Dos décadas después de iniciado el siglo XXI, aparece la pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2. El virus provoca una enfermedad por coronavirus (COVID-19) que se extiende por todo el mundo a partir de diciembre de 2019. El primer caso fue identificado en la ciudad de Wuhan en la República Popular China. La Organización Mundial de la Salud la reconoció como pandemia el 11 de marzo de 2020, cuando la enfermedad tenía casos de contagio en 114 países.

El nombre “pandemia” dado a este fenómeno hace referencia, entre otros horizontes de significación, al pandemónium o caos y al carácter global del mismo. Fijamos entonces una  idea relevante: la pandemia constituye una situación de caos global de enormes dimensiones.

No puede considerarse casualidad el origen del virus en China. Quizás el país con el mayor desarrollo tecnológico en la actualidad, y con el mayor grado de potencial de adaptación a la denominada Cuarta Revolución Industrial. Es imposible pensar este virus y esta pandemia si el punto de partida no es la creciente digitalización del mundo y la importancia y velocidad de los cambios tecnológicos producidos a partir del nacimiento y desarrollo de Internet. Tampoco es casual que el empresario Bill Gates, cuyos saberes sobre virus informáticos resultan por razones obvias de gran magnitud y complejidad, sea hoy una de las voces más escuchadas respecto del futuro de la pandemia a nivel global. Microsoft, la empresa de Gates, ha sido y es la corporación más amenazada  por los virus informáticos, y la que tiene mayor experiencia en el desarrollo de defensas contra esos virus.

Si la matriz de pensamiento sobre este virus no está relacionada en primer lugar con la digitalización del mundo, ese pensamiento no comprenderá el carácter y la forma de este virus y de esta pandemia.

Entonces, primera cuestión, lo digital.

Pensada como una totalidad entonces, esta pandemia es, ante todo, consecuencia de la hipermediatización digital del mundo.

El antecedente mediático que debe tenerse en cuenta para comprender el carácter y la forma del virus, es internet junto con las redes sociales. Los dos grandes medios de comunicación de la era digital. El teórico canadiense Marshall McLuhan fue quien nos enseñó entre las décadas del ‘60 e inicios de la del ’80  del siglo pasado, el modo de encarar el análisis de los efectos que la tecnología mediática provoca a nivel individual y social.

En términos mediáticos, el heredero principal de internet y las redes sociales es el virus. El virus es el medio de comunicación por antonomasia de nuestra época pandémica. McLuhan nos enseña que los medios deben analizarse no por los contenidos que emiten, sino por su carácter tecnológico, o sea los efectos que producen los cambios tecnológicos portados por los medios a nivel de nuestro aparato sensible, nuestras sociedades y nuestra civilización humana.

McLuhan también supo ver que el futuro de su época era global y caótico, o sea pandémico. Su idea de la “aldea global” contiene a la violencia, a lo tribal y a lo global. No hay internet sin virus, no hay redes sociales sin contagio.

La segunda cuestión a tratar aquí es la relación de la política con la pandemia. En la Argentina se ha tornado un lugar común la afirmación “No se puede hacer política con la pandemia”. Suena como un lugar común, y lo es. Pues esa afirmación repetida hasta el cansancio es insostenible desde cualquier perspectiva politológica o filosófico-política. La medicalización plena  del pensamiento sobre el virus y la pandemia no es otra cosa que la neutralización de la política por el discurso de la salud.

Incluso puede verse en la actualidad cómo la planificación y el contenido de la campaña electoral 2021 del Frente de Todos estará sostenida, entre otros ejes, en el ritmo de la vacunación contra el coronavirus de la población argentina. La pandemia es el objeto político por antonomasia. Las herramientas planteadas para enfrentarla con el menor costo posible en términos de vidas y de salud general de la población son técnicas y/o científicas. Pero es archiconocida la necesidad de la apropiación política de las soluciones científico-técnicas. Todo lo técnico es político, porque la aplicación de las soluciones o propuestas de solución científico-técnicas depende de la decisión política.

No solo eso, sino también la ya antigua cuestión de la biopolítica. La integración, articulada por Foucault al final de su obra y retomada por tantos intelectuales e investigadores de todo el mundo, de la política con la defensa de la vida. La relación de la política con la defensa de la vida es la propia estructuración de la política en el siglo XX. Es antiguo el concepto, es pre-digital incluso, pero testimonia con absoluta claridad el vínculo necesario entre la actividad política y la defensa y protección de la  vida humana.

La apropiación de lo pandémico por la política es el primer paso del reconocimiento del verdadero carácter de la pandemia que estamos atravesando.

Resumamos: frente al caos global, la política es el único camino para intentar un nuevo orden. Lógica mediático-digital del virus y carácter político del tratamiento de la pandemia. Eso es lo importante de una mirada totalizante sobre el drama de nuestro siglo. Y hoy es absolutamente indispensable una mirada totalizante sobre la pandemia y el virus. Al fenómeno global, como es la pandemia, le corresponde una mirada analítica totalizante.

Y la política debe construir una mirada totalizante para enfrentar la pandemia. De eso trata este desafío para la política argentina.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor de Teorías de la Comunicación en la UBA. Profesor de Historia de los Medios en la Universidad Nacional de Moreno. Investigador del Instituto Gino Germani (FSOC-UBA). Escribe sobre temas de política y era digital.