Aun cuando el presidente Mauricio Macri manifiesta su calentura, el dólar sube, la desocupación aumenta y la inflación no se detiene, el sopor veraniego parece extenderse sobre las estructuras sindicales, todavía adormecidas durante el inicio del año electoral. “Lo de la CGT es una vergüenza”, dicen en voz baja dirigentes políticos peronistas que tampoco tienen demasiados éxitos por los cuales jactarse desde los ámbitos de la intervención política de su partido.

En ese sentido, un ex diputado kirchnerista suele reclamarle a sus colegas que “dejen de mirarla por la ventana”. “Me hacen acordar al Frepaso, que balconeaba desde arriba mientras había movilizaciones al Congreso, Carpa Docente, marcha de jubilados y otros conflictos”, argumenta.

Calentito’ los panchos: el descontento de las bases con los dirigentes vuelve a encontrarse en alza

La socióloga y editora de La Nación Trabajadora, Paula Abal Medina, advierte, por su parte, que el 2018 fue uno de los años del período cambiemita con más jornadas perdidas por paros. Si bien el pico de “huelguistas” y “jornadas laborales no trabajadas” recogido por el indicador de evolución mensual de los conflictos laborales, elaborado por -el ex Ministerio y- la actual Secretaría de Trabajo se ubica en los meses de abril y mayo de 2017, el año pasado no tiene nada que envidiarle: entre agosto y septiembre, últimas mediciones disponibles antes de la salida de Jorge Triaca de la cartera y su reducción jerárquica dentro del Gabinete, hubo más de un millón de trabajadores en las calles por conflictos gremiales.

Sin embargo, el descontento de las bases con los dirigentes vuelve a encontrarse en alza. La marcha del próximo 4 de abril, convocada por la CGT, se hace por la presión desde abajo, según los que minimizan el rol de los caciques sindicales. “Era una fecha puesta por los sindicatos de la Corriente Federal de los Trabajadores y todo el espacio del 21F, con Hugo y Pablo Moyano y las dos CTA”, deslizan en uno de los sindicatos porteños más combativos.

Calentito’ los panchos: el descontento de las bases con los dirigentes vuelve a encontrarse en alza

El secretario general de la CGT Azopardo, Héctor Daer, esquivó el bulto recientemente, cuando en C5N lo consultaron si habría paro después del 4 de abril. “Contestó a la española”, se burlaron sus contrincantes porque el referente de los trabajadores del gremio de Sanidad enumeró ramas y porcentajes de “paro” en cada una, una acepción que utilizan los europeos para mentar la cantidad de desocupados por actividad.

El propio Moyano, histórico líder de los camioneros, lo fustigó sin miramientos pero no fue el único. Ante la consulta por este medio sobre el carácter dubitativo de la conducción de la CGT, el secretario general de ATE-Capital, Daniel Catalano, propuso la palabra “cómplice”. “Están llamando a una marcha para el 4 de abril y un paro para agosto: son muy complacientes esos señores con el Gobierno”, ilustró.

La renovación trunca

Investigadora del Conicet con años de estudio sobre la formación sindical de las nuevas camadas de trabajadores, Abal Medina arriesga que “hasta hace unos años atrás, se creía que iba a haber un proceso de recambio generacional mucho más fuerte en los sindicatos, por los jóvenes que se forjaron durante los años del kirchnerismo y que se habían fogueado en una etapa de recuperación de derechos, pero se podría sostener que la tendencia fue leve”. Si se le pregunta a qué atribuiría esa situación, responde que “en primer lugar, un sindicato es una estructura de poder compleja y difícil de administrar: la formación de nuevos dirigentes sindicales no es un proceso sencillo y tampoco se resuelve en pocos años”, y agrega que “es posible que ese proceso esté produciéndose y aun no sea visible”. No obstante, reconoce que “ningún dirigente sindical va a rifar en el recambio generacional un espacio de poder”.

En segundo término, señala que una estadística oficial de 2005 sobre tasa de sindicalización, cuyas cifras se ubican entre las más elevadas del mundo, establece que “el 86 por ciento de las empresas argentinas no tienen delegados sindicales”. “Eso no logró revitalizarse durante los años de crecimiento y creación de empleo con la fuerza que debería haber ocurrido”, complementa al tiempo que le baja el precio a “la simplificación de los que cargan contra los dirigentes tildándolos de gerontes o burócratas sindicales”.

Desde la academia, Abal Medina y, desde la trinchera, Catalano coinciden en la apreciación de que podría confeccionarse una potente lista de cuadros paridos al calor de las luchas de la “década ganada”. Incluyen nombres y experiencias que van desde Juan Pablo Brey, en Aeronavegantes, o Vanesa Siley, en Sitraju, hasta la pelea de los metrodelegados, Atilra, Curtidores y seccionales de la UOM.

Hecho y por hacer

El armado electoral del calendario previsto por el año en curso suspende ciertas discusiones pero no evita algunos pases de factura como al principio del mandato macrista. En pleno ascenso de Cambiemos, los políticos derrotados en las urnas pero con representaciones institucionales vigentes o revalidadas, y los militantes que animaban sus despliegues, solían cobrarle al sindicalismo el carácter arrollador del macrismo inaugural, mientras que desde los gremios facturaban a “la política” el letargo que hacía que el flamante gobierno pisoteara ciertos derechos como si fueran alambre caído.

A la distancia, Abal Medina considera que “durante estos años, tanto la política como los sindicatos hicieron bastantes cosas”, aunque admite que este año “podría haber empezado un poquito más caliente”. “Ahí sí se cae en un punto muerto y se pasan la pelota entre el sindicalismo y la política”, aceptó.

Hijo y representante de una renovación en curso, Catalano reflamó un F5 también para lo social y lo político. “Hay muchísimos dirigentes muy envejecidos en edad y en ideas”, subrayó.

Asimismo, concedió que la representación en el terreno político también ofrece dificultades: “yo quiero la unidad del peronismo pero que lo conduzca Cristina y sé que eso condiciona al otro pero, en el plano sindical, no digo que quiero unidad en la CGT y que la conduzca (Hugo) Yasky sino que lo que digo es que se encuentre un mecanismo de participación democrática”. Y postuló como asignatura pendiente para el ámbito sindical la invención de una “nueva institucionalidad”, acorde al momento histórico.

En última instancia, el escenario electoral se convierte en la madre de todas las batallas, tal como les gusta evocarlo a los analistas de la gran prensa, y eso transforma la mesa de discusión sobre el gremialismo u obliga a la inclusión de otras cartas. Al respecto, Abal Medina atribuye a “dirigentes importantes de la CGT” la costumbre de “desensillar hasta que aclare” en tiempos previos a la cita con las urnas. “Hay un posicionamiento muy pragmático o ciertos actores sindicals que no se atreven a jugarse hasta no saber por dónde va a estar la salida política”, indica, y concluye que, así, “se pone en pausa el ejercicio de la representación de los trabajadores, que no debería subordinarse a esos tiempos electorales”.