiscutida, a CFK le caben unas. Por su rol de presidente y máxima responsabilidad institucional y política del proceso, a Alberto Fernández le caben otras. Lo cierto es que el gobierno recién logró ordenarse cuando la crisis había estallado y quizás ya era tarde.

Paradójicamente, el mejor momento político acompañó al peor momento económico. Si ese reflejo político y esa capacidad para ponerse de acuerdo hubieran primado en decisiones estructurales a la salida de la pandemia, el relato del FdT bien podría haber sido otro. Ahora, la historia dirá que fue el gobierno que atravesó el peor momento del país en décadas, que fue saltando de una crisis política en otra, que dejó la economía al borde del colapso y que abrió la puerta a un experimento de ribetes violentos y autoritarios inédito en la historia de la democracia reciente. Justamente el gobierno que prometió “volver mejores” y venía a ampliar y a construir nuevos consensos a partir del diálogo y el acuerdo.

8. LA INSATISFACCIÓN DEMOCRÁTICA

Se plebiscitó la democracia y ganó la insatisfacción. El mítico sentido social por el cual “con la democracia se come, se cura y se educa” quedó aplastado bajo muchos años de carencias justamente en esos aspectos más básicos de la existencia material de la sociedad. Frente esas faltas, la discusión por el sentido y la defensa de la democracia sonó a politiquería en los oídos de una mayoría importante de la sociedad. CFK fue la primera en advertirlo y ponerle un concepto, pero el sistema político no logró construir respuestas efectivas desde entonces. En una sociedad donde lo colectivo está en crisis, la democracia deberá ofrecer respuestas materiales a los individuos para seguir siendo un sentido social mayoritario, o quedará en permanente riesgo frente a cantos de sirena que ofrezcan esas respuestas desde las posiciones más inimaginables.

9. EL ANTI PERONISMO IRRACIONAL DEL SISTEMA ECONÓMICO

El establishment y su cuestión de piel con el peronismo son una clave ineludible de todo este proceso. El peronismo recompuso la crisis del 2001 y permitió años de ganancias y derrame. Luego, el peronismo sostuvo el entramado productivo durante la pandemia y le permitió al empresariado saldar las deudas contraídas durante la gestión de Macri al beneficioso dólar oficial. Miles de empresas cerradas entre 2015 y 2019 reabrieron sus negocios a partir de un modelo que recuperó el empleo y el consumo interno en la salida de la pandemia. Como frutilla del postre, el peronismo puso un candidato totalmente afín al empresariado y el capital financiero, llamando a una nueva etapa en la relación entre capital y trabajo.

Nada de todo eso impidió que el anti peronismo en sangre del establishment local se expresara en cada ocasión posible, limando la legitimidad del oficialismo y profundizando una crisis que llevó al nuevo experimento económico en puertas, del cual habrá que ver cuántos y quiénes salen bien parados, y cuántos y quiénes se vuelven a comer la curva que ya se comieron con Macri.

10. EL HARTAZGO Y  LA ESPERANZA

Mucho tiempo de inestabilidad, mucho tiempo de crisis, mucho tiempo de una construcción permanente en contra de la política como responsable de todos los males. El hartazgo social se respira por doquier y es transversal a todos los sectores, a pesar de que la crisis no afecta a todos por igual. Sólo desde ese hartazgo puede explicarse que el símbolo político que vence al oficialismo sea una motosierra, o la destrucción del Banco Central, en lugar de los globos de colores y la revolución de la alegría del 2015.

Pero el hartazgo también conlleva una esperanza, y allí radica el gran desafío para el nuevo gobierno. La idea de la libertad y la reconstrucción de una Argentina gloriosa son promesas que calaron en el electorado, que no votó solamente enojado y con bronca frente al peronismo. Promesas nuevas, desconocidas y disruptivas para con lo que la ciudadanía argentina venía acostumbrad a escuchar, que constituyen una nueva demanda que deberá ser satisfecha. Y si no lo es, abrirá la puerta a una nueva insatisfacción que volverá a marcar el pulso político del país, probablemente más rápido de lo esperado por los nuevos triunfadores. La esperanza fue un signo del triunfo de Cambiemos en 2015 y también del FdT en 2019. El pueblo argentino no se resignará a entregarla.

POST DATA: EL RIESGO DEL FANATISMO

Javier Milei expresó en su discurso triunfal que la Argentina volvía a abrazar las ideas fundacionales que hicieron grande al país naciente de fines del siglo XIX. “La ideas de Alberdi”, como se encarga de repetir, aunque probablemente  ni un 10% de sus propios seguidores sepan a qué se refiere con eso. El nuevo Presidente está ante una disyuntiva que marcará su posible éxito o su rápido fracaso: si el libertario se fanatiza en sus conceptos de biblioteca y supone que la mayoría electoral que construyó es, como repite constantemente, una mayoría ideológica que se puede traducir a líneas de acción política, chocará la calesita en pocos meses.

La defensa de lo público y lo nacional es un sentido identitario que atraviesa a la sociedad argentina y que las crisis económicas nunca terminaron de horadar del todo. Mal haría Milei en pensar que el voto que lo llevó a la Rosada es un vía libre a cualquier privatización, a un achicamiento brutal y sin sensibilidad social del Estado para alcanzar una meta fiscal abstracta, o incluso a una dolarización de la economía que rife para siempre la soberanía monetaria del país. “Eso no lo va a hacer” o “no lo va a poder hacer” eran frases recurrentes de votantes de Milei en las discusiones de las últimas semanas.

El libertario deberá interpretar el verdadero mandato de las urnas: dar respuestas económicas y materiales ocasionando el menor daño posible. Para cualquier otra dirección que pretenda encarar, el crédito con el que cuenta es mucho menor al que quizás él mismo suponga.