Se cumple hoy un año de un hecho clave para el actual escenario político argentino: el famoso “cafecito” que reunió a Alberto Fernández con Sergio Massa y terminó de limar diferencias en  la reconstrucción del peronismo de cara a las elecciones de 2019. El encuentro mano a mano fue el hecho clave que puso el sello definitivo a la conformación del Frente de Todos, estructura nacida al calor de la mentada “unidad” que terminó por arrebatarle el gobierno a Cambiemos después de cuatro años.

La fecha fue recordada en las redes sociales por el Frente de Todos y replicada por figuras de la política como la funcionaria y compañera de Sergio Massa, Malena Galmarini. “El café que selló la unidad”, fue el lema difundido hoy bajo el hashtag #1AñoDeTodos. Allí también se sumaron nombres como Daniel Filmus o el intendente de Villa Gesell, Gustavo Barrera.

Si bien la fecha significó la unidad definitiva del peronismo y marcó el principio del fin de la era Macri, requirió un largo proceso que incluyó discusiones, el quiebre de viejos acuerdos y le creación de nuevos consensos. Sin ir más lejos, hasta mediados de la gestión Cambiemos, el nombre de Sergio Massa seguía siendo mala palabra dentro del círculo kirchnerista, entonces condensado en Unidad Ciudadana y el liderazgo inamovible de Cristina Fernández de Kirchner.

La derrota del peronismo en las elecciones de medio término de 2017, generó un ineludible llamado de atención no solo de parte de la sociedad civil sino en las propias filas del archipiélago peronista, entonces disperso entre el PJ disidente, el Frente Renovador massista y la trinchera del camporismo, todavía aferrada a la premisa de “resistir con aguante”. Con el apuro de las inminentes elecciones, el inicio de 2019 fue un punto de discusión clave sobre cuál sería el nuevo orden peronista que ofreciera un giro renovador y terminara de atar los cabos sueltos.

Entre medio, Massa se convirtió en una figura clave. Por un lado, se involucró en la conformación de la vieja “Alternativa Federal”, encarnada también en las figuras de Miguel Ángel Pichetto, Juan Manuel Urtubey, Roberto Lavagna y donde también se intentó incluir a Juan Schiaretti a último momento. Este armado intentó capitalizar el voto de la “avenida del centro” a través del peronismo disidente al kirchenrismo, elementos del interior del país y otros sectores desencantados tanto con el proyecto macrista, como con la década ganada.

El escenario se modificó por completo el 25 de mayo de ese año, cuando la Argentina conoció la designación de Alberto Fernández como el candidato, anunciado por Cristina Fernández de Kirchner para pelearle la presidencia a Mauricio Macri. La elección de una figura como Fernández, alejada del foco mediático hasta ese entonces, representó una fuerte señal de tregua al peronismo “de Néstor Kirchner” y a aquellas figuras que, como Massa, entre el período 2005 y 2009 terminaron por dar el portazo con el cartel de “traidor”, enemistados con la figura de CFK.

A partir de allí, mientras el armado de Urtubey, Lavagna y Pichetto no terminaba de tomar una forma contundente, comenzó a hacer más eco el llamado implícito a restaurar la amistad de Massa con el sector vinculado al kirchnerismo. Y solo alguien como Alberto Fernández podía concretar ese paso. La presión social, política y mediático comenzó a ser cada vez más grande alrededor del coqueteo entre el líder del Frente Renovador y el nuevo precandidato para que se junten “a charlar”. Massa quedó en la disyuntiva definitiva entre sumar a la victoria o ser funcional a la derrota.

“Hace tiempo que una gran parte de nuestra sociedad espera que nos unamos para salir adelante”, fue el mensaje que Massa difundió en las redes aquel 12 de junio de 2019, cuando se lo vio tomando un café en señal de amistad con Fernández, gesto que puso la pieza final del rompecabezas peronista.

La nueva alianza instaurada con figuras como Massa, Felipe Solá e incluso el propio Eduardo Duhalde no solo dejó en claro que la acumulación final del peronismo estaría encabezada por la fórmula Fernández-Fernández, sino que también terminó de hundir las incipientes expectativas sobre un “peronismo de la avenida del medio” ajeno al kirchnerismo.

Mientras tanto, Cambiemos iniciaba su larga marcha a la derrota. Con un Macri desorientado en medio de una economía en llamas, el entonces oficialismo intentó aferrarse a su discurso antikirchnerista y hasta apeló a una jugada inimaginable: incorporar a un peronista en su fórmula de campaña. La sociedad Macri-Pichetto fue el último intento de Cambiemos por sumar votos en las urnas, aunque eso significara meter en la vicepresidencia a un representante del “pancho y la coca”.

Tras un aplastante ensayo general en las PASO, el Frente de Todos ganó las elecciones en primera vuelta y de manera contundente. El escenario de triunfo mostró a un Sergio Massa sonriente detrás de la dupla ganadora. El resto es historia. Se cumple hoy un año de la creación del Frente de Todos y deja una postal emblemática del 2019: lo que Cambiemos no pudo lograr a fuerza de búnker, retiros espirituales y “coaching”, el peronismo lo resolvió con un mano a mano con café de por medio.