Oye, hijo, las cosas están de este modo,
la radio en mi cuarto me lo dice todo.
¡No preguntes más!
Tenés sábados, hembras y televisores,
tenés días para dar aún sin los pantalones.
Instituciones,
Charly García.

La sociedad argentina defiende la institucionalidad contra todos los pronósticos. Víctima de su propia incomprensión y el carácter intraducible de sus percepciones para los encuestadores, los habitantes de estas pampas priorizan el horizonte del status quo por encima del desmadre, por ahora. Curtida en crisis sucesivas y cacerías represivas, la ciudadanía se refugia en el orden, se arma de paciencia y padece lo que hay con tal de no ser carne de cañón.

Eso, y no otra cosa, explica que el país haya asistido mansamente al despojo perpetrado por el gobierno de Cambiemos, más allá de las resistencias puntuales y los despliegues sectoriales, sobre todo en el campo de los sindicalismos combativos, los trabajadores de la economía popular y los feminismos. “El paro y las elecciones son los dos grandes hechos de masa”, consignó antes de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), el dirigente gremial Víctor De Gennaro, por entonces precandidato a intendente de Lanús por el Frente de Todos, en una entrevista con La Nación Trabajadora. Al ajuste económico que impactó en todas las ramas de la producción, el electorado respondió con un batacazo en las urnas, como quien escupe de golpe la furia contenida durante años.

El resultado, tan contundente como inapelable –mal que le pese a la diputada Elisa Carrió-, sorprendió y desconcertó a la Casa Rosada. Los candidatos opositores tampoco esperaban esa diferencia en el score pero habían trabajado para conseguirla: entre la moderación y la astucia de Alberto Fernández y la épica de Axel Kicillof se amasó la victoria de agosto, zurcida con el genio político de Cristina Kirchner, la madurez pragmática de los retazos sueltos de un peronismo vertebrado por una liturgia soterrada por el marketing y una indulgencia mutua entre actores que no podían verse sin ladrarse.

Apelando al control de cambios y postergando vencimientos de deuda, boquea por estos días el macrismo, despanzurrado en la lona y demasiado extenuado para levantarse de cara al round de octubre aunque no existan imposibles. El oficialismo, que asedió judicialmente al kirchnerismo –y lo verdugueó cuanto pudo- como si sus propios cuadros fuesen los griegos de la Ilíada homérica, con el respaldo de los mercados y el honor de la república como estandarte, se aproxima al final de su mandato reponiendo el cepo al dólar y utilizando eufemismos dignos de los mejores memes para no decir que defaultea los compromisos asumidos con el FMI.

El ala dura del macrismo, reducida al jefe de Gabinete, Marcos Peña, y un puñado de funcionarios, anhela amargamente un caballo de Troya para colar tras los muros del triunfo que construyó el Frente de Todos el mes pasado. Si bien desde Balcarce 50 reconocen que “desde el 12 de agosto, la voluntad está puesta en ordenar la situación económica”, sueñan con el tiro del final, quimérico o no, para forzar un ballotage.

Bandera blanca

Un diputado nacional por el PJ le dijo a Diagonales que los pasos instrumentados por el ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, constituyen una suerte de “rendición”. Sin embargo, no son pocos en la oposición los que avanzan con pies de plomo porque temen al abrazo del oso, el manotazo de ahogado del Gobierno para que los Fernández paguen el costo del descalabro que el plan económico cambiemita produjo y, por eso, la respuesta de la senadora y candidata a vicepresidenta cayó rotundamente el último sábado: durante la presentación de su libro en La Plata, le atribuyó al presidente Mauricio Macri la condición de “mal ser humano” por propiciar la brutal devaluación y culpar a la sociedad de una medida de gobierno efectuada por despecho ante el conteo de sufragios.

Raros son estos tiempos felices, podría decirse robándole a Cayo Tácito, en que un jefe de Estado perdidoso se permite vituperar a sus votantes como lo hizo desde que mordió el polvo el primer mandatario argentino. Paradójicamente, la troika macrista no pudo en las PASO contra la fortaleza del peronismo unido y los que se “reperfilan” para la Odisea, dicho metafóricamente en términos homéricos, son los que integran la escuadra del Frente de Todos.

No es casual que el hombre que encabeza esa boleta le contara a este cronista, antes que terminara siendo el candidato, el intercambio que mantuvo con su amiga Beatriz Sarlo, quien le recomendaba que se atara al mástil de su barco, como Ulises, para no sucumbir a los cantos de sirena que propalaba la ex Presidenta. “Escuchame, Beatriz, ¿Ulises tenía que pasar sí o sí por ahí, por donde estaban las sirenas, si quería llegar?”, retrucó aquella vez Fernández, y su interlocutora tuvo que responderle por la afirmativa. “¿Ves que yo tengo que ir por donde está Cristina?”, soltó –triunfal pero sin jactancias- el acreedor de mayores chances para llegar ahora al sillón de Rivadavia. A juzgar por el trazado de su itinerario y el mapa vigente, su hoja de ruta parece prometedora.