¿Mariúpol en Matheu? 

Después de que casi tres decenas de Diputados del Frente de Todos (FdT) votaran negativamente el proyecto de ley más importante de este mandato, el acuerdo con el FMI, la conclusión de la fractura expuesta es la metáfora más evidente. Los tenedores del 100% de su 30% de votos (potencial, brumoso), mantienen dependencia de intermediadores más templados (Scioli en 2015, Alberto Fernández y Sergio Massa en 2019) que transformen esos cimientos en una casa que se pueda vender. Esta suma, efectiva en tiempos de campaña, viene con algunas contraindicaciones: implica la ecualización del integrismo cristinista al momento de gobernar. Las limitaciones de contexto (las heredadas, las impuestas por la pandemia, y las autoinflingidas) solo agravan la disfuncionalidad entre el componente socioliberal/socialdemócrata, pactista y componedor, y la comprensión kirchnerista, estatista y combativa.  

Esta convivencia hoy expone certezas lacerantes y dudas urgentes. Entre las primeras: A) La fractura del FdT implica la coronación anticipada y casi irreversible de Horacio Rodríguez Larreta como trigesimonoveno presidente constitucional argentino. B) La canalización de la conflicitividad vía cartas, reclamos y tuits, por rutinizada ha perdido efectividad. Sólo puede lastrar de manera acumulada en el tiempo en la percepción del público, pero ya ni siquiera es un factor de lastre para la autoridad presidencial, la cual se encuentra porcentualmente en niveles superiores a la dramática situación post PASO. Incluso en provincias hostiles, como Córdoba. C) La escenificación del voto contrario no supondrá ningún crédito especial para sus ejecutores, más que la esperanza de poder tener una bandera de enganche para las PASO 2023, y buscar retener a los desafectos por izquierda del gobierno. ¿Son un bloque socialmente relevante que vea, por ejemplo, al Frente de Izquierda como el ala derecha de JxC ve a Milei? Hoy eso no existe. 

La estrategia de un sector del albertismo encuentra símiles a la estrategia de Putin en Ucrania: avance lento con alto costo propio, asfixiando ciudad por ciudad, calle por calle, a la resistencia de Zelensky. En posesión de un poder presidencial que no se puede lotear, con su contraparte paulatinamente acorralada y con cada vez menos armamentos y menor eficacia en su defensa, la situación puede conducir al presidente a un empoderamiento basado en el esmerilamiento de sus aliados en tiempo no electoral. Pero ¿a qué costo? En una política altamente identitaria como la que caracteriza en nuestro país, donde la recuperación post PASO 2021 difícilmente pueda ser explicada por una inversión del 0,22% del PBI (el supuesto “Plan platita” descrito por Gollán) la respuesta sigue siendo una incógnita.  

Mientras Juntos permanezca unido, el FdT está condenado a la “conllevancia” orteguiana: no se puede resolver, se puede ir administrando, hasta que la realidad electoral cambie de manera decisiva. Te amo, te odio, dame más.  

Larreta y la Operación Macron 

En la otra banda, la votación implicó una ostentación de gerenciamiento de recursos humanos en Juntos por el Cambio. En Diputados, como seguramente también se verá en la Cámara de Senadores, JxC se construirá como oposición constructiva de cara a actores externos, y sin estridencias ideológicas que abrumen a los electores blandos del FdT. Esto va en línea con una serie de factores: la renovada influencia de la UCR, la reciente conversión al centrismo moderador de la Coalición Cívica, y la apuesta de coalición del 70% que mueve las preocupaciones de Horacio Rodríguez Larreta. En línea con el movimiento de esas placas tectónicas, parece detectarse el retorno tonal de Maria Eugenia Vidal en clave larretista de las últimas semanas, deshaciéndose de cualquier intento de satisfacer a un ala dura que no la quiere y nunca aceptó sus ofrendas florales. 

Incluso Patricia Bullrich pareció entenderlo en tiempo de descuento, facturando tácitamente su soledad de 2021, y dejando solo en la revuelta a Macri y su sherpa, Guido Sandleris. Embarcado en la lucha, más identitaria, por un “segundo tiempo”,  ya como precandidato e imaginando fórmula con la santafesina Carolina Losada, su consolidación al interior del PRO se presenta en combinación con la colección de desplantes que le vienen prodigando sus aliados, que empujan hacia tonalidades pastel. Macri resiste con aguante y por la revancha de 2019: “Pain!, You made me a believer, Pain! You break me down and build me up, believer!, canta el ex presidente junto a Imagine Dragons.  

Patricia Bullrich asciende hoy muy por arriba del ex presidente en las encuestas de imagen positiva, discutiendo de igual a igual con Alberto Fernández y Rodríguez Larreta. Frente a esta situación, se yergue la silenciosa especulación de Uspallata. Como Scioli en 2015, y en un extraño parentesco con el Massa de 2022, Larreta espera que imposibilidades ajenas y prudencias propias le desmalecen el camino de ser la única opción que combine aceptación, viabilidad y competitividad. “Se van 100, volverán 200”, decía Manuel Fraga en los años ‘80 cuando le hablaban de la fragmentación del espacio conservador.  

Larreta ambiciona a que la ecuación difícil de su alternativa caiga por su propio peso, y le permita, bajo el manto del poder presidencial, una nueva coalición de gobierno, con un jefe de gabinete peronista. Ese escenario, en una coalición difícil y convulsa, parece utópico, pero no quimérico, y solo podrá ser viable si se galvaniza a los propios electoralmente antes. Una coalición que haga con el peronismo, eventualmente en deliberación postelectoral dolorosa, lo mismo que hizo Macron con el socialismo francés desde 2017. Dos especialistas en partidos reformistas antisistema, Sean Hanley y Allan Sikk, señalaban el contexto de emergencia de opciones reformistas y/o “populistas de centro”: la mayoría lo hacían en contextos de crecimiento económico (no de retracción), desafección política, instituciones débiles y percepción de futuro negativa.  

Como señala otro experto en “populismos centristas”, Vlastimil Havlik, este tipo de propuestas se enfocan en capturar voto al margen de los clivajes sociodemográficos y con mayor penetración en jóvenes. Justo donde Larreta se mantiene fiel al patrón negativo cambiemita: en la generación Z mide menos de la mitad que entre los boomers, solo superado por la negatividad que inspira en millenials. Ambos sectores, motores de la desilusión con el jefe de gobierno durante el último año. La coalición del 70% deberá tener en cuenta estas limitaciones, siendo difícil evitar hoy un ballotage con el FdT. Con estos mimbres se deberá elaborar el plan del macronismo de Uspallata, en evaluación de las resistencias que se puedan encontrar para transformar a JxC en HRL : Hacemos República en Libertad.  

Reformar y desmalezar 

Entre todos estos vaivenes, un consenso, más negativo que propositivo, parece emerger en la pospandemia (con huellas rastreables en los años anteriores): los límites del Estado providencial. La idea de que un país de las dimensiones argentinas puede y casi debe ser gobernado con comisariato político, que exacerbe las rigideces regulatorias, y normalice cepos de todo tipo como elementos de política pública es en fondo una ingenuidad disfrazada de temperamento. Y marca el agotamiento de una forma de pensar la gestión del Estado, impregnada en la semántica inmediatamente posterior a la crisis de 2008-2009. La emergencia según numerosas encuestas de la preocupación por el gasto público (tercera en preocupaciones en septiembre del 2021 según Escenarios, por ejemplo), una preocupación que podría ser abstracta frente a otras más concretas como la inflación y la seguridad, puede ser una llamada de atención. ¿Esto implica la vuelta de cosmovisiones liberales que acamparon despreocupadamente en la mentalidad colectiva hasta los tempranos años 2000? Es poco probable.  

La misma endeblez geográfica de propuestas anti Estado como Avanza Libertad, y su limitación al día de hoy a una ocurrencia porteña (la cual no pudo siquiera rebasar electoralmente al débil FdT capitalino), parece apoyar esta idea.  Sí, en cambio, parece ser el agotamiento de una forma de razonar el Estado, la cual sólo parece contar con rumbos y certezas cuando su bolsillo carece de preguntas.  Una noción donde todo se resuelve con cepos cambiarios, elevación de impuestos, construcción de políticas “Free Hugs” en materia internacional, totalmente identitarias y sin agenda de intereses nacionales concretos. Donde la felicidad se compra con dinero inorgánico.  

Si el liberalismo comprendido por Mauricio Macri chocó con los límites agresivos de la realidad y de su propio mal diagnóstico, la idea del “Estado rivotril”, el cual busca aplacar y aguantar todos los problemas sin resolver ninguno, parece haber llegado a un límite de consenso social, 10 años de estancamiento después. Dos postales como espejos: las SAS y las cooperativas de trabajo informal.  Las SAS (Sociedades de Acciones Simplificadas), fueron creadas en 2017 para agilizar la formalización de pequeños emprendedores. Como el voluntarismo es hermano de la imprevisión, también es cuñado de la torpeza. Su opacidad implicó una lluvia de requerimientos judiciales (150 por mes aproximadamente) de fueros tan variados como el laboral, civil, penal y comercial, exigiendo clarificación de datos básicos de la empresa. Con requerimientos societarios mínimos a la altura de guaridas fiscales como Barbados e Islas Vírgenes, sociedades con casi nulo capital inicial aparecían como compradores de inmuebles por millones de dólares en la zona norte de la Capital. Estas sociedades prêt-à-porter quedaron en evidencia cuando en octubre del año pasado, la fiscalía federal número 2 a cargo de Walter Rodríguez detectó que la banda santafesina “Los Monos” habían inscripto con datos apócrifos unas 40 SAS, generando mil facturas falsas, y lavando un estimado de 1200 millones de pesos. Todo tramitado por expediente electrónico, aquel moderno y conveniente sistema que sin embargo había sido puesto a cargo del Ministerio de Modernización, desplazando a la Inspección General de Justicia.  

En el reverso ideológico, la política de “los buenos sentimientos” engendró un costoso sedante contra cualquier incidencia suburbana: las cooperativas de trabajadores informales. Si aquellas se contaban en 250 mil cuando Cristina Kirchner dejó el gobierno en 2015, ya trepaban a 760 mil cuando Macri se fue en 2019, y crecieron a más de un millón en 2021. Mientras se destruían 7 empleos privados por hora entre diciembre de 2015 y mayo de 2021, el Estado invertía tres pesos en la denominada “economía social” por cada peso de todas las políticas destinadas al fomento del empleo privado combinadas.  Por cada peso con el cual el Estado solventaba las asignaciones familiares, otorgaba 68 a las cooperativas.  Necesario punto de apoyo, 10% del PBI y red de contención, el futuro no puede ser una modesta y bucólica postal precapitalista de huertos, comedores y merenderos prestando servicios de baja escala, a partir de domicilios particulares (64% según el Ministerio de Desarrollo Social) y actividad individual (59%), con un 45% percibiendo la AUH o planes Potenciar Trabajo. Una hiperindividualización de la inserción laboral por abajo, contenida desde arriba por las organizaciones sociales de manera radial. Al absorber a los expulsados del tejido productivo formal, cronifica la precariedad en las relaciones de trabajo, en una paralegalidad propia que deprime el ejercicio de derechos laborales.  

Difícilmente de estos materiales pueda siquiera construirse un largo plazo de subsistencia. Apenas un débil equilibrio de contención, a la espera de reformulaciones definitivas vengan de quien vengan: los actores, la coyuntura o la crisis. Es quizás donde las instituciones necesiten volver a formatearse para una mejor respuesta a los problemas y menor delegación degradada de las urgencias, existiendo por lo menos dos áreas relevantes (seguramente muchas más) en las cuales replantear varios aspectos: 

Constitucional 

Si continuidad y la profesionalización son requisitos para reclamar mejor manufactura en la gestión de los asuntos públicos, Argentina marcha desde 1985 en el camino inverso: la reelección parlamentaria orbita en torno al 20% en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores. Las listas sábanas invisibilizan al dirigente delante de su elector, oculto en la maleza de nombres rígidamente ubicados en la boleta. El poder se encuentra en los armadores de lista a escala provincial, los cuales adjudican o dejan de adjudicar en criterio de disciplina y funcionalidad a sus intereses, desatendiendo toda capacidad. Cuanto más oscuro y dependiente, más funcional. Cuando más oscuro y dependiente, menos incentivo a la carrera, la profesionalización política y la autonomía. Una banca así queda diseñada para no ser un objetivo central de la carrera política, sino a una especie de “boxes” donde esperar mejor suerte, diseñar el salto y reconducirse hacia espacios de mayor influencia y recursos. Si bien el artículo 124 de la Constitución brinda una puerta al desarrollo de otros esquemas de comprensión territorial, una lectura del artículo 45 hace inevitable una reforma que pueda conducir a alternativas mejores, como la elección por distrito uninominal por circunscripción, con antecedentes en Argentina. Podría facilitar el conocimiento del candidato, una mejor rendición de cuentas, y la limitación del shopping de bancas, que facilita candidaturas en una elección por un distrito y en otras por otro, con bajos requerimientos legales. El modelo alemán, de carácter mixto entre uninominalidad y voto a lista de partidos, podría funcionar de inspiración.  

La multiplicación de bloques legislativos y el antecedente regulatorio de la Corte (que instaura que la banca no es del partido sino del candidato) también son limitaciones para considerar. El debate por el acuerdo del FMI se prolongó dos horas más en su cierre por la existencia de 6 liderazgos parlamentarios para 2 coaliciones electorales y un armado parlamentario improvisado. No hay incentivo a la simplificación de la oferta, y el florecimiento de minibloques o bloques unipersonales, complejiza la gestión parlamentaria. ¿Hay 654 formas distintas de entender las realidades de las provincias? ¿Hay 44 maneras distintas de representar al votante nacional? ¿Hay tantas diferencias entre La Libertad Avanza (2 diputados, liderados por Javier Milei) y Avanza Libertad (José Luis Espert, 2 diputados) para que sean dos bloques distintos? No parece. El umbral de 1,5% se ha demostrado insuficiente, y la necesidad de representación también debe ser combinada con la necesidad de gobernabilidad. Nunca una Asamblea de librepensadores va a proveernos políticas públicas de calidad. Criticados con razón, los partidos son el vehículo para fortalecer: las candidaturas independientes forman parte también del recetario de regímenes autoritarios como Cuba, Singapur o Bielorrusia. Para todos estos objetivos, fortalecer en autonomía profesional y presupuestaria a la administración electoral es fundamental, en similares pasos a los dados por Costa Rica, Brasil, y en algunos aspectos, Perú y Chile.  

Burocracia 

Como bien dio cuenta en su momento el gobierno de Macri, la reducción ministerial es más una propuesta demagógica que una realidad presupuestariamente relevante. La tendencia global es a la hiperespecialización ministerial. Quizás, si cabe el planteamiento de reforma, la mirada hay que posarla sobre los organismos descentralizados: 70% de la estructura de la Administración Pública Nacional (APN, excluyendo seguridad y defensa) pertenece a ese rubro, junto con el 44% del personal y el 28% del presupuesto en personal (Datos de CIPPEC a 2016). El 61% está dedicado a provisión de servicios y el 14% a regulación. Por otro lado, una herramienta fundamental para la aplicación de políticas públicas eficaces es la Alta Dirección Pública.  

Después de la fuerte inflación de cargos ejecutivos de 2015-2017, el Estado argentino se estabilizó en su cantidad promedio histórica, entre 150 y 170 cargos políticos en la APN. En 2015-2019, la proporción media de las designaciones transitorias de direcciones nacionales fue de nada menos que el 89%. 81% con excepción de requisitos para los puestos. Estas tendencias se mantienen actualmente. Inestabilidad y desprofesionalización, recetas infalibles para que cualquier buena decisión de política pública termine esmerilada en la aplicación por falta de capacidad, en un contexto de salarios públicos poco atractivos que fomentan la fuga de cerebros al sector privado, haciendo imposible la competencia. Si el presidente de la Nación gana 30 mil dólares al año, un General Manager de una sucursal de McDonalds en Estados Unidos gana 32 mil, y un camionero en Nueva Zelanda 57 mil, las expectativas de profesionalización no pueden ser muy altas hacia abajo en la estructura jerárquica. La estabilidad en reconocimiento a la formación, la fumigación antipartidaria y los incentivos a desarrollar carrera en el Estado no son un lujo, son una necesidad cada vez más patente para el know-how público. 

Cualquier planteo de reforma en una democracia de corporaciones como Argentina tiene un rival inicial muy fuerte: el minimalismo pobrista, que confunde factibilidad con inmovilismo, en una forma elegantemente procesada de la comodidad y la resignación complaciente. Pero choca con la evidencia: si la polarización y las microreformas han conducido hasta aquí, parece una aventura de la imaginación suponer que mismos caminos darán resultados distintos.  

Pueden, los que creen que pueden, decía Virgilio. Los otros vienen derrotados de casa.