El 2020 terminó con una recesión sólo comparable a las de las más grandes crisis argentinas. Qué sucederá en 2021 dependerá, obviamente del escenario del coronavirus. Partiendo entonces del “gran supuesto” de que, vacunación mediante, la pandemia tienda a ceder en el transcurso de los meses, el primer pronóstico es que cualquier número dará mejor que en 2020. Es posible que la economía argentina crezca un 5% o aún un poco más. En cualquier otra circunstancia sería un muy buen número. Pero en este caso estamos comparando con los números de subsuelo del año que acaba de terminar. Una primera afirmación, entonces, es que aún con crecimiento del PBI en ese orden, estaremos muy lejos de recuperar lo perdido en 2020 (y ni hablar lo de las recesiones 2018 y 2019).

Cualquier hipotética recuperación de la economía argentina es impensable sin un crecimiento del consumo. Y ese depende, sí o sí, del poder de compra de la clase asalariada y otros sectores populares (como los jubilados). Pero el gobierno ha apostado todas las fichas a normalizar la relación con los acreedores externos y con el FMI. Y las dos cosas son incompatibles. O el gobierno prioriza los pagos de deuda y el arreglo con Fondo, con el ajuste consecuente, o mejora salarios, jubilaciones, planes sociales e incrementa el gasto social.

Veamos esto en concreto. Se acaba de votar una ley de reajuste de jubilaciones que significa que no sólo no se recuperarán los haberes perdidos, sino que se seguirá con el deterioro de los mismos. Desde el ministerio de Economía se lo muestra al FMI como una prueba que se está cumpliendo con las exigencias de ajuste.

El otro tema es que pasa con el poder de compra de los asalariados, Para 2021, está planteado un gran debate: parte de ajuste en curso significa el aumento de las tarifas de los servicios públicos, con repercusión directa sobre el bolsillo popular. Por otro lado, en las negociaciones colectivas de los salarios, la inmensa mayoría viene perdiendo respecto a la inflación. Eso se amplifica en el sector público y mucho más en los trabajadores tercerizados y en negro.

Si le sumamos que, producto del compromiso de reducción del déficit fiscal para el año que comienza, se han eliminado el IFE y las ATP, una inmensa masa de sectores populares, ya golpeados por la recesión, se encontrarán con una reducción aún mayor de sus ingresos. La inflación, y sobre todo de los productos de las canastas básica y alimentaria, se pronostica en ascenso, pulverizando más aún los ingresos populares. Es realmente difícil que se de una reactivación por el lado del consumo en estas condiciones.

La inversión privada viene en baja desde hace tiempo. No hay ninguna señal de que se recupere en 2021. En este caso no se trata de una novedad: es la consecuencia natural del funcionamiento del capitalismo argentino, que hace décadas viene basándose en la valorización financiero-especulativa, con sus crisis consecuentes, aumento de endeudamiento y fuga de capitales.

Por el lado del gasto público, Más allá de la obra pública electoral, de corto plazo y alcance limitado, no se visualiza en el horizonte ningún plan masivo de obras públicas para resolver de conjunto el drama del desempleo. Nuevamente, las exigencias de ajuste del FMI son el factor determinante.

Queda, finalmente, el comercio exterior. Las exportaciones pueden aumentar, por la reactivación internacional y la suba del precio de las commodities, pero siempre estará el límite del poco empleo que genera el sector y el carácter monopólico de los actores transnacionales en juego, que incluso se niegan a liquidar las divisas resultantes. Es obvio que muy poco “derrame” puede esperarse desde acá.

El futuro inmediato de la economía argentina depende, entonces, de que se logre resolver de una vez por todas la sangría, en recursos y en límites a la política económica, que se derivan del endeudamiento externo. Sin dejar de pagar la deuda y sin romper los lazos políticos y económicos que nos atan al FMI, poco es lo que se puede esperar. El gobierno, lamentablemente, ha fijado como su prioridad el acuerdo con el Fondo y la normalización de los pagos de deuda. Un camino repetido que nos lleva, más temprano que tarde, a una nueva crisis.