1. El dato cuantitativo es que el oficialismo nacional no agregó capital político, mientras que el peronismo recuperó una provincia y tres capitales. Pero lo cualitativo es más importante: llegamos hasta allí desde la proyección inicial de Cambiemos, a la salida de los comicios de medio mandato en 2017, de casi triplicar sus vigentes cinco gobernaciones. En cambio, se llegaron a plantear dudas acerca de la supervivencia del movimiento luego de una de las peores derrotas de su historia, cuando la consagración presidencial de Mauricio Macri.

2. Es cierto, el dispositivo amarillo tiene habilidad para reconfigurar sub-óptimos discursivos: cuando sus candidatos empezaron a hacer papelones y a exponer enchastres domésticos, desde las usinas de Jefatura de Gabinete empezaron a decir que lo importante era que el porcentaje de gente que votaba, a su entender, contra el kirchnerismo, era siempre mayoritario. Esto puede servir para disimular durante algún tiempo el desgaste que corroe a lo que sale de este recorrido rebautizado como Juntos por el Cambio (en juego con la negación de la marca que se anticipó en varios lados), pero si no se corrige en su esencia, alguna vez eclosionará.

3. No obstante todo, debe admitirse que Olivos exhibe una voluntad sorprendente de pelear ante adversidades que ya habrían hecho huir desesperados a sus antecesores no-peronistas.

4. También es asombrosa la resiliencia del peronismo y su capacidad de levantarse desde sus cenizas: el último súper-domingo, Juntos por el Cambio alcanzó dos segundos puestos a través de sendos dirigentes surgidos del justicialismo que saltaron hacia las filas amarillas por imposibilidad de escalar en el juego interno (Claudio Poggi en San Luis y Adrián Bogado en Formosa). La designación vicepresidencial de Miguel Pichetto hace juego con eso.

5. No hay reglas generales. En cada pago el éxito tuvo formato propio, acorde a las particularidades específicas del lugar. Pero hubo sí una coincidencia extendida entre todas las victorias peronistas: allí donde hubo unidad sin marginación de nadie, independientemente del rol que adquirió cada parte según el caso, los porcentajes volaron a alturas asustantes.

6. Ninguna realidad local es traducción exacta a escala del panorama nacional, ni, viceversa, ellas predicen mecánicamente el voto de las presidenciales. Hay tensión entre ambos planos, que se condicionan y retroalimentan recíprocamente. La pertenencia (hacia abajo) y el resultado (hacia arriba) funcionan como elementos proselitistas.

7. En relación a lo último, pues, dados el armado de unidad que expresa el Frente de Todos y los internismos a cielo abierto en la vereda de enfrente, está claro quién sale mejor parado.

8. La excusa “están ganando todos los oficialismo y nosotros también lo somos” con que JpeC intentó mostrar calma ante resultados patéticos pésimamente tramitados (postulantes que se despegaban de Macri mientras desde Balcarce 50 se pagaba con la misma moneda) fue desmentida no sólo en una cantidad que impide incluso hablar de excepción que confirma la regla, sino en aquellas zonas donde mejor debería andar el artefacto CEOcrático: Córdoba capital, Paraná, Santa Rosa, Santa Fe son zona agro, la que llevó a Macri hasta donde está.

9. CFK y los federales que vaciaron la tercera alternativa tras acordar con ella se entendieron a partir del reconocimiento mutuo que hicieron de que ninguno podía seguir sin el otro, lo que quedó claro en 2017, cuando todos perdieron. Hicieron política, bah. Para decirlo sencillo.

10. Como han alertado varios, si bien no es lo único, el rechazo a Macri ha estado muy presente en cada voto provincial y municipal. Los insultos contra el Presidente en los festejos cordobeses y santafesinos bien podrían haberse confundido con escenas del Instituto Patria. Debido a ello, si los dirigentes beneficiarios en cada territorio de esos climas y de los acuerdos que los materializaron optan por definirse nacionalmente desatendiendo tanto una cosa como la otra, no llevarán para Macri-Pichetto más que sus votos personales.

11. El mayor exponente de esas desinteligencias es Juan Schiaretti: la boleta corta de Unión por Córdoba es el punto medio entre el antikirchnerismo irreflexivo del Gobernador y la voluntad de sus intendentes Fernández-Fernández, en agradecimiento con Cristina por haber bajado su oferta allí, Pablo Carro, con lo que ayudó a que UpC se hiciera de mayoría legislativa propia y a consolidar el triunfo en varios municipios del interior mediterráneo.

12. Juan Manuel Urtubey también sufre los coletazos del encumbramiento de Alberto Fernández: uno de los peronistas que sonaba para su sucesión, Javier David, saludó el corrimiento cristinista. Si se entendiera con Unidad Ciudadana-Salta, peligraría el futuro del urtubeicismo. Por eso, el esposo de Isabel Macedo empezó a dialogar con algunos que hasta no hace mucho eran sus adversarios, para barajar y dar de nuevo. Es su representación lo que mutará.

13. Por todo esto resulta inverosímil la leyenda de un Pichetto todopoderoso en el arte de la rosca que tuerce alineamientos provinciales a telefonazo limpio. El rionegrino, se insiste en algo ya dicho aquí, era delegado de los gobernadores, no su jefe. Cuando confundió su tarea, fue llamado al orden feamente. Está claro que, si se impusiera su reelección, el Jefe de Estado dispondría de un mejor abogado en la cámara alta, pero antes hay que ganar. El oficialista full-life no arrastra votos sino calma en los mercados, con lo que Macri cree que le alcanza.

14. En ese sentido, a lo ya dicho sobre Córdoba, a que el Movimiento Popular Neuquino siempre juega con boleta corta en elecciones presidencial, a que Macri bloqueó las colectoras y a que rionegrinos y chubutenses ya se definieron claramente por el Frente de Todos, hay que agregar que los santiagueños y los misioneros, localismos que supieron engancharse al Frente para la Victoria durante la década ganada para luego hacer la suya, no buscaron ahora subirse a JpeC. Es el actual oficialismo el que no logra sumarlos como sí lo hizo el anterior, no al revés.

15. En Tierra del Fuego, Rosana Bertone paga el precio de haber estado demasiado cerca de un gobierno que atacó frontalmente a la economía de la isla, en vez de defender el trabajo de su pueblo. El triunfo de dos camporistas con los que compartió boleta en igual cantidad de ciudades que se ponían en juego es claro: el rechazo fue a ella, no a la marca cristinista, a la que también (y más aún) pertenece su vencedor, Gustavo Melella.

16. En San Luis, antes de que se terminen de escribir análisis, los Rodríguez Saá se reconciliarán, reconstruirán los dos tercios que siempre han congregado y expondrán a Poggi como simplemente otra cara de una inmensa minoría que no pudo ni ante esa división. Y se llevarán a la tumba si todo esto fue una puja real por el control del peronismo puntano, un acting para canalizar desgaste o un poco de cada cosa.

17. En Santa Fe, Omar Perotti coronó una victoria que se olía desde hace cuatro años, cuando casi da el batacazo forzando un triple empate del que fue quien mejor salió parado, porque tuvo espacio para ser. Dato a tener en cuenta para la cita nacional respecto de Alberto Fernández.

18. María Eugenia Bielsa no quiso ser las dos veces que todo el peronismo santafesino la esperaba como la solución mágica, no será ahora que quiso. Pero, nobleza obliga, justo será reconocer que esta vez hizo a un lado su histórica actitud de diva, se calzó la cartera al hombro y acompañó a Perotti en campaña, no dejando escapar ni uno sólo de sus votos de las primarias. Habrá que concluir que sirvió para dar vías de respiración a quienes las necesitaban.

19. La noción de que es por abajo inspiró el mandato que el Frente Renovador le dio a Sergio Massa para pactar con el Partido Justicialista y con los Fernández el Frente de Todos. El massismo supo ver una ola que convenía no embestir. De este modo, se corrige la dispersión peronista donde peor impactó para el ascenso cambiemista, en provincia de Buenos Aires, mientras la participación de Roberto Lavagna y de Urtubey en sintonía con una parte de la tropa de Schiaretti divide el voto anti-K en el único sitio en el que Macri lo necesita como agua: Córdoba, única provincia que, quitada del conteo 2015, cambia aquel resultado.

20. El desprecio a la sexta reelección de Gildo Insfrán fue la oportunidad que brindó la última posta antes de la definitiva para comprender el país antiperonista contra el que se batirá a duelo la fórmula del Frente de Todos. Que precede al macrismo, que lo trascenderá y que excede cualquier formato partidario en que la disyuntiva pueda resignificarse en los tiempos. Ésas son las coordenadas de la pelea que recién empieza. Macri, con su último giro, se mantiene con vida, pero parte desde atrás en un escenario que redibujó otra, y por primera vez teniendo que dar explicaciones y no en posición de exigirlas: bienvenidos a una novedad.