El Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, habló esta semana por primera vez pública y abiertamente sobre el secuestro de su padre durante la última dictadura militar. Una situación que, dijo, “me hizo entender más lo que fueron esos años durísimos para la Argentina”. Enseguida, la vicepresidenta Cristina Kirchner lo elogió en redes sociales y afirmó que “resulta reconfortante” que un dirigente de peso de la oposición “comparta sensibilidades, vivencias y mirada similares” sobre el terrorismo de Estado que asoló al país, sobre todo en una semana en la cual fueron varios los ex funcionarios del gobierno anterior que se enfrascaron en confrontar –otra vez– con los organismos de Derechos Humanos.

El Jefe de Gobierno porteño contó que tenía “ponele, 12 años” cuando una patota de represores entró a su casa de Parque Leloir y se llevó detenido a su padre, que se llamaba igual que él, Horacio Rodríguez Larreta y que por entonces, luego de militar durante largos años y fervientemente en el desarrollismo, era presidente de Racing Club. “Lo agarraron y literalmente se lo llevaron en el simbólico Falcon verde”, dijo. “Y desapareció, no tuvimos más noticias”, siguió. “Venían a casa a darnos el pésame”, agregó y describió que en la familia ya se respiraba un clima pesado y se pronunciaba la palabra “desaparecidos”.

El jefe de Gobierno dijo además que el rol público de su padre como dirigente de fútbol y su estruendosa y notoria ausencia en un clásico River-Racing, “le salvó la vida”, según le contó años más tarde su tío Augusto. Larreta también relató, sin entrar en detalles, que Horacio padre estuvo en cautiverio unos días en el Pozo de Banfield, uno de los centros de tortura más espeluznantes de la dictadura.

Algunos documentos y testimonios permiten llevar algo más de luz a esa historia incompleta. El primero aparece en el informe de la Conadep. Es el testimonio de Gustavo Caraballo, ex embajador argentino en la Unesco, uno de los testigos clave en la causa Papel Prensa, que fue torturado en el centro clandestino Puesto Vasco junto con Lidia Papaleo de Graiver. Carballo sitúa su propio secuestro y el de Rodríguez Larreta padre el mismo día, el primero de abril de 1977, como parte de la misma redada. “El 1° de abril de 1977 fui secuestrado de mi domicilio en horas de la noche por cuatro o cinco personas armadas, vestidas de civil, alegando pertenecer al Ejército. Me introdujeron en un Falcon; buscan a otras dos personas más -Mariano Montemayor, periodista y Horacio Rodríguez Larreta-. Luego al llegar a Plaza de Mayo somos encapuchados y el auto transita hacia la zona sur, un viaje de mediana duración, de 30 a 40 minutos, llegando a un lugar, siempre encapuchado...”.

De Jacobo Timerman a Ramón Camps: la historia y los personajes del secuestro del padre de Rodríguez Larreta

El clásico entre River y Racing efectivamente se jugó en el cilindro de Avellaneda dos días después, el 3 de abril de 1977, y terminó con victoria 3 a 2 de los millonarios, que a la postre serían campeones del Metropolitano de ese año. Y efectivamente, Horacio padre no estaba allí. Según la imprescindible biografía sobre Jacobo Timerman de la periodista Graciela Mochkofsky, quizás la única que haya entrevistado al padre del Jefe de Gobierno sobre lo sucedido aquellos días oscuros, estaba preso e incomunicado en Puesto Vasco, uno de los Centros Clandestinos de Detención que funcionó en Don Bosco, Quilmes, y que controlaba el por entonces jefe de la Bonaerense y de la Federal, Ramón Camps, responsable directo de la detención del papá del Jefe de Gobierno.

¿Cómo llega Camps a ordenar la detención de Rodríguez Larreta? Por una sucesión de secuestros de empresarios, periodistas y dirigentes ligados a la familia Graiver (entre ellos el caso más sonado: el propio Jacobo Timerman), con cuyo patrimonio estaba obsesionado, al punto de considerarlo un botín de guerra.

En el libro “Graiver, el banquero de los Montoneros”, el periodista Juan Gasparini cuenta que tras la desaparición de su marido, Lidia Papaleo abre una de las cajas fuertes de la casa y se encuentra con una carpeta de nombre “Tinieblas”, en la que Graiver guardaba información delicada sobre todo tipo de personas relevantes de la época, desde el propio Timmerman hasta Isabel Martínez de Perón o el ex dictador Agustín Lanusse. También había otra que “se alineaban en orden alfabético personas que podían proteger o que debían ser protegidas, o con las que había que tomar recaudos especiales”. En esa lista estaba Larreta padre.

Con la llegada de Arturo Frondizi al poder, Rodríguez Larreta padre decide ponerle fin a su periplo por el mundo y volver a la argentina para militar fervientemente en el desarrollismo y, además, para ocupar un cargo en la Cancillería del nuevo gobierno. Se había graduado en Ciencias Políticas en París, en Economía en Londres y había asesorado a la revista “The Economist” en Estados Unidos, según una necrológica de su muerte (en 2004, de cáncer de pulmón), publicada en el diario Clarín. Llegaba al frondizismo como un cuadro intelectual, un dandy con mundo, pero también como empresario del petróleo, la rama quizás más importante de lo que se vanagloria el desarrollismo, la industria fuerte.

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Su desilusión con el gobierno que lo había entusiasmado para volver fue tan grande como rápida. Los vaivenes de la época lo terminan depositando en el tren de la vuelta de Perón, como parte de su masa crítica y de la red de conspiraciones para lograrlo. También terció su relación íntima con el padre Carlos Mugica, fanático de Racing. Tal era la amistad que el más importantes de los curas tercermundistas del país bautizó al hoy Jefe de Gobierno y a sus hermanos.

Entre otras amistades, tal como cuenta Mochkofsky en su libro, la más importante en toda esta historia es la que tenía Larreta padre con Jacobo Timerman, que también data de los tiempos del frondizismo. Al dueño del diario La Opinión y padre del ex canciller de Cristina Kirchner lo unía una amistad política, al punto que le presta unas oficinas del centro de la Ciudad para empezar el proyecto de aquél diario emblemático de los 60s y 70s. Invitado por el propio Timmerman, Horacio padre llega a ser testigo en el año 61 del encuentro privado que mantuvieron en Punta del Este el Che Guevara con el enviado norteamericano para quinta sesión plenaria del Consejo Interamericano Económico y Social, Richard Goodwin.

Esa relación con Timmerman, y la relación de éste con Graiver y el ex ministro de Economía de Perón durante su tercer gobierno, José Bel Gelbard, fueron cruciales en la detención de Larreta padre. Según el libro de Mochkofsky, llegaron a su casa a través de Mariano Montemayor, periodista político de la época, cercano a Timmerman. Fue sacado de su casa a punta de pistola, la noche de ese mismo primero de abril de 1977 que el Jefe de Gobierno recordó esta semana.

Camps fue el encargado de “entrevistar” a Horacio padre en Puesto Vasco. El entonces gobernador de facto de la provincia, Ibérico Saint-Jean, ordena su libración. Antes, Camps organiza una “fiesta de despedida” macabra, con “empanadas y whisky”, en la que hace desfilar frente a los detenidos a punto de ser liberados a Lidia Papaleo y otros detenidos y torturados por su relación con Graiver. Larreta dice que “no” cuando le consultan si debían ser torturados. Nunca denunció públicamente el hecho. En libertad, dijo que había pasado unos días en el campo.