“¿Qué estabas haciendo cuando CFK anunció que iba de vice de Alberto?”, tuiteó Manuel Becerra. Así de trascendente se sintió. Quizás también lo fue, pero, sobre todo, se sintió. Porque el primer impacto fue al pecho; directo al corazón. “Estoy contento, Mariana”, me escribió un periodista de deportes, “pero no sé bien por qué. Explicame vos por qué estoy contento”. El mensaje de Cristina del sábado a la mañana trastocó todo y puso mucho patas para arriba pero, ante todo, le devolvió el valor político a la emoción.

Cristina es una mujer de palabra performativa. Cada enunciación la vuelve -o la vuelven- acto, a veces con precisión quirúrgica y a veces con exageración épica. Y este anuncio no fue la excepción. Pero en esta oportunidad sucedió mucho más que su propia aparición e incluso que la propia novedad. Porque hubo un qué se dijo, un cómo fue dicho y una catarata inconmensurable de para qué.  

Lo primero a notar: Cristina explicitó en su video que nos y les habló a todos. Pero además de enunciarlo, lo hizo. Por las palabras que usó, por el tono y por las imágenes elegidas como apoyo de su propia voz en off.

Esa mujer

Ella se corrió. No hizo ni un renuncio, ni un paso al costado. Sólo se corrió. Sencillamente porque su presencia es tan poderosa y central que hasta ausente está presente. Así que lo que esta mujer hizo fue estar pero sin ocupar todo el espacio. Esta mujer hizo lo que hacemos las mujeres cuando elegimos un atuendo y no queremos llamar toda la atención sino parte de ella. Eligió estar sin eclipsar.

Por otro lado corrió del centro de la escena a lo que –entendió, es evidente ya- venía empalagando: la intensidad militante. Jamás no estarán cuando esté ella. Es imposible que Cristina esté y no estén con ella –física, literal o imaginariamente- sus “pibes para la liberación”. Es más, ella los menciona, les habla y los trae siempre a cuento. Pero lo que esta mujer hizo fue permitir que no ocupen todo el espacio. Esta mujer hizo lo que hacemos las mujeres madres cuando elegimos no hablar solamente de nuestros hijos para que no sea solo la maternidad lo que nos defina. Eligió que estén sin agotar.

La grieta derrotada

Pateó “la grieta”. No, no negó ni la batalla de Caseros, ni el enfrentamiento entre unitarios y federales, ni se olvidó de “Braden o Perón”. No, nada de eso. Sólo eligió. Optó por pararse por encima de “la grieta”. Porque ya no podemos hacernos más los tontos con este asunto: hay personas que comprenden que una cosa es entender la existencia de hasta abismos políticos e ideológicos en nuestro país, y otra bien diferente es hacer de ellos un negocio político, cuando no uno económico. No hay que ser muy astuto para darse cuenta que quien más rédito le sacó a la polarización y al enfrentamiento fue el propio macrismo. Es más, llegaron hasta acá gracias al rédito que la grieta les dio.

Cristina eligió la política por sobre el negocio político. Eligió el debate por sobre el capricho. Quizás siempre lo hizo pero hoy le dio la carnadura que hacía falta.

La agenda destrozada

Destrozó la agenda. La hizo añicos, la pulverizó un sábado a la mañana que muchos habíamos elegido para dormir, no escribir y tuitear poco. Nos aniquiló la calma. Pero con calma. Los Morales Solá o los Van der Kooy quizás tenían más pensado un sábado de fútbol, de verde o de té canasta, más que de correr a escribir lo no planeado. Los diarios de este domingo ya tenían establecido - desde la última decisión de la Corte Suprema de Justicia- editorializar hasta el hartazgo con las cuitas que les convienen de Comodoro Py. Iban a seguir judicialmediatizando la política. Cristina determinó que no. Que Comodoro Py iba a ser un edificio de juzgados; que los destinos de un país están muy por encima del circo de un super martes jurídico; que los medios a veces deben limitarse a contar sobre otros y no sobre sí mismos y que la política se debe jugar en un lugar mucho más importante que un tribunal. Fue un, como suele decirse en las redes sociales, un RESPECT “así” de grande.

La política en su lugar

Con su Fernández-Fernández de Kirchner, CFK tomó el comando y rearmó el triángulo de calma-emoción y política que andaba medio difuso entre ceños fruncidos, intensidades, expedientes y absolutos. Muchas veces se confunde emoción con melodrama, prudencia con tibieza, negociación con matufia u organización con rigidez. Es parte del problema y viene siendo en la Argentina núcleo del problema desde hace ya demasiado tiempo.

El anuncio, Cristina, la fórmula, el nombre de Alberto Fernández al tope de la boleta y el modo de la presentación acomodaron las fichas y en 12 minutos el tetris cobró forma: la forma de la política, que siempre necesita de emoción, prudencia, negociación y organización para no ser berrinche.

El tono

“¿Esa es Cristina, mamá?”, me preguntó mi hija de 8 años cuando yo, entre sueños, le di PLAY al video de YouTube y mientras la nena se montaba a mi cama como cada día que podemos dormir un rato más. “Qué lindo que es escucharla. Me gusta cuando habla así”, agregó.

Después del sacudón que implicó el centro del anuncio me quedé dándole vueltas a la percepción de una niña de 8 años y se lo pregunté. “La forma tranquila”, fue su respuesta.

“El tono”, pensé yo. Mi hija detectó el tono. El tono no de arenga, no de épica, sino el contenedor y responsable que el momento necesita. Cristina no gritó, no “crispó”, como dirían sus enemigos.

Juntó el modo que había utilizado en la presentación de su libro (lo que hoy nos damos cuenta fue, en realidad, el lanzamiento de la fórmula) y el estilo convocante de su charla en CLACSO cuando horrorizó a varios proponiendo la unidad de “verdes” y “celestes”. Una invitación que terminó con planetas alineados cuando el abiertamente pro interrupción voluntaria del embarazo y ex ministro K Ginés González García dijo al programa Toma y Daca “Lamentablemente el tema del aborto ha sido usado para dividir. En el primer tiempo hay que usar coincidencias, no disidencias. Yo no recomendaría que estuviera en los primeros lugares (de la agenda)”.

La Patria común

Tomo como excusa o como punto de partida a la semana de Mayo, lo que implica de modo implícito pararse en la Patria común. No levantó la voz, no nos retó, no nos explicó. Nos habló y nos convocó. Y con palabras claras que vienen desde de la historia, también, común.

Mencionó la “herramienta” electoral, lo que para el peronismo fue siempre el PJ. Dijo “Partido Justicialista” y no sólo peronismo. Recurrió al lema máximo de su partido: “primero la Patria, después el movimiento y por último los hombres”. Diferenció entre “aquellos tiempos difíciles” y estos “dramáticos”. No ocultó las diferencias que tuvo con Alberto. Señaló específicamente los problemas de trabajo, de comida y del valor de las facturas “impagables”. Mencionó la deuda y le puso el “Ay, Dios mío” que desde Mauricio Macri le viene adosada. Y como si con todo eso no fuese suficiente, explicitó la necesidad de una “coalición electoral amplia” para ganar pero sobre todo para gobernar. Corrió todo lo accesorio para hacer eje en la economía, de la que no quiere hablar Marcos Peña. Y puso en el centro el término “orden”.  

Nos habló de lo común del modo en que hablan las personas comunes de aquello que nos es común.

Ganar, gobernar y conducir la economía para reordenar la vida de las personas de nuestro país, a quienes en varias oportunidades casi que les susurró el “compatriotas”. Cristina usó, sin tenerles miedo, palabras sencillas para problemas difíciles.

Amplitud y orden

No es fácil en el espacio que conduce hablar de “amplitud” porque el traidorómetro se enciende rápido. Y tampoco queda cómoda, entre sus seguidores, la palabra orden; a muchos les corre frío y enseguida suponen la idea del uniforme represor o del Estado de sitio.

“El desorden es efectivamente perverso”, dijo. Y lo dijo con calma, con el tono que una nena de 8 años detectó. Dijo con calma las palabras “amplitud” y “orden”, algo que en lenguaje común suena a espacio, comodidad y también a certeza y previsibilidad.

Fue una Cristina en modo Néstor. Como aquel Néstor en modo Cristina de cuando asumió. “No es rencor ni odio lo que nos guía y me guía. Es justicia y lucha contra la impunidad”, dijo aquel Kirchner de aquel 25 de mayo cuando leyó un texto escrito por Cristina. “No me guían ni el odio ni el rencor. Al contrario, mi decisión es una contribución a la construcción de un país distinto”, dijo esta Cristina con un Néstor híper presente. Una amalgama de Fernández-Kirchner se corporizó en este inicio formal de campaña que estará -¿qué duda cabe?- repleta de símbolos.

No será una campaña ni sencilla ni tranquila. El gobierno de Macri no lo es y la deuda sola ya es puro vértigo. Pero tanto con el nombre del candidato, como con su lugar y la jugada elegida, Cristina hoy hizo un movimiento de crack: eligió no quedarse sola en el ring, no ser la 9 de todos los goles y hasta llevarse las marcas. Nada está dicho, por supuesto, pero nos puso en el área y si le sale bien, en el análisis habrá que decir que reconocer que ganó el partido.