Cambiemos inicia de algún modo una segunda etapa de su mandato. Ha logrado un importante triunfo electoral en octubre y otra igual de valioso en diciembre en el Congreso Nacional con la reforma previsional y la ley de responsabilidad fiscal.  Si había dudas en el año 2015 respecto a las políticas que iba a llevar adelante, en las elecciones de 2017 estas incertidumbres parecían suficientemente despejadas. De hecho, al oficialismo le alcanzó ganar una elección sin necesidad de realizar promesas. En 2015, juraba que ninguno perdería nada de lo que tenía. En 2017, ni una imagen del horizonte buscado.

Con los votos en las manos, el macrismo remitió al Congreso paquetes de leyes con un objetivo claro: iniciar un proceso de ajuste económico en las cuentas públicas. Medidas que afectan, entre otros, nada menos que a los jubilados y pensionados. Los números sobre el déficit fiscal no han sido favorables al objetivo de reducirlo, contenido hasta ahora vía deuda externa; de hecho, a pesar de sus declaraciones indignadas sobre el gasto público, Cambiemos ha nombrado una numerosa cantidad de nuevos funcionarios estatales: entre ministerios, secretarías y subsecretarías, ha creado 117 nuevas dependencias. En estos días el presidente se ha referido a un necesario recorte (sobre la estructura que el mismo gobierno agigantó), pero en los hechos no ha sucedido nada de nada. Sin embargo no puede decirse lo mismo de otros ámbitos del Estado. En el mes de diciembre se han conocido numerosos despedidos en la administración pública nacional que dejó en la calle a más de 1000 personas de distintas dependencias. Casi en simultaneo, distintos municipios gobernados en su mayor parte por Cambiemos, también inició despidos, como el caso de Quilmes donde perdieron su trabajo 500 trabajadores. Números semejantes se conocieron en la Provincia de Buenos Aires. Volvemos sobre una idea expresada por un colega hace días: Cambiemos puede ser gradualista, pero es incesante. Sintió que ganar las elecciones, lo habilitaba para llevar adelante un ajuste creciente que afecta empleos, dependencias públicas (los canales Encuentro y Paka Paka, como ejemplos paradigmáticos de desarme), tanto en nación provincia o municipios.

El macrismo logra instalar un “clima de época” en el cual despedir empleados o cerrar dependencias del Estado sin mayores explicaciones, logra imponerse. Porque por sobre todo, ni el presidente Macri ni el Jefe de Gabinete, ni ninguno de sus ministros, nos han explicado a los argentinos cuál es el objetivo de los ajustes en marcha. “Bajar el gasto público” implica un importante nivel de abstracción para nosotros comunes mortales. Cuando empezamos a advertir que ello significará menos empleo y menor capacidad de producción por parte del Estado, yo nos parece mucho menos abstracto. No es la primera vez que estos discursos se imponen en la historia argentina. Lo recordamos del gobierno de Carlos Menem. También, cuando la dictadura le dejó una bomba llamada deuda externa al presidente Raúl Alfonsín; menos viene a nuestra memoria otro dato central: en 1986 el mismo presidente debió firmar el decreto 2196, que declaraba la emergencia previsional, ante la situación del sistema. ¿Coincidencias accidentales? No parece. Cambiemos no parece construir otro horizonte que el de favorecer al sector financiero y a los actores mas concentrados del mercado, mientras jubilados y trabajadores, sean quienes aportan para reducir el déficit fiscal. Las dos anteriores experiencias terminaran fracasando: ¿eso será una coincidencia o una ruptura?

*Escribe Sergio De Piero. Politólogo y profesor Titular de Teoría del Estado en la Facultad de Trabajo Social de la UNLP.