Si hay una característica central en la Argentina de hoy, esa es la incertidumbre. La misma se manifiesta en una economía descontrolada a partir de la sensación de que no hay rumbo, lo cual es, a su vez, producto de una indefinición política de la totalidad de la dirigencia para construir bases mínimas de acuerdo que permitan lograr alguna certeza estabilizante. Con la sociedad fuertemente polarizada y un malestar creciente a ambos lados de la grieta, lo único que parece consolidarse son los polos más extremos de esa fractura que, a su vez, se retroalimentan entre sí.

CFK y Macri, Macri y CFK, son los dos grandes planetas sobre los que orbitan el resto de los satélites del sistema político argentino. Con el escenario social tan complicado, ambos salieron en las últimas horas, tal como vienen haciendo hace tiempo, a reforzar esos lugares de primacía que los ubican en las especulaciones cada vez más cerca de eventuales candidaturas para el 2023. Reforzar agendas propias, polarizar con el otro y forzar a sus coaliciones a discutir los temas que ellos priorizan parece ser la jugada en espejo de la vice y el ex presidente, que pelotean entre sí como precalentando para lo que podría ser el choque electoral entre ambos el año que viene.

La jefa del FDT ya dejó en claro que no dejará más su capital político y el rumbo de la coalición en manos de Alberto Fernández. Su intervención sobre las decisiones del Ejecutivo llevaron a la renuncia de ministros clave para el Presidente, a una re discusión sobre las medidas económicas y terminó forzando una mesa que ya se vuelve habitual entre el primer mandatario, la vicepresidenta y el titular de la Cámara Baja, Sergio Massa. El kirchnerismo se despega de la idea de que CFK ya está en la centralidad de la toma de decisiones, y la propia vicepresidenta se reserva aún una carta como la bendición a la nueva Ministra de Economía nombrada con su consenso. Sin embargo, si CFK siempre marcó la agenda política en general con sus acciones y discursos, y mucho más aún la agenda del FDT, hoy esa potencia que ella eligió acrecentar con sus últimas intervenciones está al mismo nivel que cuando era Presidenta. Basta para corroborarlo ver el impacto de su silencio en relación a las medidas de Batakis sobre el comportamiento de los mercados.

Si ya es un saldo asumido por todo el sistema político que toda decisión depende del visto bueno de CFK, la vicepresidenta eligió volver a reforzar su principal cruzada de la última década, señaló con nombre y apellido a la Corte Suprema de Justicia e instaló en el oficialismo una campaña en contra de una posible proscripción electoral. La jugada con la que lo hizo fue atípica en su repertorio e hizo rememorar a su anuncio sobre la fórmula presidencial del FDT en 2019. Esta vez no hubo carta ni extenso discurso en algún acto con anfitriones leales, sino dos videos de más de siete minutos cada uno en los que CFK repitió una fórmula conocida, esta vez con la Corte Suprema como objeto.

Primero reivindicó la gestión de Néstor Kirchner en su valentía y su firmeza para oponerse a una Corte que, recién llegado al gobierno, le imponía la dolarización de la economía. La reorganización de la Corte gestada en esos albores del kirchnerismo y el respeto social que adquirió el nuevo tribunal a partir de fallos ejemplares fueron indicados, como suele hacer la vicepresidenta, como el ejemplo de lo que habría que hacer y lo que debería ser. El segundo paso fue el inoxidable contraste con el macrismo, las irregularidades judiciales entre 2015 y 2019 y su utilización de la justicia para una persecución política que hoy continúa. CFK llegó a denunciar que una condena en su contra en la causa por obras públicas ya estaría redactada y firmada.

Una vez más, CFK marcó la discusión pública a fondo. En el FdT, sobre todo el kirchnerismo, emergieron los soldados denunciando un intento de dejar a la vicepresidenta fuera del escenario electoral del 2023, incluso con pintadas que comenzaron a aparecer en las paredes del conurbano. El propio Presidente se subió al tema y se expresó sobre la denuncia de su vice manifestando la necesidad de reformar la justicia, algo que el kirchnerismo intenta infructuosamente desde 2013. La oposición no iba a quedarse atrás, y el centro del comunicado de la mesa nacional de Juntos por el Cambio que se reunió este martes giró en torno a las críticas por un nuevo “ataque” de CFK contra la justicia.

En el otro extremo de este río revuelto, Mauricio Macri gozó en los últimos meses de los favores a los que la justicia argentina lo tiene ya acostumbrado. El mes pasado ya había sido sobreseído junto a los jueces Borinsky y Hornos por las irregulares visitas de los magistrados a la residencia de Olivo cuando Macri era Presidente y en días previos a movimientos significativos en causas contra CFK. La semana pasada, la Cámara Federal porteña revocó el procesamiento del ex presidente en la causa por espionaje ilegal contra los familiares de las víctimas del ARA San Juan. En un falló insólito, la Cámara reconoció el espionaje pero adujo que no había sido en perjuicio de los familiares sino como medida de seguridad para el entonces presidente.

Macri también pasó nuevamente al centro de la escena con esos movimientos y recibió una catarata de ratificaciones en su liderazgo en forma de festejos por Twitter y en declaraciones de las principales figuras del PRO sobre el fallo que lo favoreció. Desde esa posición, el ex presidente decidió una avanzada y este miércoles publicó una nota de opinión en la que se metió de lleno en la discusión electoral.

En la misma, titulada “la rueda virtuosa del campo está frenada”, el líder de la oposición eligió pararse en un lugar de estadista para señalar los errores que el Gobierno está cometiendo en contra del principal sector productivo del país. Macri afirmó que el Gobierno ve al agro “sólo como una fuente de dólares a exprimir” y reivindicó las decisiones de Cambiemos en 2015 de eliminar las retenciones. Pero fue incluso más allá, pidiendo “retomar el rumbo iniciado en los ´90 y después del 2015”, en una reivindicación del menemismo que no se le escuchaba con tanta frontalidad hacía mucho tiempo.

Más allá de la inconsistencia del planteo de Macri en un escenario donde las exportaciones del agro no paran de marcar récords, así como las importaciones de bienes de capital para tecnificar la producción, la lectura política de la movida de Macri pasa por verlo hablando como un candidato que se dirige a un target específico y con un discurso prefabricado en base a un vértice del conflicto social que se vive. Macri le habla al campo pero también al resto de la sociedad disconforme con el oficialismo que siente que la economía no arranca, y lo hace planteando la posibilidad de un horizonte nuevo a partir del 2023. Esa idea es la de un Estado más retraído, que no regule ni ponga límites a una actividad privada que sería virtuosa por sí misma: “Esta nueva generación puede liderar una nueva revolución de las Pampas, sin esperar nada del Estado a cambio” dice el ex presidente en referencia a los productores, para lo que pide “sólo necesitan que los dejen trabajar. Es triste ver cómo ahora no lo están haciendo”.

La idea del Estado ineficiente que pisa la actividad privada y no la deja desarrollarse en toda su potencialidad con el único objetivo de mantener a un sector improductivo de la sociedad y al aparato burocrático de la política es el corazón del planteo de Macri, y es un discurso que hace mella con el estado de insatisfacción social reinante. Nadie como él encarna esos valores en la coalición opositora y tiene la potencialidad de volcarlos electoralmente. Por eso, hablando así Macri habla como candidato.

Tanto el ex presidente como CFK tienen un elemento a favor y otro en contra en la carrera hacia el 2023. En espejo, como casi todo entre ellos, ambos son las figuras que más consolidan un núcleo duro propio en ambas coaliciones, así como también son depositarios de los peores niveles de imagen negativa.

En Juntos por el Cambio, ninguna figura tiene el peso específico propio de Macri, quien todavía tiene su 41% como carta indiscutible para quienes quieren desplazarlo. Sin embargo, entre los posibles candidatos opositores, es el que peor imagen negativa ostenta. Un reciente relevamiento de la consultora Zuban Córdoba la ubicó en un 59,7%, mientras que las de Larreta o Bullrich no llegan al 50%. Como imagen positiva, el ex presidente registró un 38,5%.

Los valores de CFK son prácticamente iguales. Su imagen negativa fue del 61,6% mientras que la positiva se ubicó en el 37,4%. A diferencia de Macri, su liderazgo en el FDT es absolutamente indiscutido, y las dudas sobre una posible candidatura pasan más que por la competencia interna por la dificultad que le impone a un posible triunfo el techo que esa imagen negativa le impone, que representaría un límite en un ballotage.

Otra medición interesante es la de CB Consultora de Opinión Pública, que relevó las imágenes de varios dirigentes en las 23 provincias del país y la CABA. Los cuadros de CFK y Macri son casi idénticos, tanto en las provincias que los favorecen como las que no. En el caso de la vicepresidenta, sólo en cuatro provincias (Sgo. Del Estero, Chaco, Formosa y Sta. Cruz.) su imagen positiva es mayor a la negativa, con Santiago del Estero en el tope del ranking donde su valoración fue de 55,8% contra el rechazo del 42,3%. La peor provincia para CFK fue Córdoba, donde su imagen negativa llegó al 78,3% y la positiva al 20,2%.

Macri, por su parte, sólo tuvo un saldo favorable en la CABA y en Córdoba, mientras que el resto de los distritos marcaron más rechazo que apoyo. Córdoba fue su pico de imagen positiva con 51,1%, mientras que Santa Cruz fue donde mayor imagen negativa cosechó, con el 71,8%.

El cuadro inestable de la política argentina, los dos principales líderes de ambos polos de la grieta parecen lo único sólido. A pesar de sus limitaciones para generar mayorías contundentes, se edifican desde las identidades que les garantizan un núcleo duro que otros no pueden acreditar. Sus movimientos parecen reforzar esa estrategia, y la pregunta que cada vez cobra más fuerza es si eso se traducirá a un duelo directo en las elecciones del 2023.