¿Habrá finalmente fumata blanca entre CFK y Sergio Massa? No es menor que los rumores sobre acercamientos crezcan a pocas horas de que Roberto Lavagna manifestara que forma parte de un proyecto político distinto al que integra el ex intendente de Tigre. Hay coincidencia en cuanto a que la irrupción sorpresiva en el mercado de pases electoral del economista que combina sandalias con medias, eterna esperanza blanca del establishment doméstico, impactó negativamente en el ánimo de quien fuera titular de ANSeS de Eduardo Duhalde y de Néstor Kirchner. No tanto por el hecho en sí sino por la forma en que se dio, y por el destrato al que lo somete quien condujera sus equipos técnicos hasta no hace mucho.

Otro dato sugestivo que rodea a estas especulaciones es que la semana pasada, en los pasillos de la Cámara de Diputados, reestablecieron diálogo un operador premium de Cristina Fernández, su hijo Máximo Kirchner, y Diego Bossio, nuevo jefe de campaña de Massa, cuyo rol da acabada cuenta de lo devaluada que está hoy día la empresa del mandamás del Frente Renovador. No se trata de denostar a nadie, pero lo cierto es que el tandilense no expresa a ningún sector significativo. El massismo ha perdido tanto robustez como mestizaje interno.

CFK-Massa: dos a quererse

Varios testigos confirmaron el reencuentro Máximo-Bossio. Los periodistas Nicolás Lantos e Iván Schargrodsky se hicieron eco de ello. El primero aportó el detalle de que el disparador del abrazo fue la felicitación recíproca que se otorgaron por el reciente título de Racing Club de Avellaneda, del que ambos son hinchas fanáticos: pero, ¿alguien puede creer que sólo de eso hayan hablado? El segundo hizo saber que un diputado del PRO fue quien le contó de la reconciliación, y que comentó la novedad preocupadamente. Sobre todo, agregó, por el tono muy animado en que, parece, habría transcurrido el intercambio.

No debería extrañar que las diagonales de Cristina se crucen con las de Massa. Lavagna ha emergido con aspiraciones de capturar al progresismo antiperonista de Margarita Stolbizer y del socialismo santafesino, y al radicalismo desencantado con la conducción cambiemista de Mauricio Macri, cuya gestión fallida hace de la segunda alianza una apuesta cada vez más riesgosa. Presiona fundamentalmente el segmento bonaerense de la UCR, motivado por Ricardo Alfonsín. Justo el último bastión en que Massa hace pie, a partir de algunas intendencias que conserva.

A su vez, el peronismo, a excepción de expresiones muy minoritarias como Miguel Ángel Pichetto y Juan Manuel Urtubey, va confluyendo hacia la unidad. El rionegrino ya no tiene espacio en la vida interna del movimiento ni en su propia provincia, donde de por sí el PJ ha quedado lejos de volver. El salteño, por su parte, todavía no consigue garantizar que lo suceda alguien de su riñón. Alternativa Federal, así las cosas, agotado el uso que le dieron los gobernadores para negociar con Cristina acuerdos beneficiosos en cada provincia, y con Lavagna interesado en saltar por encima de corrales ideológicos, pierde sentido aceleradamente. De hecho, los senadores nacionales provenientes de dicha fracción defienden fuertemente a su par ciudadanista.

CFK-Massa: dos a quererse

La periodista Gabriela Pepe ha escrito que el presidente del justicialismo, José Luis Gioja, se da por satisfecho con atraer hacia el frente que el Congreso del partido lo facultó a armar (tarea en la que lo secunda quien encabeza el órgano deliberativo, Gildo Insfrán, gobernador de Formosa) a, al menos, el 80% de la dirigencia de la familia. Daría la impresión de que superará esa meta.

Un caso aparte es el del gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, quien también milita en lo que aún se conoce como AF y sí es representativo en términos electorales, pero que luce más interesado en el territorio propio, al menos hasta que concrete su reelección. Las proyecciones nacionales del Gringo no asoman tan ambiciosas como las de quien fuera su socio y predecesor, José Manuel De La Sota, que falleció el año pasado bregando por una amplísima unidad peronista.

Dicho sencillo: Massa ya no tiene cabida en el no-peronismo con que jugó hace dos años, que prefiere a Lavagna, quien a su vez se niega a una PASO; y el justicialismo que insiste en rechazar a CFK cada día enflaquece un poco más. Lantos resaltó en un texto sobre el ex diputado que si se ha sostenido a pesar de sus tropezones de 2015 y 2017 es porque aún conserva tropas considerables --dada la vigente coyuntura de multiplicidad de minorías-- en la cámara baja nacional y (más) en la legislatura bonaerense. Pero sin un pacto que le devuelva expectativas le será difícil mantenerlas luego de 2019, cuando vencen los períodos de muchos de sus miembros.

Sólo en Unidad Ciudadana se lo valora, pues allí lo creen el único capaz de sumar caudal a la construcción con la que la ex jefa de Estado planea volver al poder (sea ella misma, o bien influyendo desde su banca en la cámara alta). Entre otras cosas, porque nadie más que él cuenta con sufragios en cantidad atendible en AF. Asimismo, porque, pese a toda el agua que corrió bajo puentes que se van reestableciendo, hay cierta familiaridad de perfiles entre UC y FR.

CFK-Massa: dos a quererse

Cuando esta nota se cerraba, desde el oficialismo surgió una respuesta a las movidas en comentario. María Eugenia Vidal le reclamó a Macri un decreto que bloquee algo que actualmente la ley electoral habilita: que un candidato a gobernador vaya colgado de dos o más boletas presidenciales (posiblemente se publique mientras usted lee estas líneas). Es una de las alternativas que estudian el Instituto Patria y Nordelta como vía de entendimiento. Permitiría que ambos bandos cosechen legislativamente, entre otras cosas. Los intendentes peronistas son la base de sustentación más voluminosa de CFK, y en busca de paraguas nacionales y provinciales sólidos operan como puente, además de cancilleres de Cristina como Alberto Fernández y Wado de Pedro.

La Constitución Nacional es clara respecto a este punto: no se pueden modificar las reglas electorales por decreto, aunque Cambiemos procurará mentir que en realidad se trata de un maquillaje de forma. Falso: es de fondo, no hace a meras cuestiones aplicativas. El Presidente se lo debe a la gobernadora: aunque a desgano porque la menor intención de voto bonaerense de él podría empantanarla, ella aceptó compartir fecha comicial. De todas maneras, resultaría más interesante una contestación política del peronismo a esta trampa que no sólo acudir a los tribunales.

Si Cambiemos expone a qué mezcla le teme, bien vendría que los cantineros se pongan a batir.