“Dos dirigentes no pueden hacer todo. Pero yo creo que juntos, con Alberto, vamos a poder ayudar”, dijo Cristina e inauguró formalmente el camino a octubre de su última creación política, la fórmula Fernández-Fernández. Con un discurso breve pero emotivo, por momentos íntimo, que pronunció relajada como si el living montado como escenografía fuera el de su casa y no el del acto de ayer en Merlo, la ex presidenta le puso el cuerpo al anuncio del video con que sacudió la política argentina hace una semana y consagró a Alberto Fernández, ahora sí, frente a miles de militantes bonaerenses, decenas de dirigentes y toda la liturgia peronista.

Por si hiciera falta, el discurso fue coronado por un gesto: los dos Fernández estrecharon ambas manos sobre el escenario, en una señal inequívoca de que son una misma unidad de la que dependen, desde el sábado pasado, el futuro del peronismo y las esperanzas de una buena parte de la sociedad angustiada por la crisis económica.

Precisamente a la economía volvió una y otra vez Alberto en su discurso debut como precandidato a presidente (“vamos a tenderle una mano a los 4 millones y medio de pobres que dejó Macri”; “vamos a sacar a la argentina de la postración en la que la dejaron”, insistió) y apeló con el mismo ímpetu al recuerdo de Néstor Kirchner, de quien fuera jefe de gabinete, como ejemplo de un presidente que recibe un país en ruinas y lo saca adelante.

Tanto ahora, como en 2003, dijo Alberto, “es obvio que no es fácil” reconstruir el país, “pero lo vamos a resolver, como lo hicimos con Néstor Kirchner”. El recuerdo permanente del mito fundacional del kirchnerismo no tuvo que ver únicamente con la fecha histórica (ayer, como se sabe, no sólo fue el día de la patria sino el 16 aniversario de la asunción de NK) sino que además fue una muestra gratis de lo que se verá en la campaña que se inicia formalmente en julio: si Néstor lo hizo en 2003, les Fernández podrán volver a hacerlo a partir de diciembre.

Esa idea se repetirá como un mantra, lo mismo que la necesidad de un “consenso social” entre los sectores de poder (cristina situó ayer en ese grupo a “los medios de comunicación”) para a reconstrucción económica con “la gente adentro” y la superación de la grieta (donde juega fuerte el “gesto” de CFK no encabezar la lista).

La nueva Cristina

Estaba todo listo para que a las cinco de la tarde en punto, con un parque Néstor Kirchner ya inaugurado y explotado de militancia, la ex presidenta inaugurara el nuevo formato de acto, estilo charla Ted, en la que tanto trabajaron en la previa los asesores de comunicación del Instituto Patria. Tristán Bauer, el jefe de ceremonias, debió haber tenido algo parecido a un infarto cuando Cristina, en diálogo con la gente, decidió levantarse de la silla dispuesta alrededor de la mesa ratona para dar su discurso de pie. Como siempre, CFK rompió los esquemas, en este caso el de un living relajado, que contrastaba en mucho –hay que decirlo– con el atiborramiento de la hinchada.

Una vez de pie, vestida con un sobretodo abrigadísimo y a tono con la fiesta patria, Cristina se lanzó a uno de los discursos más íntimos y emotivos de su vida política. Se quebró al recordar a Néstor y dijo que, desde su muerte, nunca volvió a ser feliz. “Nunca nada fue igual desde entonces”, admitió al recordar el bicentenario de 2010. Toda una declaración personal y política: lo que siguió después, dijo CFK, no le gustó ni a ella. Precisamente lo mismo que señalaron en su momento Alberto Fernández y todos los sectores que se alejaron a partir de ese momento y volvieron hoy para darle volumen político al espacio, desde los Moyano hasta el tándem de massistas recuperados. ¿La fórmula funciona como una autocrítica de su último gobierno?

“La experiencia es un peine que te da la vida cuando te quedas pelado”, siguió CFK parafraseando a Ringo Bonavena. En ese tramo reflexionaba sobre la decisión de bajarse en favor de Fernández, después de haber exhibido a cielo abierto la herida de su viudez. “Me puedo equivocar o acertar, pero creo fuertemente en las decisiones basadas en convicciones”, dijo y aseguró que igual “me quedan varios pelos, y muchas ganas”, en un mensaje para aquellos que la ven fuera de juego en la hipotética vicepresidencia.

La rosca bonaerense, a punto de explotar

Ni bien apareció en el escenario y vio a los intendentes en el palco lateral, Cristina se llevó las dos manos a los ojos y remarcó los pómulos con el dedo índice, haciendo el universal gesto de “ojito con lo que hacés”. Fue un momento fugaz, casi imperceptible para el público, pero de una carga política intensa. La tensión va en aumento por la discusión de quién debe encabezar la fórmula bonaerense.

Sobre el final del acto, los sindicalistas Hugo Yasky y Roberto Baradel se fotografiaron juntos y anunciaron públicamente, debajo del escenario, que apoyarán a Axel Kiciloff como candidato a la gobernación. “Los trabajadores y las trabajadoras tenemos candidato a gobernador: es Axel”, posteó yasky ya a la noche en las redes.

Pablo Moyano, que circulaba por la misma zona, le dijo sin embargo a Diagonales que “hay que seguir esperando la definición de los intendentes, que quieren su propio candidato”. El camionero llegó con los suyos al acto casi en el mismo momento que lo hicieron Máximo Kirchner, Andrés “Cuervo” Larroque y la plana mayor de los intendentes, entre ellos Verónica Magario (La Matanza), quien también suena como candidata a la gobernación.

El que sí saludó efusivamente a los intendentes fue el propio Gustavo Menéndez, el anfitirión. “Fueron ellos los que resistieron, desde el territorio, los embates de este tiempo horroso de Macri y Vidal”, elogió.

Antes de hacer las veces de “presentador” para el plato fuerte de la tarde, el intendente de Merlo sintetizó la sensación y la energía que reina en el kirchnerismo y el peronismo desde el sábado pasado: “Tengo mucha más esperanza que hace una semana”.