Los años electorales ofrecen un espectáculo muchas veces patético a los ojos de la ciudadanía: la danza de precandidatos y su correlato en egos, chicanas públicas, declaraciones cruzadas y apelaciones vacías. Es una dinámica que genera muy poco interés entre los votantes; y menos aún en un contexto en el que la mayoría de los argentinos está intentando solamente sobrevivir.

En el caso de las elecciones legislativas, este juego permite ver las estrategias de los candidatos en vistas al objetivo final: las elecciones presidenciales. A pesar de que las elecciones legislativas intermedias no son buenas predictoras de lo que ocurrirá a los dos años (como lo pueden atestiguar Antonio Cafiero, Fernández Meijide o Francisco de Narváez), para los dirigentes es una oportunidad de jugar estratégicamente con la mente puesta en la presidencial siguiente.

En particular, hay tres eventos que se destacan en este juego en vistas a 2023: la renuncia de Bullrich a la competencia en estas elecciones, el pasaje de Vidal de la provincia a la Ciudad y la confirmación de que Facundo Manes será candidato bonaerense.

Mucho se ha discutido acerca de la decisión de Patricia Bullrich y cómo esto impacta en la dinámica de Juntos por el Cambio. Al representar a la línea dura del partido y asociársela a la figura del ex Presidente Macri, se hicieron lecturas acerca de la derrota de estos dos en la interna que llevan adelante con las “palomas” cambiemitas: Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal.

A pesar de las lecturas críticas sobre la movida de Bullrich, su decisión es completamente racional. Su posición “dura” es solamente redituable en una primaria cerrada, en la que solo votan los afiliados. De cara a una primaria abierta, su mensaje electoral es mucho menos popular y se enfrentaba a una derrota estrepitosa que la desdibujaba de cara a 2023. Bajándose se preserva electoralmente y se asegura seguir siendo la intérprete del mensaje de mano dura en materia de seguridad, que seguirá estando presente en el discurso público. Bullrich paga el costo de bajarse ahora para seguir siendo importante en Juntos por el Cambio.

Vidal por su parte, también está dispuesta a pagar el costo de dejar de ser “orgullosamente bonaerense” para pensar en 2023. Su derrota a manos de Kicillof por catorce puntos necesita un curativo. Competir en la provincia, a pesar de que posee un buen perfil, la arriesga a un triunfo modesto o una derrota. Presentarse en la Ciudad le garantiza un triunfo holgado que necesita más que nadie.

Todo esto despeja el panorama en la provincia, donde habrá interna. A pesar de que hay dirigentes (como Jorge Macri o Emilio Monzó) que aún no han definido los pasos a seguir, Manes y Santilli representarán a la UCR y al Pro en la PASO cambiemita. Esto es una buena señal para la UCR, que recupera un candidato con arraigo popular capaz de movilizar a un electorado hacia un “centro popular”. Su figura es electoralmente atractiva en el interior de la provincia. El perfil peronista de Santilli, por su parte, es más competitivo en el conurbano bonaerense. Aún no sabemos cómo resultará la interna, pero los dos candidatos parecen más complementarios que excluyentes.

Esta vitalidad en el campo opositor trajo aparejado una serie de tensiones vinculadas a la danza de nombres, que parece mostrar una faceta débil de Juntos por el Cambio. En realidad, estos juegos muestran la vitalidad de la coalición opositora.

Esto representa una novedad. El espacio político no-peronista se mantiene unido a pesar del fracaso electoral del gobierno de Mauricio Macri. Esto es una novedad: desde hace por lo menos veinte años que la oposición al justicialismo no mostraba un puñado de candidatos competitivos nucleados bajo el mismo sello partidario. Desde la conformación de la Alianza en 1997 (con Chacho Álvarez, Fernando de la Rúa, Graciela Fernández Meijide y Rodolfo Terragno) la oposición no mostraba este nivel de vitalidad. Esto parece confirmar una tendencia que se viene mostrando desde 2013: la progresiva conformación de dos polos políticos en torno a la gran identificación política argentina, la división entre la familia peronista y la no-peronista.

Lo que queda ver es si esta coalición o el oficialismo están en condiciones de resolver los severos problemas estructurales del país. Pero eso ya es harina de otro costal.

*PhD en Ciencia Política. (UNSAM-UTDT). Twitter: @jjnegri4