Alberto Fernández está obligado a diagramar un rumbo político que sume voluntades y apoyo político y no adquiera nuevos adversarios. El revés de la Corte Suprema de Justicia, que admitió el per saltum presentado por los tres jueces removidos de sus cargos por el Senado de la Nación, Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y German Castelli, sorprendió al Presidente y abrió un debate al interior del Frente de Todos por las prioridades de la agenda política del oficialismo. Dialogar con este tiempo político tan particular implica reconocer debilidades y fortalezas.

Además de la presión judicial aparece otra preocupación: frenar el drenaje de reservas del Banco Central y controlar la crisis cambiaria. El jueves pasado el ministro de economía Martín Guzmán informó un nuevo esquema de derechos de exportación para el complejo sojero: disminución de las retenciones de granos de soja y sus principales derivados del 33% al 30% en octubre, para retornar al mismo nivel en enero próximo de forma progresiva. Sin embargo, una vez más, la recepción en los principales sectores del complejo agroexportador fue negativa e insistieron en que es “improvisada” e “insuficiente”.

Es evidente que las especulaciones por parte de un sector importante de los medios de comunicación por agravar el revés de la Corte Suprema de Justicia, y mostrar un Gobierno nacional desesperado por atraer divisas y “sin confianza” tienen antecedentes cercanos. Un lugar común. Sin embargo, sorprende la falta de timing político. La confrontación política y discursiva con los medios de comunicación, el Poder Judicial y “el campo” parece ser parte de otro tiempo político. Un tiempo prepandémico y de mucha fortaleza política, por lo menos. Si bien la decisión de la CSJ no está resuelta de fondo, fue Cristina Kirchner quien impulsó el freno a los traslados que Mauricio Macri ordenó por decreto, y la propia ministra de Justicia Marcela Losardo calificó como escandalosa una aceptación del per saltum.

Al Gobierno nacional le cuesta que el ensamble de múltiples voces logre que la polifonía, que proviene de los diversos actores que componen el Frente de Todos, suene melódica. Al respecto: ¿cuáles son los límites para pensar la agenda política del oficialismo y su incidencia en la opinión pública?

En este escenario adverso, en el que el Poder Judicial, los medios de comunicación y el complejo sojero vuelven a demostrar su poder fáctico, Alberto Fernández tiene que atravesar el pantano pandémico. En medio de una agenda oficial hiperactiva, por momentos reiterativa y con mucho recambio táctico, aparece la esperanza del 17 de octubre próximo. En el Día de la Lealtad se anunciará a Alberto Fernández como el próximo presidente del PJ, que asumiría el 20 de diciembre. Con epicentro en el Salón Felipe Vallese de la CGT, el objetivo principal es otorgarle al jefe de Estado mayor poder político y reforzar su liderazgo con el apoyo de todos los gobernadores peronistas y la CGT.

De la Corte al cepo: el giro obligado de Alberto Fernández

El intento por paralizar la política

Las identidades políticas argentinas están constituidas en buena medida por la centralidad demarcadora de la vicepresidenta Cristina Kirchner. Más que grieta, CFK es el principal polo de constitución e identificación política. Alberto puede descansar por un tiempo en la integridad del Frente de Todos, y no existe un actor o espacio político a la caza de los retazos justicialistas o progresistas, como sí existió en 2013, 2015 y 2017. El “Es con todos” fue en serio y no hay por fuera del FdT.

Las diferencias al interior del Frente de Todos (FdT) representan la tormenta perfecta para la oposición. Al exacerbar las tensiones dentro de la coalición gobernante, bajo la confrontación entre kirchneristas y albertistas, se explicita el intento por paralizar la agenda gubernamental. La confrontación con Cristina es un modo de plantear un imposible; que su liderazgo, sus votos, su vicepresidencia, y su estrategia política no son válidas.

De forma tal que a partir de la caricatura mediática de un Alberto títere de Cristina, se utiliza la figura de la vicepresidenta para remarcar la fractura social y política, que hoy dirige al Estado. Más que redituable, es la forma en la que se desenvuelve la política hoy: la eficacia paralizante. Un escollo poco visible con el que el oficialismo ambula. Al mismo tiempo, el paraguas del “Todos” parece ser también la estrategia utilizada por la oposición para mostrar las disidencias y diferencias al interior del FdT. La forma de hacer política más eficaz, o en todo caso, encapsular toda acción política del oficialismo, señalando oportunismo y poco respeto por la República.

El Frente de Todos es probablemente la coalición electoral peronista más grande desde 1983 a la fecha. A partir de ese año, hubo una sucesión de divisiones en el justicialismo que sus contrincantes electorales supieron aprovechar: ortodoxos vs. renovadores; menemistas vs. frepasistas; kirchneristas vs. “moderados” o “de centro”. Hasta que finalmente, en mayo de 2019 apareció la luz al final del túnel, y poco a poco todas las facciones se subieron al mismo barco. Al que también se subió el progresismo y algunos sectores de izquierda. Una coalición defensiva, unida fundamentalmente por miedo a una reelección de Macri.

Entre el diálogo y la pospandemia

Los desacuerdos en torno al rumbo del gobierno son propios de los reajustes que existen en este momento en el oficialismo. La pospandemia se vino y se adelantó un escenario en el que crece el malestar social producto de la crisis económica.

En la medida en que la pandemia pasa a ser algo más cotidiano, con lo cual la ciudadanía convive a diario, aparece también la demanda de un horizonte de mayor claridad. Un horizonte esperanzador. Una demanda difícil de satisfacer en un escenario tan complejo a nivel internacional.

Alberto Fernández volvió de la luna de miel que lo mantuvo con una imagen positiva y una aprobación de su gestión de entre el 80 y 90%. Ese comienzo le permitió adoptar un rol empático, dialoguista, paternal, y también racional que encajaba perfectamente con su liderazgo. Administrar el impacto inicial de la pandemia y poner por encima la salud de los argentinos le permitió mostrar su sensibilidad social y racionalidad. Tal es así que los medios de comunicación y la oposición respaldaban la gestión de Fernández y poco tenían para criticar. La inverosímil “infectadura” en boca de Darío Lopérfido, Luis Brandoni; Juan José Sebreli o Sandra Pitta fue lo único que se dijo contra el Gobierno, con muy poco apoyo político y mediático.

Pasados unos pocos meses, la agenda del Ejecutivo parece virar a temas que no coinciden necesariamente con la agenda y las preocupaciones de una porción mayoritaria de la sociedad. De forma tal que la culminación del clima dialoguista lo obliga a Alberto Fernández a elegir un nuevo antagonismo, sin que eso repercuta en mayor debilidad. Reencontrarse con las prioridades y preocupaciones de la ciudadanía. Mientras tanto, mantenerse deliberativo y no sumar nuevos enemigos políticos es un punto a favor. La presidencia del PJ, y recibir el apoyo de la CGT y de todos los gobernadores peronistas parece ser una nueva esperanza para Todos.