La comitiva es similar, también los objetivos también. El candidato Alberto Fernández comparte hoja de ruta aérea a Santa Cruz de la Sierra, La Paz y Lima con buena parte del team que lo acompañó durante su reciente estancia en Europa: el ex Gobernador bonaerense Felipe Solá, que cada día suma más puntos para ocupar el puesto de Canciller, el ex candidato presidencial chileno Marco Enríquez Ominami, una suerte de asesor y socio regional, su amigo Miguel Cuberos, y esta vez ocupan asientos en la misma nave que Fernández su mano derecha Santiago Cafiero, su vocero Juan Pablo Biondi y los intendentes Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta.

A su vez, con su viaje a Bolivia y Perú es evidente que la política regional ocupa un lugar de cada vez mayor peso en la campaña de Alberto Fernández. El hecho de que Fernández otorgue interés a la relación de Argentina con Sudamérica visibiliza dos cuestiones: el candidato del Frente de Todos intenta recuperar el protagonismo que tuvo el país en la agenda de integración zonal durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández; a su vez, el ex Jefe de Gabinete se diferencia del resto de sus competidores al jerarquizar un tópico, el de visibilizar al Cono Sur como una plataforma estratégica, que es minimizado en los programas de gobierno de Juntos por el Cambio o Consenso Federal.

Lo mencionado cobra coherencia cuando se repasa el diario de viajes y los pronunciamientos políticos zonales de Fernández desde julio a esta parte: visitó al ex presidente uruguayo José Mujica para visibilizar su apoyo al gobernante Frente Amplio en un contexto electoral, tomó un vuelo a Curitiba para abrazar a Luiz Inácio Lula Da Silva y de esa manera sentó posición sobre el denominado lawfare, encolumnó su lectura anti intervencionista sobre la delicada situación venezolana a través del naciente Grupo de Puebla que articula a fuerzas progresistas latinoamericanas; por último, visita estos días a dos inminentes colegas andinos, el presidente boliviano Evo Morales y el Jefe de Estado peruano Martín Vizcarra.

Si bien Morales y Vizcarra parecen tener perfiles de gestión contrapuestos hay un común denominador en los mandatarios de Bolivia y Perú. Las dos naciones han rechazado en una reciente reunión de la OEA activar el mecanismo de defensa interamericano inscripto en el TIAR contra el gobierno de Nicolás Maduro porque entienden que puede dar lugar a una invasión armada contra Caracas. Esa posición, como ya se ha mencionado, es avalada por Fernández, que ya ha dado a entender su predisposición a recibir inversiones por parte de los Estados Unidos, pero no así a sus marines. Hay puertas abiertas para una relación económica inteligente con Washington, parece decir Fernández, pero no para avalar intromisiones extranjeras.

El interés de Alberto Fernández por tener una voz propia en política sudamericana no es nueva. Es más, tras distanciarse del kirchnerismo, el ex Jefe de Gabinete cultivó contactos políticos internacionales y regionales en pos de elaborar un trazado con su firma en el capítulo integracionista. Por ejemplo, Fernández participó en el 2017 con la elaboración de un artículo en un libro compilado por el dirigente socialista chileno Carlos Ominami –padre adoptivo de Marco Enríquez Ominami, impulsor del Grupo de Puebla y acompañante de Fernández en la última gira europea- para pensar la era progresista zonal y su posterior giro político. En ese ensayo, que fue publicado días atrás por la revista argentina Crisis, el hombre que lidera todas las encuestas presidenciales hace un balance particular del boom liderado por Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula Da Silva entre otros mandatarios.

“Si uno mirara retrospectivamente, la América Latina progresista hizo un claro intento en favor de una sociedad más igualitaria, convirtiéndose así en un espacio que confrontó contra el modelo de desarrollo instituido por el mundo central. Sin embargo, en los últimos años se ha observado un claro retroceso en la continuidad de esas políticas porque los avances logrados no han sido lo suficientemente robustos como para corregir estructuras económicas e instituir esquemas signados por una mayor desconcentración en lo productivo y en lo comercial y una distribución del ingreso más equitativa. La misma crítica podría extenderse hacia el Estado, que, pese a haber sido un protagonista central de estos años, no ha cambiado centralmente su fisonomía, dejando al descubierto su debilidad”, concluye el candidato presidencial del Frente de Todos en la pieza coral Claroscuro de los gobiernos progresistas. América del Sur: ¿Fin de un ciclo histórico o proceso abierto?

Diagonales habló con Amilcar Salas, investigador y parte de la interesante plataforma latinoamericana CELAG, para incorporar su lectura como especialista acerca del horizonte regional que empieza a trazar Alberto Fernández. “Evidentemente hay una intención de Fernández por modificar el sentido de la política exterior de Macri. Cambiemos ha mostrado cierta incompetencia y poca solidez en sus actos diplomáticos; a propósito, hay que recordar que Argentina con Macri, fue el primer país - y en su momento, casi el único- en reconocer a Michel Temer como Presidente de Brasil. Una definición cuestionable desde el punto de vista de los compromisos supranacionales a los que suscribe la Argentina. De allí en adelante la orientación general ha sido muy contraria a una defensa de los intereses nacionales y latinoamericanos, un aspecto sobre el cual Fernández evidentemente ha tomado nota y se propone modificar. La participación en el Grupo Puebla, el vínculo con determinados dirigentes y políticos de países latinoamericanos confirma que habrá un interés por constituir un nuevo realineamiento regional. Ya no con la misma característica que la integración propiciada, por ejemplo, en su momento por Hugo Chávez, aunque sí muy clara respecto de sostener el principio de no intervención  en los países vecinos, algo que Macri habilitaba con silencios  diplomáticos o con apoyo a determinadas figuras públicas”.