Doce meses después del 48 por ciento alcanzado en las elecciones de octubre de 2019, el Presidente está obligado a volver a enamorar a su base electoral y a reorientar las prioridades de su Gobierno. Un doble desafío. La directora de la consultora Trespuntozero, Shila Vilker lo grafica así frente a la consulta de Diagonales: “Alberto Fernández aún no pudo cumplir con el contrato electoral y eso es una clara debilidad”. Nadie se olvida que medió una pandemia mundial que puso en jaque al capitalismo, pero la principal promesa incumplida no deja de ser la economía: “prometió encender la economía, y ni siquiera ha podido arrancar con esa promesa de campaña”, explica.

 Lo cierto es que las expectativas políticas del FdT para este 2020 eran muy distintas. Nadie duda de ello. Más aún, para un frente electoral que ganó en primera vuelta con el 48%, y logró reordenar en cinco meses y medio a todas sus partes contra el entonces gobierno de Mauricio Macri. A pesar de la crisis económica mundial, surge un cruce posible entre el frente que dirige el Estado nacional y el electorado: ¿hay relación entre el “contrato electoral incumplido”, y los desencuentros y desacuerdos al interior del FdT?

 Alberto Fernández supo posicionarse por encima de la grieta entre marzo y junio de este año. Fortaleció su imagen, su conducción política, y logró acercarse a la oposición “racional”, desplegando un discurso amistoso y anclado en la salud y la protección de la vida. Sin embargo, el clima de diálogo político que tanto lo benefició parece haberse vuelto en su contra: la contención a quienes componen el Frente de Todos (FdT) hoy es más importante que su conducción. La horizontalidad política que habilita Alberto Fernández representa un cambio en la estrategia inicial, cuando la heterogeneidad del Frente de Todos (FdT) y sus múltiples voces, se potenciaban a partir de su liderazgo.

 Al respecto, la carta del lunes de Cristina Fernández de Kirchner da cuenta que el Presidente y sus principales liderazgos están preocupados por la situación económica y política, pero también por la falta de consensos. CFK llamó a “un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina”, principalmente para detener la “extorsión devaluatoria” y volver a recuperar previsibilidad del Gobierno. Es evidente que a diferencia de aquel 9 de julio cuando recomendó la nota en Página 12 del economista Alfredo Zaiat, y su crítica al intento del Presidente de acercarse a los empresarios reunidos en el G-6, hoy analiza otro escenario: ¿un visto bueno para que el Presidente avance? Al mismo tiempo, CFK dejó entrever, entre otras cosas, un interrogante de suma importancia que da cuenta de la heterogeneidad del FdT y de la conducción de Alberto Fernández: ¿de qué forma el Presidente construirá los consensos que ella no pudo lograr?

 El contrato electoral fundante entre el FdT y sus electores presenta algunas dificultades extraordinarias, propias de la pandemia y de la consecuente crisis económica, pero también un desencuentro entre los tiempos internos y los que urgen en la sociedad. ¿Cuál es la agenda del Gobierno? Por momentos, prima un exceso de endogamia, un 17 de octubre permanente sin peso específico en sus prioridades, que repercute en un malestar en la base electoral. Nadie pretende matar al padre, pero las dudas reaparecen cuando se escarba sobre las batallas habilitadas que puede fijar y ganar el Gobierno de acá hacia adelante.  

A un año del triunfo: ¿cumplió Alberto Fernández su contrato electoral?

Autitos chocadores

Realizar un balance del Gobierno nacional a un año de la victoria electoral, representa dos dificultades. La principal de ellas es que las expectativas y los respectivos análisis que se desprende de este año, están atados al modo en que el Gobierno Nacional logró (y logra) atravesar la pandemia y sobrevivir a una crisis de escala mundial. Por lo tanto, es preciso poner el foco en la forma en que Alberto Fernández dialogó, hasta el momento, con las circunstancias excepcionales que le indujo la pandemia. Al respecto, consultada por Diagonales, la directora de Comunicación de Analogías Marina Acosta, sostuvo: “dentro de los principales aciertos del gobierno está la gestión de la pandemia, la activación de políticas públicas tendientes a proteger las familias y el empleo durante la crisis, la renegociación de la deuda con los bonistas y la vuelta del Estado como articulador de las relaciones sociales y económicas”. En este mismo sentido, agregó: “dentro de los desaciertos se encuentran los serios problemas de comunicación y la dificultad que tiene para construir una narrativa esperanzadora, en un contexto de suma fragilidad”. La herencia recibida en materia económica, y la apuesta sanitaria por cuidar la vida de todas y todos los argentinos dan cuenta de una de las principales dificultades para cumplir el contrato electoral fundante del FdT.

 La segunda dificultad para analizar al Gobierno recae en la variedad de prioridades e iniciativas que desplegó desde Vicentín a esta parte. El intento por despegarse de la crisis sanitaria sin descuidar la salud de todos los argentinos y las argentinas, lo condujo a plantear una agenda de temas cuasi paralela a la realidad de los argentinos y las argentinas, que la oposición supo capitalizar: la expropiación de Vicentín, la Reforma Judicial, cierta confrontación -en el último tiempo- con los principales grupos mediáticos, son los ejemplos más claros. Pero más allá de ellos, hay una lógica improvisada de cómo se piensa la comunicación que se mantiene. Además, estas batallas desalinean a los diversos actores del FdT, hacen crujir la heterogeneidad del frente, y al mismo tiempo, lo debilitan.

 En este sentido, Shila Vilker sostuvo: “El Gobierno tuvo varios aciertos, pero no los logró poner en valor, entre otros factores, porque le trituraron muchos de los temas e iniciativas que propuso. La reestructuración con los bonistas y el acercamiento con el FMI pasó sin pena ni gloria; los acuerdos alcanzados para la vacuna; el satélite; el respaldo económico hacia las empresas; parece ser que otra clase de noticias y demandas terminan anulando estos avances”.

 Es así que frente a un escenario en el que la oposición corrió al Gobierno desde una posición extrema, la respuesta por parte de Alberto Fernández ha sido refugiarse, una vez más, en la polarización. La famosa estabilidad política de la grieta.

A un año del triunfo: ¿cumplió Alberto Fernández su contrato electoral?

Tiempos, imagen y liderazgo político

Según las principales encuestas, en estos diez meses su imagen pasó por tres momentos: de diciembre hasta el inicio de la pandemia, se ubicó entre el 60 y 70%. Desde fines de marzo su liderazgo se vio fortalecido por las decisiones políticas que tomó en el contexto de crisis y por el grado de unidad que logró, y se ubicó entre 80 y 94%. Sin embargo, esta estrategia no se mantuvo con el correr de los meses, y a partir de agosto su imagen se encuentra alrededor del 60%.

 Al respecto, la consultora en comunicación Marina Acosta remarca el papel protagónico que fue asumiendo la oposición, y frente a la consulta de Diagonales, sostuvo: “La pandemia le dio a la oposición una mayor visibilidad. Sus dirigentes aprovecharon el descontento de un sector antiperonista de la ciudadanía para reposicionarse como espacio político”.  En este mismo sentido, remarcó: “la oposición dura optó por presentar al Presidente como absorbido y “contagiado” por un eventual jacobinismo de Cristina Fernández de Kirchner”. Al respecto, la consultora Shila Vilker señaló: “la polarización se produjo como consecuencia de una intensificación de las posturas opositoras, más allá de que el gobierno no subo tranquilizar esta radicalidad, y eso le permitió a JxC comerle el centro a Alberto Fernández”.

 Así también, Vilker nos brinda algunas pistas más para pensar el cambio en la estrategia gubernamental a partir de agosto. Así, frente a la consulta de Diagonales, sostuvo: “agosto es el primer mes en que las preocupaciones económicas superaron a las cuestiones sanitarias, y empiezan a aparecer otros temores como el de empobrecerse y ser víctima de inseguridad”. De esta forma, cuando las demandas alrededor de la economía y la inseguridad superaron al temor al Covid-19, eso se refleja en la caída de la imagen del Presidente y una cerrazón política.

 En este sentido, cerca de un funcionario muy importante de la Casa Rosada le aseguraron a Diagonales: “Sostuvimos el país en el peor momento jamás pensado, y evitamos que las empresas cierren en masa. No entendemos por qué no se reconoce el enorme esfuerzo que hace esta gestión”. Y es cierto, en el Frente de Todos (FdT) habita un colapso por la cantidad de respuestas que en tan solo siete meses se han brindado en el marco de una crisis. Sin embargo, de Argentina Unida y la administración de la pandemia junto a un sector considerable de la oposición, a la fragmentación y dispersión comunicacional, hay un largo recorrido.

 Culpar a la oposición es una tarea sencilla, casi de manual. Juntos por el Cambio representa una serie de adjetivos calificativos, pero ninguno de ellos puede desconocer su pragmatismo político y su amor por las encuestas. Si efectivamente Alberto Fernández interpretó la sensibilidad de diálogo que demandó la sociedad, la necesidad pasa por reencontrarse con el liderazgo y la iniciativa gubernamental desde la cual logró un gran apoyo político y electoral.