“Éstos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”. La frase, atribuida a Groucho Marx, bien puede describir el comportamiento de “la casta” contra el cual Javier Milei estructuró su vertiginosa carrera hacia la Rosada. Paradójicamente, el nuevo Gobierno arranca marcado por el protagonismo de un alto representante de esa casta criticando lo que él mismo encabezó y llevó al paroxismo hace cuatro años.

Luis “Toto” Caputo se calzó la motosierra y anunció un brutal ajuste enfocado centralmente en los sectores medios, populares y productivos del país, a contramano de la promesa de fantasía de Milei de que el hachazo caería sólo sobre la casta. Devaluación del 100% con su consecuente traslado a precios, reducción de los subsidios a tarifas y trasportes que decían no iban a sacar, más impuestos para el sector industrial, economías regionales y asalariados, reducción al mínimo de transferencias a las provincias y fin de la obra pública: el cóctel venenoso quedó servido en la mesa de las mayorías mientras el sector financiero y el círculo rojo económico aplauden los sacrificios que harán otros.

El ministro de Economía se despachó con un mensaje profundamente ideológico en el que desplegó la mirada monetarista que vertebra el nuevo paradigma gobernante. “La génesis de nuestros problemas ha sido siempre fiscal” explicó desde su concepción ortodoxa, ubicando al déficit como la madre de los descalabros de endeudamiento, las crisis cambiarias y las disparadas inflacionarias en el país. “Políticamente siempre hemos sido adictos al déficit. Por eso hemos caído en crisis recurrentes y buscando falsos culpables”, sintetizó en su versión del comportamiento de la casta.

De dealer de deuda de Macri a leñador de Milei: un Caputo para cada ajuste

Caputo expresó que “es la primera vez en más de 100 años que llega al gobierno un presidente que explica esto, la gente lo entiende y lo vota. Siempre hubo candidatos que intentaron explicar esto, pero nunca tuvieron más de 5% de los votos”. El ex funcionario amarillo ninguneó a Macri y metió en la bolsa de los “100 años de decadencia” al gobierno de Cambiemos, del cual fue un protagonista central. Lo más curioso es lo rápido que el ministro motosierra parece haber olvidado cuál fue su rol en el fracaso económico macrista.

QUIEN AHORA SE VENDE COMO DOCTOR PARA EL TRATAMIENTO CONTRA ESA ADICCIÓN, FUE EL PRINCIPAL DEALER DEL ADICTO UNOS AÑOS ATRÁS. 

“Financiar el déficit con deuda o emisión” fue la explicación más profunda del diagnóstico de “adicción” que Caputo le endilgó ayer a la política y del cual se excluyó a él mismo, escandalosamente. Lo cierto es que, quien ahora se vende como doctor para el tratamiento contra esa adicción, fue el principal dealer del adicto unos años atrás. Si la Argentina venía de una recuperación económica un tanto estancada hacia 2015, Caputo fue el brazo ejecutor de la recaída en la toma de deuda orquestada por Mauricio Macri y que marcó el inicio del nuevo período de decadencia de los últimos años.

Macri encarnó en su momento el populismo conservador que hoy lleva una peluca más abultada. Sin ningún tipo de plan de fondo ni de previsibilidad económica, decidió en los primeros días de su gobierno eliminar el cepo a la vez que desfinanciar fuertemente al Estado con la eliminación de impuestos como las retenciones. La promesa de fantasía entonces tenía otra figura retórica: una “lluvia de inversiones” vendría a regar el suelo próspero de la patria liberada del yugo asfixiante del peronismo. Esas inversiones sería el sostén de la eliminación de impuestos a los sectores económicos más poderosos y el libre flujo de capitales. El final es conocido. La lluvia fue ácida y sólo dejó deuda sobre suelo argentino.

De dealer de deuda de Macri a leñador de Milei: un Caputo para cada ajuste

El populismo económico de Macri necesitaba lo mismo que necesita hoy el de Milei: financiamiento. El responsable de semejante tarea no fue otro que “el Messi de las finanzas”, tal como el ex presidente apodó a Caputo. El actual ministro de Economía ofició de secretario de Finanzas primero, ministro de Finanzas después y luego Presidente del Banco Central durante la gestión Cambiemos. Su función siempre estuvo ligada a la toma de deuda para financiar las cuentas corrientes de un gobierno que nunca logró un equilibrio sostenible y entregó un país mucho más endeudado del que recibió, con su entramado productivo muy deteriorado, mayor desocupación, pobreza e inflación.

EL FAMOSO BONO A 100 AÑOS CON EL QUE CAPUTO ENDEUDÓ A GENERACIONES ENTERAS DE ARGENTINOS QUE NI VERÁ NACER. 

El primer paso de Caputo en Cambiemos fue reconocer y pagar la deuda a los fondos buitre encabezados por Paul Singer. Fueron más de 9300 millones de dólares que tenían como verdadero objetivo abrir el mercado de capitales para el país. Entre 2016 y 2018, Argentina se convirtió en el país con mayor emisión de deuda soberana entre los países emergentes. Según un relevamiento del Observatorio de la Deuda Externa de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (ODE-UMET) de principios de 2018, las emisiones de deuda totalizaron 142.948 millones de dólares. A su vez, el mismo período se fugaron 88.084 millones de dólares. Un inolvidable hito de aquellos tiempos fue el famoso bono a 100 años con el que Caputo endeudó a generaciones enteras de argentinos que ni verá nacer.

Por supuesto, esa deuda no se tradujo en crecimiento ni desarrollo económico del país. Si la toma de deuda para financiar déficit fiscal es una “adicción” para la Argentina, en esos años el país estaba en sus peores niveles de reincidencia. El dealer de Macri proveía cuantiosos capitales especulativos que se subían a la bicicleta financiera argentina incentivados por la alta tasa de interés, el tipo de cambio fijo y el libre flujo de divisas. Como no iba a ser de otra manera, quienes primero advirtieron esa actitud autodestructiva para el país del gobierno macrista y empezaron a salirse del juego fueron los mercados.

De dealer de deuda de Macri a leñador de Milei: un Caputo para cada ajuste

La debacle financiera del “Messi de las finanzas” llevó a que, a fines de 2017, el mercado financiero internacional le cerrara la canilla a la Argentina. Caputo se comió todo el crédito internacional que el nuevo gobierno de Macri había posibilitado en tan solo dos años, y en abril del 2018 comenzó una corrida que dejó a Cambiemos contra las cuerdas. La salida para Macri fue recurrir al FMI, abriendo las puertas al retorno al país del organismo financiero internacional que había condenado a la Argentina a la crisis del 2001. Más deuda para financiar la adicción.

LAS CONSECUENCIAS DE ESE ENDEUDAMIENTO IRRESPONSABLE Y CRIMINAL SE PAGARON Y SE SIGUEN PAGANDO CON INFLACIÓN Y CAÍDA DE LOS SALARIOS. 

El resto del cuento es dolor popular en tiempo pasado y presente. Las consecuencias de ese endeudamiento irresponsable y criminal se pagaron y se siguen pagando en inflación y caída de los salarios, que no es otra cosa que la transferencia de riquezas desde los sectores asalariados hacia la especulación financiera y el poder económico del país.

En septiembre de 2018 Caputo renunció al Banco Central por presiones del FMI a Macri. Una vez en control de los rumbos del país, el organismo de crédito internacional identificó rápidamente en el actual ministro de Economía al principal responsable del descalabro económico y de deuda que inició la debacle en la que hoy seguimos. Y se lo sacó de encima.

Hoy, el dealer de deuda de Macri vuelve en forma de leñador de Milei. Lo que años atrás era convocar a una “lluvia de inversiones” hoy es criticado por el mismo personaje como una “adicción” recurrente de la política que hay que talar de raíz. Debajo de esas piruetas y panquequeadas políticas  y discursivas de los máximos exponentes de la casta, los que nunca pagan con sus bolsillos ningún ajuste, está el pueblo argentino, a punto de ser sometido nuevamente a un tiempo brutal de sufrimiento y penurias. La promesa es siempre la misma: ese paraíso perdido de grandeza y prosperidad nacional, al que las recetas económicas que hoy comienzan no solo nunca nos acercaron, sino que siempre nos impidieron llegar.