La contracara de la inflación descontrolada que se disparó con el nuevo rumbo económico de Milei y Caputo es la destrucción del salario. Mes a mes, el poder adquisitivo del ingreso de los trabajadores pierde por goleada con el aumento de los precios. La famosa frase Perón sobre sueldos subiendo por escalera y precios subiendo por ascensor fue llevada al paroxismo por un Gobierno libertario que, como novedad política, abandonó su filosofía de no intervención del Estado en la economía particularmente para la fijación del salario mínimo y puesta de tope a las paritarias.

Sólo en diciembre, el salario real cayó un 13,7% según la medición del Indec del RIPTE (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables), marcando la mayor caída para un solo mes desde que se inició la serie en 1994. La variación mensual indicó una suba del salario del 8,3% que, contrastada con el 25,5% de inflación determinó un primer hito para el modelo motosierra y licuadora: Milei ya tiene el título de ser el presidente que más hizo caer el poder adquisitivo de los trabajadores en un mes. El ataque al salario resultó superior incluso al de la salida de la convertibilidad, que tocó su techo con un retroceso del 9,4% en abril del 2002.

100 días de desplome del salario

Para dimensionar esa caída basta contrastarla con el 20% de retroceso del salario real durante la gestión Cambiemos. Milei en un mes ajustó los salarios un 60% de lo que lo hizo Macri en cuatro años. El grupo de economistas nucleados en el Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (MATE) comparó la pérdida del salario en diciembre con la peor serie histórica, que abarcó 14 meses entre 2002 y 2003 totalizando una caída del 29%. Milei y Caputo recortaron la mitad de eso en sólo un mes. La otra cara de esa moneda se expresó en una caída del consumo masivo relevada por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), que informó que en enero las ventas de comercios minoristas cayeron un 28,5% interanual, con picos del 37% en alimentos y 47% en farmacias.

La licuadora al ingreso de los trabajadores condujo a una realidad impactante. Por primera vez desde el 2016, cuando el Indec retomó la medición de la Canasta Básica Total (CBT), entendida como el total de gastos de una familia de dos adultos y dos menores para cubrir el 100% e sus necesidades básicas, el salario promedio del sector formal quedó por debajo de ese nivel. Dicho de otra manera, es la primera vez que el salario registrado promedio queda por debajo de la línea de la pobreza.

La CBT fue en enero de $596.823. Para el mismo mes, el RIPTE se ubicó en los $555.269 en bruto, y descontando los aportes patronales y cargas sociales el sueldo promedio de bolsillo quedó en $460.873. Así, la diferencia entre un salario promedio y una canasta básica para que una familia no sea pobre fue negativa en $135.950.

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El panorama empeora si se considera que en febrero la CBT medida por el Indec llegó a los $690.902. Sin datos oficiales aún sobre la evolución de los salarios en febrero, basta contrastar los altísimos niveles inflacionarios con la nueva faceta intervencionista del Gobierno libertario a la hora de pisar los ingresos de trabajadores. A través de su ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, el Gobierno de Milei bajó la orden a la secretaría de Trabajo de no homologar aumentos de paritarias que superen el 14% en marzo y el 9% en abril.

No fue la única intervención del Estado en la economía. Contradiciéndose a sí mismo, el presidente pasó de afirmar en una entrevista que “ni loco” fijaría el precio del salario mínimo, como no lo haría con ningún precio de la economía, a decretar un aumento del Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM) que lo dejó en la mísera suma de $202.800 a partir de marzo. La fijación por decreto surgió luego de que por primera vez desde su constitución el Consejo del Salario no pudiera llegara una acuerdo, frente a la oferta de cero aumento que llevó la pata empresarial y que recibió la convalidación por parte del Gobierno.

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La caída en el salario impacta aún con mayor fuerza en trabajadores públicos y de la economía informal. Un informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) que desmenuzó la composición del recorte al gasto público, evidenció que 5% de todo el ajuste correspondió a “gastos de personal”, es decir, despidos y licuación de los salarios de empleados estatales. A esto hay que sumar la eliminación de fondos como el del incentivo docente o el fondo compensador para salarios docentes de las provincias, que en algunos casos significan recortes directos de alrededor del 10% del sueldo de maestros y profesores.

A su vez, los trabajadores de la economía popular están sufriendo como ningún otro sector el plan de la licuadora y la motosierra. En diciembre el Gobierno congeló el programa Potenciar Trabajo en $78.000. Los aumentos en el programa estaban ligados al Salario Mínimo, representando siempre la mitad de ese valor. Con el aumento para marzo del SMVM se desenganchó esa articulación, y los Potenciar Trabajo continúan sin aumentos desde el cambio de gobierno, sumando a esto las miles de bajas que ya implementó la administración libertaria.

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Por otro lado, los ingresos que complementa el salario de trabajadores a través de las asignaciones familiares también fueron blanco del ajuste de Milei. El informe del IARAF antes citado arrojó que las asignaciones sufrieron un recorte de $101.886 millones, lo cual explicó el 3% del total del ajuste implementado en el primer bimestre del año.

Registrados, informales o estatales, ningún asalariado pudo escaparle en estos 100 días a la decisión política del Gobierno Nacional de bajar a lo mínimo posible la remuneración al trabajo. Mientras tanto, hubo que soportar escándalos como la suba de un 30% para senadores y diputados y un 48% para los altos funcionarios, entre los que se encontraba el propio Milei con un sueldo que ese aumento llevaría a los 6 millones de pesos. Más allá del circo de aumentarse los sueldos para luego retrotraer esos aumentos en pos de el sostenimiento de un discurso anti casta, lo concreto es que mientras el presidente y su entorno juegan a la batalla cultural en twitter los trabajadores argentinos cuelgan cada vez más de la línea de pobreza. Y no hay relato que pueda contradecir esa dura realidad.