La victoria es contundente. Y Mauricio Macri no necesitó de excesivos esfuerzos para lograrlo. Fue una victoria económica: el gobierno no necesitó invertir esfuerzos y recursos en una política pública para obtener apoyo electoral. Le bastó con un giro discursivo, alejado del conflicto político y centrado en la vida cotidiana, apropiarse de casi todo el voto antikirchnerista (una cuota que aún le ha dado frutos) y promesas no demasiado precisas respecto del futuro. Y desde luego, no mencionar la política de ajuste que el Presidente hoy lunes, ya ha manifestado en conferencia de prensa. Esa combinación le ha permitido mantener la fidelidad de sus votantes e incluso conseguir algunos nuevos.

En esta victoria hay, además, ganadores extras: Macri fortalece su liderazgo al interior del espacio y lo muestra ahora como un presidente triunfante. María Eugenia Vidal, la cara visible de toda la campaña en la provincia, gana su segunda elección y la posiciona como una dirigente clave en el armado de Cambiemos. En esta elección en particular, la balanza terminó por definirse a favor del oficialismo en la Primera Sección Electoral (la zona norte del conurbano). Allí el derrumbe de Sergio Massa, y la fuga de sus votos hacia el macrismo, fue clave para definir la victoria de la fórmula encabezada por Esteban Bullrich. Y esto explica también la victoria: además de sus propias fortalezas, el macrismo eliminó la posibilidad de la “avenida del medio”, cuyos ocupantes son los grandes derrotados de estas elecciones. 

Todos aquellos opositores que se mostraron en distinto grado de intensidad cercanos al gobierno nacional (votándoles sus proyectos de ley en el Congreso, expresando distintos grados de simpatía en el espacio público, etc.) fueron derrotados. Perdieron votos Sergio Massa en la PBA y Martin Lousteau en CABA; José Manuel Urtubey perdió en Salta, Juan Schiaretti en Córdoba, Patricia Bertone en Tierra del Fuego. La máxima parece tener la precisión de un axioma. No quedó espacio para una oposición “amigable”: los votantes que tenían solo algunos reparos con Cambiemos, optaron por el modelo original; quienes los tenían más profundos, buscaron oposiciones más firmes. La grieta se profundizó y Cambiemos apostó a ello, con resultados a la vista.

La otra dimensión clave para el gobierno, fue el clima de la campaña. El mayor mérito del oficialismo, fue lograr que los temas económicos no calaran hondo en el debate y contó con ello con la ayuda decidida de los grandes medios de comunicación que reemplazaron el tema por los casos de corrupción atribuidos al gobierno kirchnerista y la presencia de los candidatos oficialistas en todos los programas de televisión abierta. Solo la desaparición de Santiago Maldonado y luego la noticia de su muerte, alteraron el clima electoral y encontró a un oficialismo cometiendo varios errores comunicacionales (además de la responsabilidad política del caso), pero que finalmente no lo afectaron en términos de votos.

Finalmente, la dispersión de ofertas electorales vinculadas al peronismo, se convirtió en otro factor clave para la victoria de Cambiemos. En ese contexto, la elección de Unidad Ciudadana en la PBA, no fue mala, pero no le fue suficiente. Cristina Fernández entra al Senado, pero no su compañero de fórmula. Quizás como en 2003, el peronismo deba replantearse su armado político y electoral para pensar un 2019 con expectativas. Se lleva una lección: solo siendo una oposición decidida al gobierno de Cambiemos, si quiere pensarse como alternativa.

Y en cuanto a Cambiemos y su triunfo, veremos en estos dos años hasta las presidenciales, qué políticas genera para renovar el contrato con sus votantes.

*Politólogo. Profesor Titular de Teoría del Estado en la FTS de la UNLP. Twitter: @sergiodepiero